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El Telégrafo

1 de mayo en la memoria colectiva

02 de mayo de 2012

El 1 de mayo es una fecha de reflexión, en donde convergen la crítica y autocrítica. Es un espacio en donde caben todos y todas en la actualidad, porque la globalización con sus trampas y mezquindades debe servirnos de vaso comunicante para universalizar la solidaridad, mas no para convertirnos en rebaño de un sistema excluyente.

El 1 de mayo es el emblema del trabajador/a, es la consigna de lucha del obrero, es el reclamo permanente del artesano. Su trascendencia sociológica es indiscutible y por eso mismo digna de reivindicación permanente, ya que las ideas de las mujeres y hombres se quedan encendidas como faros luminosos en el devenir del destino.

Referirse al 1 de mayo es aludir a la vida misma del trabajador, es encender la antorcha que alumbra sus ideas y el accionar correcto. Hoy no podemos estar de luto por esta fecha, sino más bien recordar con signos optimistas, pero siempre respetuosos.

La historia es un proceso cíclico en transformación permanente, por ello el trabajador tendrá siempre un enunciado en sus páginas, porque es actor principal del cambio y eje determinante del progreso. A quienes reniegan de las ideologías, hay que decirles que la historia camina por sí sola, como ayer, como hoy y como siempre, y que en ese andarivel de contradicciones sociales, vamos abriendo nuestros propios chaquiñanes, porque, como decía José Carlos Mariátegui, tenemos que diseñar una sociedad solidaria con imaginación verdadera y creación heroica, sin acudir a la copia y al calco, sintiendo nuestra la realidad y propio nuestro lenguaje. Toda sociedad requiere de la predisposición del trabajador para su valoración dentro y fuera de sus límites, aspira a que con su ímpetu se rompan las barreras monetarias que provocan asimetrías en la humanidad.

Desde ese acumulado pretérito Juan Paz y Miño recuerda que “en 1911, por iniciativa de la Asociación de Abastecedores del Mercado de Guayaquil, se conmemoró, por primera vez, el 1º de Mayo, que los trabajadores ecuatorianos celebraron desde entonces. El gobierno de Leonidas Plaza Gutiérrez (1912-1916), mediante decreto del 23 de abril de 1915, consagró ‘el Primero de Mayo de cada año, día feriado para los obreros del Ecuador’. El Día del Trabajo en Ecuador nació de la iniciativa obrera. Con ello se rindió homenaje a los trabajadores de Chicago (EE.UU.) que el 1º de Mayo de 1886 lanzaron una huelga general para lograr la jornada de 8 horas diarias, la misma que en los siguientes días llegó a contar con el apoyo obrero en todo el país”. (Orígenes del Día del Trabajo, Diario El Telégrafo, pág. 12, abril 30 del 2012).

En el marco de las recientes reformas gubernamentales que han permitido la eliminación de la tercerización, supresión de la precarización e intermediación laboral y, la prohibición de la contratación por horas (garantizando la jornada parcial), de la expectativa marcada por la ejecución de políticas estatales que benefician a los desposeídos y de una tendencia ideológica latinoamericana que levanta el puño izquierdo con matices propios, es pertinente saludar al trabajador y obrero en su día clásico... a la mujer y al hombre; activos y predispuestos en la faena cotidiana, porque la primavera es nuestra... y nuestros los colores de la tierra, según la palabra esperanzadora del subcomandante Marcos.

Que el 1 de mayo sea la síntesis histórica de la dignidad y la rebeldía, y el advenimiento de nuevos amaneceres que iluminen la riqueza espiritual y material del ser humano, es decir, la felicidad, en el horizonte amplio de las utopías.

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