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El Telégrafo

Operación “Juegos Olímpicos”

06 de septiembre de 2013

La idea de atacar a Irán por Internet surgió en 2006, como un recurso secreto, después de las generalizadas críticas recibidas por el gobierno de George W. Bush a causa de la agresión militar a Irak.

En efecto, un programa informático se infiltró en las computadoras de Natanz, que es un centro de enriquecimiento de uranio en Irán, con el fin de enviar información de su funcionamiento a la Agencia de Seguridad Nacional. Con los datos obtenidos, los técnicos de Estados Unidos diseñaron un virus denominado Stuxnet.

Cuando Obama tomó el relevo de George W. Bush, este le animó a que mantuviera los ataques informáticos. Dos habrían sido los motivos: eran efectivos para vigilar los procesos del programa nuclear iraní y evitarían que Israel considerase un ataque contra Irán.

El Departamento de Defensa de EE.UU. prohíbe a sus empleados ver documentos “secretos” publicados por WikiLeaks o por diarios como The GuardianEl presidente Obama -por el curso que tomaron los acontecimientos- le hizo caso a su antecesor. En 2010, el virus inhabilitó 1.000 centrifugadoras de las 5.000 que se estaban utilizando para enriquecer uranio. Los encargados del programa nuclear iraní no sabían con certeza lo que estaba ocurriendo en Natanz, cuando el virus empezó a atacar a las centrifugadoras. El hecho fue que empezaron a actuar defectuosamente. Los técnicos iraníes pusieron en cuarentena buena parte de sus equipos y los responsables del programa despidieron parte del personal, sospechando un sabotaje. Luego de muchos esfuerzos, pudieron identificar a Stuxnet, que en ese momento ya estaba fuera de control, incluso de las autoridades norteamericanas.

El periodista David Sanger, corresponsal en Washington del New York Times, ha recabado información sobre este caso entrevistando a altos funcionarios estadounidenses, bajo la condición de anonimato.

En junio de 2012 el New York Times reportó que el general James E. Cartwright, de la Infantería de Marina, jugó un papel clave en la operación denominada “Juegos Olímpicos”, que se inició en la administración de George W. Bush. El general retirado, a quien lo acusan de filtrar información sobre este caso, fue vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos de 2007 a 2011.

El secretario de Justicia, Eric Holder, y el fiscal general del Estado de Maryland, Rod Rosentein, tienen ahora en el punto de mira al condecorado exgeneral, según informó la cadena NBC. Las investigaciones continúan. Queda claro que las instituciones encargadas de administrar justicia en los Estados Unidos están dispuestas a perseguir sin piedad cada revelación de secretos considerados “de Estado”.

El desesperado intento por impermeabilizar en sus propias filas los lugares desde donde pueden salir las “filtraciones” está llegando a niveles increíbles: el Departamento de Defensa estadounidense prohibió a sus empleados mirar documentos “secretos” publicados por WikiLeaks o por diarios como The Guardian, entre otros.

¿Cuál será el destino del exgeneral? ¿Se amplían las posibilidades de espiar casa afuera? ¿Se reducen las posibilidades de informar la verdad, casa adentro?

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