Luego de aquella famosa reunión de septiembre de 2000, en la que los Jefes de Estado y representantes de 147 países firmaran los “Objetivos del Milenio para el Desarrollo”, la historia empezó a cambiar para una buena porción de la población mundial. A pesar de que una parte de esas metas no se van a cumplir (tales como reducir la mortalidad materna en un 75% y la infantil en 2/3), el principal objetivo de lograr la disminución a la mitad del número de personas que viven en la extrema pobreza se cumplió desde hace ya 3 años, al pasar del 43% de los habitantes del planeta en 1990 a tan solo el 21% en 2010. En relación a este trascendental éxito, en la última rueda de prensa de la reunión de primavera de todas las instituciones financieras internacionales en Washington, su presidente Jim Yong Kim mostró una hoja de papel con el año 2030 y anunció a todos los presentes que ese era el año para erradicar por completo la pobreza extrema del orbe.
Las razones son múltiples, pero se circunscriben fundamentalmente al crecimiento económico y una mejor distribución de la riqueza, como demuestra el estudio de Martin Ravallion (exjefe de investigación del Banco Mundial) al analizar el fenómeno en 125 naciones. Dicha investigación revela cómo un incremento del 1% en el PIB genera solo 0,6% de disminución de pobreza en los países más desiguales y hasta 4,3% de descenso anual en los que tienen mejor distribución del ingreso.
Al respecto, el informe anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ubicó a Ecuador como el segundo país de la región en reducir en 2012 significativamente el nivel de pobreza. El descenso fue del 4,7% durante el año anterior. Los datos demuestran que en 2010 el porcentaje de personas bajo la línea de pobreza era del 37,1% y en la indigencia del 14,2%, mientras que en 2011 se redujo a 32,4% y 10,1% respectivamente. Según este organismo, en 2002 las cifras de Ecuador en relación a la pobreza eran del 49% y de indigencia el 19,4%, lo que representa una reducción de 16,6 puntos en 10 años, cayendo la extrema pobreza a menos de 900.000 personas.
A propósito, cabe destacar que entre los empresarios ecuatorianos existe cada vez más conciencia sobre la necesidad de conseguir mayores niveles de ingreso aumentando el salario promedio y saliendo de la trampa de crear competitividad en base a salarios bajos. Pero como en todo, es el actual régimen el que ha dado señales claras, creando los mecanismos para garantizar esa toma de conciencia y de acciones alrededor de estas iniciativas.
Erradicar la miseria sobrepasa el período de todo gobierno, pero no así el del Estado. Consecuentemente, debemos promover la eliminación sistemática de barreras a la inversión productiva, la regulación contra la creación de nuevas estructuras oligopólicas y la mejor redistribución de la riqueza y así, generando oportunidades, seguiremos dando pasos enormes hacia la reducción de la pobreza y las desigualdades sociales.