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El Telégrafo

Socialismo y memoria

04 de noviembre de 2013

América Latina sigue discutiendo qué es el socialismo a medida en que el neoliberalismo sigue debilitándose por el fracaso de sus políticas y la reacción de movimientos sociales y políticos progresistas de izquierda.

El debilitamiento neoliberal económico no implicó su debilitamiento en lo cultural, estético, mediático, académico, etc., hoy en día aún controla algunos de esos espacios, difundiendo los viejos postulados de una libertad centrada en la competencia como núcleo que fomente la idea fantasmagórica del libre mercado.

Consolidando espacios cosificados de discursos para sobrevivir bajo la cubierta moral de la política: estrategias y tácticas de sobrevivencia, tomando, incluso, conceptos del socialismo ortodoxo-estalinista para recubrir, para generar una coraza desde la cual combatir a las acciones socialistas que para nada son puras y definidas.

Coraza de apariencia socialista con núcleo liberal: libertad, igualdad, progreso, derechos, se encubren bajo la defensa de un socialismo “verdadero y puro” y un conjunto de contradicciones de principios que los hacen pasar como dialéctica de la historia cuando bien es un mecanicismo de hacer de la historia la recreación banal de grupos que se autoerigieron como el baluarte sagrado de todo lo llamado revolucionario.

Ahora hay quienes parecen conocer el grado de pureza del socialismo: el recetario; dejando de lado la complejidad de la historia no oficial, social, pero sobre todo de la memoria. Hemos vivido casi dos décadas de disputas por la memoria: el acumulado y las centralidades de la lucha social por el poder.

Aún persiste el debilitamiento neoliberal en el debilitamiento del socialismo estalinista; llegando a tener coincidencias sorprendentes: una amalgama entre Stalin y Hayek. Visión conductista, reflexológica del quehacer (no del qué hacer) de la masa social. América Latina ha dado tremendas lecciones reflexivas desde una praxis liberadora.

La construcción del socialismo no pasa por ninguna centralidad; esa que añoran muchos de los “libertarios” socialistas-anarquistas y neoliberales de principios del siglo XX. Vivimos un ciclo que une lo político y lo económico; cuando estos dos en el resto del mundo se partieron y separaron hace mucho tiempo.

La coincidencia de ciclos es una oportunidad única para partir el espinazo neoliberal y sus formas conservadoras. El socialismo es una disputa de la y por la memoria en todo sentido; sin las sutilezas, ni delicadezas ni maneras de mesa de la burguesía o de la clase media acomodada. El socialismo exige una visión cruda de la realidad para modificarla. Solo así es posible defender la historia social cada día.

Si la Revolución Ciudadana se inclina para un lado u otro de la balanza política solo da cuenta de que es una revolución en disputa porque es histórica, humana y con un horizonte abierto al éxito o al fracaso que, en cualquier caso, será lo que nosotros permitamos; el éxito vendrá en hacer de ella una Revolución Popular con su instrumento político, el Estado Popular.

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