Siguen cundiendo las confusiones en torno al periodismo in the pendiente. Ese periodismo atado a los intereses de sus dueños, ideológicamente sesgado, pero practicado con el disimulo de los que aparentan neutralidad, aún cuenta con la credibilidad ingenua -o no tanto- de muchos ciudadanos en Latinoamérica.
Son los medios que han declarado la guerra a los gobiernos que tienen escucha de lo popular. Son esos aliados históricos de las oligarquías locales y las multinacionales, que no toleran la pérdida de influencia en la nueva situación y que ven afectados los intereses de sus propietarios. Son los que en nombre de la libertad de expresión de unos pocos, atacan y oprimen la libertad de acceso a opinión veraz y plural de parte de millones de ciudadanos.
No falta quien cree que “hay que informarse por los medios privados, porque los del Gobierno son parciales, en cambio aquellos dicen la verdad”. Es la ignorancia de quienes creen que el único poder es el poder político, y no se dan cuenta del enorme peso del poder económico y del mediático. Los que creen que existe alguna verdad objetiva pura, y no versiones siempre parciales y dichas desde un punto de vista que no puede ser neutral. Son los que toman el disimulo y la hipocresía de los medios autodenominados independientes, como si fuera un certificado de imparcialidad. Los que leen y miran por TV la versión del Imperio y de los poderosos, y creen estar asistiendo a una platónica -por lo pretendidamente pura- escenificación de la verdad.
Tampoco falta la creencia de que hay legitimidad de los dueños de medios para decir, literalmente, lo que les venga en gana; como si lo suyo no fuera una función social, sujeta al control ciudadano. Pero si de legitimidades se trata, está claro que la parcialidad de un gobierno en defenderse a sí mismo se justifica en el voto popular mayoritario, por un lado, y en el ejercicio del poder en pro de intereses mayoritarios, por otro. La de un gobierno es una voz parcial, pero es la que la población eligió para conducir el país desde la dirección del Estado por un período determinado. Es la más legitimada de todas las voces parciales, sobre todo cuando al gobernar responde efectivamente a esa voluntad expresada en el voto, y no a la del stablishment económico multinacional.
Pero a los dueños de los medios...¿quién los eligió? ¿No es la posesión de dinero, sin más, la que permite que se erijan en ese lugar? ¿No es simplemente su disimétrica condición económica la que les permite ser propietarios?
Siendo así, ni los votó nadie ni el lugar que les compete es el de ejercer la oposición política, el cual corresponde a los partidos políticos opositores exclusivamente y está fuera de las atribuciones de los medios de comunicación, ciertamente tanto de sus propietarios como de sus periodistas.
Y para nada es de extrañar que su visión falsamente “independiente” sea casi siempre la de los ricos y poderosos, su visión no solo es parcial e interesada, sino que lo es desde el punto de vista de los que más tienen y en contra de los pobres y desposeídos. Los que, hasta donde sabemos, no tienen entre sus difíciles posibilidades de vida la de dedicarse a ser dueños de diarios, de radios o de canales de televisión.