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El Telégrafo

Momentos culminantes del papado II

01 de abril de 2013

Estos relatos no se hacen con la intención de echar lodo sobre la Iglesia Católica, que siempre tuvo miembros probos y sobre los cuales se escribirá en su debida oportunidad, sino para que se pueda juzgar objetivamente el crucial instante que ahora vive.

Con respecto a las acusaciones que se hacen en contra del Pontífice reinante sobre su actuación durante la dictadura argentina, se debe poner en claro que incluso el sacerdote  Jalics, sometido a duras torturas durante ese régimen, ha negado que el Papa lo hubiera denunciado a él o a su amigo. Declaró tajantemente: “El hecho es: el padre Bergoglio no denunció a Orlando ni a mí”.

Es imposible ponerse en el lugar en el que el Papa estuvo, sin aceptar que en Latinoamérica jamás se dio algo tan cruel como esta dictadura instaurada por los EE.UU. Si él hubiera sido radical, lo habrían arrojado vivo desde un helicóptero o asado a la braza, y si hubiera tenido solo una pizca de radical, no habría llegado adonde llegó; por eso hay que dar tiempo al tiempo y no dar palazos de ciego, tener paciencia porque amanecerá y veremos, además, él no la tiene nada fácil: debe cortar por lo sano y limpiar las acusaciones de homosexualidad y pedofilia que recaen contra solo una minúscula parte de sacerdotes católicos, y lo más complicado aunque no imposible, combatir la corrupción en el manejo mafioso de la economía del Vaticano, porque es bien conocido que por la plata baila el perro y por el oro perro y perra, y en sus arcas hay mucho oro. Sería un verdadero milagro que la banca de la iglesia, inmersa en la banca internacional, controlada por la podredumbre de las grandes potencias, que incumplen los mandamientos no robar y no matar, no se hubiese contaminado.

El Papa Francisco debe hacer suyas las palabras de su predecesor, Benedicto XVI, quien sostuvo: "Jesús fue enviado por Dios para salvarnos de ese mal profundo, arraigado en el hombre y en la historia, que es la separación de Dios, el pretencioso orgullo de actuar por sí solo, intentar competir con Dios y ocupar su puesto, decidir lo que es bueno y es malo y ser el dueño de la vida y de la muerte", que es lo que a diario hacen las potencias imperiales al agredir a los pueblos en busca de arrebatarles sus riquezas y diseñar un sistema que está acabando con la vida, la más hermosa obra del Creador.      

Por lo pronto, el Papa Francisco ha comenzado con pie derecho al pedir perdón en nombre de la Iglesia "por no haber hecho lo suficiente" y canonizar a una de las víctimas de la dictadura argentina.

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