El proyecto ideológico de Alianza PAIS -heredero de la ‘Alfarada’- ha mostrado al mundo los avances sorprendentes que puede alcanzar una nación, empoderada de sus derechos y su destino cuando tiene el sustento de un programa transformador, un líder ilustrado y valiente, un marco constitucional adecuado y progresista y un conglomerado social movilizado.
La Revolución Ciudadana se construye en la legalidad democrática, lo atestiguan los múltiples procesos eleccionarios -resultados inobjetables- donde el pueblo ecuatoriano le ha entregado la legitimidad histórica necesaria que posibilita la arquitectura del socialismo del Buen Vivir como manifestación de un futuro venturoso y cercano. Empero, algunos de estos fines virtuosos serán complejos de lograr si el sistema neoliberal no desaparece totalmente, dadas sus conocidas relaciones de dependencia de grupos fácticos que aún mantienen enclaves sustanciales en algunos gobiernos locales.
La proximidad de los comicios municipales puede ser la oportunidad de decantar el mapa electoral y obtener, con la conciencia política y social de las masas, dar al traste con los últimos rezagos del populismo feudal derechista. Este accionar dará paso a un régimen de democracia nacional, que al trocar la matriz productiva logrará la recuperación del Estado como la máxima expresión de convivencia social, con leyes que crearán riqueza, equidad y estabilidad, optimizando nuestros recursos naturales y humanos. Y obviamente, ganando en calidad y amplitud las grandes obras realizadas ya: educación, salud, infraestructura energética, vial y las transformaciones institucionales, conseguidas en menos de una década por el gobierno popular.
No obstante, y aunque parte de la burguesía económica, vestida con ropaje democrático, pero de confesada fe reaccionaria y violenta, haya intentado forjar una entente para enfrentar a los candidatos de PAIS, su desembozado enmascaramiento cada vez convence a menos electores, su frondosa terminología de ribetes constructivistas son solo el anzuelo para unos pocos incautos, que no distinguen la dicotomía de la partidocracia, que se contradice entre la palabra y la acción.
Los cambios vendrán, más allá de lo posible, podremos producir conocimiento y los científicos y técnicos ecuatorianos, en unos años, serán parte del paisaje, transferirán tecnología, adicionando valor a las exportaciones de la patria sin menoscabo de la naturaleza, consolidando la presencia de Ecuador en el planeta.
La edificación del nuevo Estado ciudadano, que sustituirá al régimen burgués, nos corresponde a todos, solventando fórmulas compatibles con la realidad, levando, si es preciso, piedras descomunales que se nos pongan en el camino, mentales o físicas. Lo demostró el presidente Correa hace 15 días, en Arenillas, sacando rocas de la vía, sin remilgos ni fatuidad.