Publicidad

Ecuador, 04 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Los Rosenberg II

22 de junio de 2015

La élite gobernante de EE.UU., enceguecida por el odio al comunismo, no podía aceptar la pérdida del monopolio nuclear y que la Unión Soviética, prácticamente por sus propio medios, hubiera desarrollado la bomba atómica. Si algún espionaje se dio no fue por parte de los esposos Rosenberg sino de Rudolf Abel, quien trabajó durante 14 años en Brooklyn, donde creó una red de agentes que obtuvo datos atómicos e información sobre los planes bélicos de EE.UU. para lanzar un ataque atómico contra la URSS. Abel fue intercambiado en 1962 con Francis G. Powers, el aviador estadounidense derribado cuando en misión de espionaje piloteaba un U2 sobre la URSS.   

Los trabajos para la fabricación de la bomba atómica fueron suspendidos en la URSS al comienzo de la Gran Guerra Patria y reiniciados al final de la misma. En la Conferencia de Potsdam, Truman le comunicó a Stalin sobre el éxito del experimento atómico norteamericano, Stalin no reaccionó de manera ostensible y Truman tuvo la impresión de que no había entendido de qué le hablaba. El Mariscal Zhúkov cuenta en sus memorias que después de la reunión Stalin le manifestó a la delegación soviética: “Hay que hablar hoy mismo con Kurchátov (célebre físico que dirigía la investigación atómica de la URSS) para que acelere nuestro trabajo”. Yo entendí que hablaba de la creación de la bomba atómica.

Pero en Washington habían decidido reprimir a los ciudadanos de ideas progresistas y parte de esta conspiración fue ejecutar a los Rosenberg. El mundo entero protestó contra esta barbaridad por lo que el gobierno norteamericano ofreció el perdón a los esposos Rosenberg si se declaraban culpables. Ellos rechazaron esta innoble propuesta y prefirieron mantener la verdad, aun a costa de sus vidas. Julius Rosenberg en carta a su mujer escribe: “La terrible realidad es que nuestro caso se está utilizando como enmascaramiento para detener a las personas abiertamente progresistas y acabar con las críticas a una política que puede llevarnos a la guerra atómica”.

El expediente completo del caso, junto con la solicitud de clemencia, fue entregado en la Casa Blanca. En menos de media hora fue negado el perdón a los Rosenberg. Esta rapidez, según Julius Rosenberg, “demuestra al mundo que el presidente Eisenhower jamás leyó el expediente ni vio nuestra solicitud de clemencia.”

A Eisenhower le llovieron decenas de miles de cartas, que le fueron enviadas desde los 5 continentes, las multitudes llenaron las calles de París, Londres, Moscú, Roma y de cientos de ciudades más. Las fotos de Ethel y Julius se repartieron en hojas volantes, la gente lloraba de rabia, apretaba sus dientes y se enronquecía gritando: ¡Salvad a los Rosenberg!, pero el general Eisenhower no les escuchó. Hace 62 años, el 19 de junio de 1953, Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados por la ultraderecha norteamericana.

La experiencia que tenían en este campo era basta, repetían lo que le habían hecho a Nicola Zacco y Bartolomeo Vanzetti, 2 anarquistas italianos electrocutados el 23 de agosto de 1920, así mismo, inocentes. (O)

Contenido externo patrocinado