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El Telégrafo

Terrorismo global: la sutil estrategia del imperio

13 de agosto de 2012

La guerra tiene sus reglas. Hasta que EE.UU. decidió cambiarlas y poner en juego otra estrategia en el campo de batalla. Los tiempos cambian, las reglas del juego también. A esto el imperialismo norteamericano lo tiene muy en claro y renueva su apuesta de dominación planetaria con un as bajo la manga.

Asimismo, el terrorismo como discurso comprende un variopinto de interpretaciones. Pero la que se impone es la anglosajona, que tiene como fundamento el etnocentrismo. La que afirma con enérgica severidad que los regímenes de terror que atentan contra la democracia son fuerzas externas que provienen del Oriente.

Durante la Guerra Fría era el comunismo. Entrado el siglo XXI, el enemigo pasó a ser el fundamentalismo islámico que tuvo como presentación estelar a la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Justificación que daría inicio a las cruzadas bélicas en tierras asiáticas.

En consecuencia, el terrorismo “directo”, como lo ha venido planteando EE.UU. durante la última década con las invasiones a Afganistán e Irak, ya no cuentan con la aprobación de muchas naciones, principalmente aquellas que le disputan espacios de influencia geopolítica como Rusia y China, que le han “vetado” el pasaporte de ingreso a Medio Oriente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Entendamos esto. El terrorismo es por naturaleza una práctica violenta que tiene como lógica atentar contra la voluntad de los pueblos y las garantías institucionales que estos poseen para alcanzar determinados intereses, que por lo general son el correlato de intereses superiores, perjudicando a largo plazo a la sociedad civil.

Sin embargo, el terrorismo nunca es una manifestación aislada de un grupo de “rebeldes anónimos” que buscan generar caos en pos de su fanatismo religioso. La lectura es mucho más compleja y nos remite a pensar cuál es su matriz histórica. Si hay un terrorismo civil, es porque existe un terrorismo imperial, madre del terrorismo universal contemporáneo. Las supuestas víctimas como EE.UU., Gran Bretaña o Israel no son más que los verdaderos victimarios, que actúan a través del Estado como instrumento de terror a escala global.

Empero, el contexto ha cambiado. EE.UU. y sus aliados occidentales han perdido credibilidad y consenso en los foros internacionales. Por lo que el imperialismo ya no necesita formar ejércitos regulares para invadir países. La estrategia sutil pasa por alentar al terrorismo y financiar a grupos de mercenarios para desestabilizar gobiernos que no son del gusto de su paladar, a los que considera “enemigos de la democracia y la paz mundial”. Ya aplicó esta modalidad en Libia. Ahora intenta hacerlo en Siria.

(*) Ensayista y escritor. Integrante del Centro
de Estudios Históricos, Políticos y Sociales
Felipe Varela, de Argentina.

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