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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Pedro Jorge Vera y su huella latente

10 de febrero de 2015

Los pueblos fecundan mujeres y hombres apasionados por el devenir colectivo, cuyo destino tiene directa interrelación con la profética mirada del mañana. Su quehacer vivencial invoca el deber impostergable por el futuro benigno de los desposeídos, por la edificación de la justicia social, por la huella promisoria de mejores vientos humanos.

De aquellos hombres de mirada fija y convicciones firmes, fue Pedro Jorge Vera; un militante comprometido hasta la médula con el cambio de estructuras socioeconómicas. Fiel propulsor de las manifestaciones culturales y artísticas, este personaje se mantuvo indomable ante el acecho neoliberal. Al contrario, a través de su infatigable tarea periodística en La Calle, Mañana y otros medios impresos, denunció las inequidades capitalistas y el atropello a la dignidad de las personas, como resultado de la aplicación de un modelo político reaccionario. Por ello, su apego a la izquierda fue coherente con la difusión de sus ideas progresistas. Desde temprana edad fue seguidor de la juventud comunista, sin que esto limite su capacidad autocrítica dentro de la concepción revolucionaria. Cabe soslayar su actitud antiimperialista y ese interés por profundizar las tesis marxistas.

Su preocupación por la patria que lo vio nacer fue constante, especialmente en las áreas de la política y la cultura. Sus ansias por rumbos distintos en favor de la población le permitieron ser protagonista de sucesos como ‘La Gloriosa’ de aquel 28 de mayo de 1944. Fue un ferviente seguidor de la Revolución Cubana, y de su máximo líder: Fidel Castro. A la isla viajó por varias ocasiones. Así también su inquietud por descubrir el mundo lo llevó a parajes lejanos como China, Corea, la ex-URSS, Alemania, gran parte de Europa. Y, desde luego, los hermanos países latinoamericanos, como Chile, Argentina, México, Colombia, Venezuela, Nicaragua, entre otros. Aquello le permitió palpar por cuenta propia la realidad de las naciones.

Escritor de fértil pluma, propagó su oficio en varios géneros: poesía, novela, cuento, teatro, ensayo. Sostuvo una fuerte relación con importantes círculos intelectuales. Amigo de Joaquín Gallegos Lara, José de la Cuadra, Diógenes Paredes, Oswaldo Guayasamín, Jorge Enrique Adoum, Benjamín Carrión, Eduardo y Nicolás Kingman, Jorge Icaza, Jorge Carrera Andrade, Nelson Estupiñán Bass, Adalberto Ortiz…, también consolidó nexos de confraternidad con pares de fuera del Ecuador. Con ellos sostuvo correspondencia, tal como lo detalla Raúl Serrano Sánchez en el libro Los amigos y los años.  

Entre sus obras resaltan: Romances madrugadores, Nuevo itinerario, Túnel iluminado, Los animales puros, La semilla estéril, El pueblo soy yo, Las familias y los años, Este furioso mundo, Tiempo de muñecos, ¡Jesús ha vuelto!, El cansancio de Dios, Luto eterno, Un ataúd abandonado, Nada más que cuentos, El asco y la esperanza.

En Gracias a la vida -trabajo autobiográfico-, Vera describe sus peripecias, anécdotas, criterios personales, encuentros y desencuentros, amores y desamores, entorno a la literatura y a los procesos de transformación popular. En el mes entrante de marzo se cumplirán dieciséis años de su muerte.

Es plausible que El Ángel Editor y la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas -del cual Vera fue asiduo gestor-, hayan publicado la obra poética de nuestro personaje el año anterior. A cultores de las letras y de la vida como Pedro Jorge Vera siempre hay que recordarlos, para bien de nuestra memoria colectiva.

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