Hacer leña del árbol caído es no tener poder de autoanálisis y sería únicamente incurrir en el facilismo del sentimiento de frustración que siente el común denominador. Las posibilidades estuvieron intactas en un grupo bastante parejo que fue dominado claramente por los galos, que al enfrentar a los ‘tricolores’ mostraron una versión interesante de juego asociado y controlaron un partido a base de utilizar mejor el balón y tener como premisa el pase entrelíneas, algo que no pudo obstruir el esquema de Rueda.

El desarrollo del encuentro fue jugado a las velocidades que impuso el conjunto dirigido por Deschamps, salvo algunas corridas de Énner Valencia, acompañado por un digno batallador como lo fue Arroyo, poniendo su talento y vergüenza deportiva hasta la última jugada.

El análisis de los partidos nos detendrá indefectiblemente en aquel fatídico contragolpe de Suiza que terminó en gol, pero la eliminación es mucho más que eso, porque no debemos esconder situaciones solo por buscar culpables. La Selección no cuenta con un plan B, y no lo digo porque el entrenador no lo tenga, sino porque el plantel es muy rico por las bandas en ofensiva, pero carece de manera alarmante de un armador nato, o de aquel futbolista llamado a manejar los tiempos y riendas de su equipo.

Las velocidades en este deporte son cada vez más altas, pero está muy claro que la rapidez mental nunca será superada, y en este Mundial Ecuador sufrió de no tener otro mecanismo a disposición de los partidos que debía enfrentar.

El trabajo realizado por este grupo de jugadores y cuerpo técnico es decoroso y debe ser reconocido por todos, porque gracias a su honestidad y transparencia nuevamente le dieron a un país la posibilidad de ilusionarse y sentirse orgullosos de su bandera al verla flamear en el torneo que paraliza al mundo.

De todo lo que nos pasa debemos aprender algo, y estos días en Brasil nos dejan la enseñanza de que arriesgando un poco más, creyendo en nuestras virtudes y trabajando en los detalles, los futuros seleccionados podrán seguir batallando a la altura de los mejores.