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El Telégrafo

Los transgénicos y la academia

04 de noviembre de 2012

En varios talleres sobre transgénicos (TG) organizados por universidades ecuatorianas, privadas (UDLA) y públicas, y por la Secretaría Nacional de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), se evidenciaron opiniones opuestas sobre los beneficios o riesgos de la tecnología para producir TG y sobre el valor de los producidos ya existentes. Para algunos investigadores, son dañinos para la salud humana y para otros no. Ha sido complicado encontrar puntos de acuerdo que permitan llegar a una posición consensuada.

Los argumentos presentados por las dos posiciones opuestas sobrepasan la discusión científica y topan aspectos políticos, ideológicos, económicos, culturales, ancestrales, de biodiversidad y más. Por fortuna, siempre se ha reiterado en los foros académicos que la tecnología genética para producir transgénicos está presente en el Ecuador y que esta debe ser tomada en cuenta como una herramienta más que contribuya a la solución de los problemas humanos: hambre, producción, ambiente, equidad, justicia, redistribución, saberes, etc.

Es, por lo tanto, la ciencia la llamada a aclarar si los conocimientos actuales sobre la transgénesis y los TG son suficientes para que un país o una sociedad decidan sobre su uso o desarrollo, sobre todo porque ahora la tecnología en esta área se ha modernizado tanto que cada vez la entendemos mejor y es más segura. Su marginación o prohibición nos retrasará como país.

Lastimosamente, en el Ecuador aún no existe una academia de ciencias (su creación es indispensable) que agrupe a expertos en estos temas, para que desde varias perspectivas se analice la problemática. En otros países la Academia es consultada para aclarar a la población los problemas científicos que implican toma de decisiones políticas. Es con datos científicos sobre una tecnología o un producto tecnológico que deben iniciarse discusiones amplias y democráticas.

En los talleres sobre TG se ha logrado, de alguna manera, el análisis fundamentado, pese a planificados intentos de llevar la discusión hacia el desorden y la descalificación. Pero parece que la ciencia es un buen antídoto para evitar el bullicio y abrir espacio al conocimiento y nutrir los debates con opinión respaldada.

Los talleres académicos sobre TG revelaron la necesidad de salir de la academia y organizar talleres inclusivos que incorporen en las discusiones a ciudadanos comunes que deben libremente exponer sus posiciones, aun en temas científicamente complejos. También han mostrado que son necesarios como espacios de deliberación y que el tema de los TG debe continuar sobre la mesa del debate.

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