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El Telégrafo

2013: tiempo de renovación

02 de enero de 2013

Concluido 2012 queda acumulado un sinnúmero de aprendizajes y saberes, testimonios y experiencias, aconteceres y designios en el tránsito de la vida personal y comunitaria. Es un lapso que acoge y recoge un pedazo de existencia cotidiana, entre la esperanza y la decepción, entre la ilusión de mejores días y la rudeza de la realidad vestida de desencanto.

Acabamos de quemar de forma simbólica 12 meses con la firme intención de renovar la actitud en el ambiente familiar, en el puesto de trabajo, en el aula de estudio, en la vecindad o en el barrio, en cada rincón en donde tengamos que sentir y actuar dentro de la dimensión humana. Esta temporada aromatizada de incienso, galletas diminutas, caramelos, bullicio y buenos deseos, permite reverdecer un ánimo solidario y de fecunda armonía. Es momento para revalorizar la paz entre los hombres, que es lo mismo que decir la concordia entre las naciones. Como nos dice el libro de libros, la Biblia: “Hay un tiempo para cada cosa… Hay tiempo de nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado… Un tiempo para llorar y otro para reír;… un tiempo para callarse y otro para hablar. Un tiempo para amar y otro para odiar; un tiempo para la guerra y otro para la paz” (Eclesiastés 3: 1-2-4-7-8).

Este es un tiempo de dicha y regocijo. De anhelos febriles y proyectos en construcción. Entramos a 2013 con una carga de propuestas y nobles intenciones. Más allá de la fatuidad y la soberbia. Al contrario, en el marco de una honda autorreflexión particular de cara a enmendar errores y ratificar los válidos aciertos.

El año en ciernes tiene una especial connotación en Ecuador: es un período de intensa actividad electoral. Esto implica sabiduría, madurez y conducta democrática al momento de elegir a los nuevos gobernantes de las funciones Ejecutiva y Legislativa. Pero, además, tal situación conlleva a efectuar una somera disección de programas y planes de trabajo, análisis de perfiles y de las virtudes y potencialidades de los candidatos/as. Aspiramos a que la campaña no sea un tumulto de insultos, una batalla campal de agravios y denuestos, sino que el escenario político provoque las condiciones indispensables para la consolidación de un país tolerante, pluralista y heterogéneo en donde los ciudadanos/as promuevan sus derechos y sean responsables con sus deberes.

Podrá sonar ingenua tal pretensión, pero ese debe ser el ánimo asumido por los ecuatorianos/as, en la perspectiva de superar dogmas y prejuicios que nos impiden visualizar al territorio en donde actuamos desde los diversos ángulos posibles. El mensaje sería de prosperidad, a la vez que de trabajo, desprendimiento y sacrificio. Todos/as debemos arrimar el hombro para que el Ecuador alcance el bienestar anhelado, conscientes de la vorágine de la modernidad y de la descarnada contradicción del monopolio capitalista.

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