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John Berger, un huérfano brillante de la cultura contemporánea

Berger, autor de célebres obras como Modos de ver,  vivió la mayor parte de su vida en un pequeño poblado de Francia, donde escribía, pastoreaba y pintaba.
Berger, autor de célebres obras como Modos de ver, vivió la mayor parte de su vida en un pequeño poblado de Francia, donde escribía, pastoreaba y pintaba.
Foto: http://conversations.e-flux.com
04 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

John Berger (Inglaterra, 1926) cambió la pintura por la escritura a mediados de los 50, después de la segunda guerra mundial. “Había demasiadas urgencias políticas para pasarme la vida pintando”, dijo. Tras su muerte, este lunes 2 de enero, será recordado como marxista sin partido político, pintor, crítico de arte, cronista, novelista y poeta.

Pero ante todo, como un pensador que no necesitaba alinearse a las multitudes para ser uno de los más influyentes de su generación.

Berger pasó su infancia en internados, visitaba a sus padres los sábados y, a pesar de que se sentía amado, al mismo tiempo tenía la sensación de ser huérfano y trataba a los demás como tal. En una entrevista reciente a Diario El País, después de la publicación de su libro Rondó para Beverly, propone una conspiración de huérfanos:

“Rechazamos toda jerarquía, damos por sentada la mierda del mundo e intercambiamos historias sobre cómo, a pesar de todo, sobrevivimos. Somos impertinentes. Más de la mitad de las estrellas del universo son huérfanas, no pertenecen a constelación alguna y arrojan más luz que todas las estrellas de constelación”.

Su primera novela fue Un pintor de nuestro tiempo, en la que utiliza como hilo conductor la desaparición del exiliado húngaro Janos Lavin, que vuelve a Budapest en 1956. A un mes de su publicación, la obra fue retirada de circulación por presiones de un grupo anticomunista patrocinado por la CIA, entre los cuales se encontraría el poeta Stephen Spender.

En 1972 ganó el Premio Booker Prize, por su libro G, en el cual resignifica a Don Juan en clave feminista y marxista. Además, describe una carga de caballería contra obreros y familiares en el Milán de 1898, la violencia sobre los indefensos.

El libro constituye una base para entender el contenido de toda su obra posterior. Durante la premiación fue coherente con su postura literaria y subió a recibir el premio en un acto de protesta contra el conglomerado de agronegocios Booker McConnell, que le entregaba 5 mil libras por el galardón. Frente a un público ofendido por su reacción, Berger aclaró que la mitad de ese dinero lo destinaría a un libro sobre las personas explotadas por empresas como esa, y la otra mitad iría para los Panteras Negras (una organización nacionalista negra, socialista y revolucionaria).

“Cuarenta años después, Berger no es más el ‘crítico radical’ de entonces y esta obra no impacta -ni por su temática, ni por su estructura- como lo hizo en su momento (G).

No obstante, su lectura sirve para entender las preocupaciones formales y filosóficas que han acompañado al escritor a lo largo de toda su vida”, dice en una crítica publicada por el portal argentino Página 12 la periodista Ana Fornaro.

Tras su muerte, el periodista y escritor Manuel Rivas dice que el compromiso de John Berger era escribir. “A esta idea del compromiso habría que añadir: Y todo lo que escribes te compromete. Berger llevó al extremo la condición germinal y sensorial del lenguaje. La arqueología habla de la línea de lo inaccesible: no se puede ir más allá en la búsqueda. Berger traspasaba esa línea con una íntima complicidad del activismo del sentir y del pensar”. (I)

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