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El Telégrafo

¿Señor o servidor?

08 de enero de 2012

Sin duda, el nuevo año nos presenta muchas incógnitas y desafíos, algunos de los cuales tienen que ver con proyectos materiales trazados con o sin mucha planificación, pero –casi siempre- con una gran dosis de expectativa. Sin embargo, los caminos de la vida están sembrados de sorpresas y, a veces, el simple esfuerzo y cuidado no basta para llegar a la meta. ¿Cuántas veces quien hizo las cosas con poco sacrificio y esmero logró más que otro aparentemente más preparado que luchó con mayor ahínco?

Estas situaciones nos dejan a veces perplejos, y con un sabor amargo, pues juzgamos según las normas que rigen la sociedad y nuestro mundo material;  en otras palabras, por lo visible y –aparentemente- lógico. Por eso, no faltan quienes acuden a “especialistas” de la adivinación y la suerte, tratando de averiguar lo que les depara el futuro y/o hacerse baños de suerte, limpias, etc. Pero, no vamos a hablar de esto por ahora, sino de la oración que, muchas veces hasta se mezcla con las consultas y terapias de videntes y brujos.

La comunicación con Dios puede tener un sinnúmero de propósitos, incluyendo los de lograr nuestras metas; entre las oraciones más sorprendentes, están las del deportista para que el Señor le otorgue la victoria, las del estudiante para sacar buena nota aunque no haya estudiado, las del soldado antes de partir a matar a quienes ni siquiera conoce, y hasta las del ladrón antes de salir a robar.  

Todo el mundo ora, pidiéndole a Dios lo que no puede alcanzar por sus propios medios, frecuentemente, sin la más mínima consciencia, pues cree que Dios es su servidor, no su Señor; una especie de ‘genio’ salido de una botella, que tiene poderes para hacer lo que le pidamos y, si las cosas no resultan, renegamos de Él o lo olvidamos hasta la próxima necesidad. El problema se agrava porque no tenemos claro lo que es la Fe, pensando que hay que tener fe sin importar en qué, como cuando se dice: “lo importante es que sea feliz”. En fin, estamos rodeados de muchas creencias erróneas con un  cristianismo desfigurado.

¿Acaso lo dicho, significa que debemos ser negligentes o poco previsores, o que no debemos acudir a Dios para hablarle de nuestros planes y esperanzas?, de ninguna manera. La comunicación con Dios debe ser constante, pero reconociéndolo como Señor, no como servidor nuestro, y dentro de los principios y valores cristianos, esforzándonos por ser eficientes, pero aceptando su voluntad sea cual fuere el resultado, pues escrito está: en vano vigila el guardia si Dios no está con él. Bendiciones.

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