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El Telégrafo

El suelo agrícola y las máquinas

27 de agosto de 2013

El hombre seguramente inició su humanización cuando reconoció que la fuerza de sus músculos no era suficiente para aumentar la producción del suelo, necesaria para la supervivencia de su colectivo, y con su inteligencia inventó el arado, herramienta originada en Mesopotamia hace 3.500 años antes de Cristo.

El tractor, máquina provista de un motor de vapor que podía arrastrar herramientas como el arado, se construyó en plena Revolución Industrial, perfeccionándose posteriormente con los motores a combustión  adquiriendo en la década del 30 las características que tiene.

Actualmente provisto de tracción en las cuatro ruedas y más de 120 CV, ha permitido ampliar a más de 200 hectáreas la superficie que puede ser atendida por un solo trabajador.

Estas máquinas aumentaron la capacidad productiva para enfrentar las actuales necesidades y la hambruna de los sectores deficitarios del mundo, pero también han presentado impactos negativos, como son la contaminación ambiental por consumo de combustibles fósiles y la falta de capacitación de los usuarios en los países subdesarrollados donde fueron introducidas.

Los arroceros manifiestan que el fangueador (aparato utilizado para la preparación del suelo) les deterioró la tierra que servía para diversos cultivos. Esta reflexión nos indica que el campesino no diferenció los suelos con características para diversificación agrícola y los manejó como arroceros, que son suelos con un alto contenido de una arcilla característica que con las lluvias se expande obstruyendo el drenaje y que durante la época seca se agrieta (sartenejas). El fangueador no causa deterioros en suelos con estas características.

En Quevedo, en la zona central de campos suavemente colinados, se extendieron activamente los cultivos de soya y de maíz. En pocos años se observaron diferencias de producción en cultivos dentro de la misma zona con suelos similares provenientes de cenizas volcánicas con un alto contenido de arcillas alofánicas caracterizadas por una alta capacidad de intercambio de elementos químicos y acumulación de materia orgánica por procesos poco conocidos.

Al parecer, la diferencia se debía a la utilización de maquinaria no adecuada que destruyó la estructura favorable de estos suelos. Lo malo de todo esto es que, una vez alteradas estas estructuras, no pueden recobrarse, lo cual nos demuestra la importancia de la capacitación en el manejo de los suelos con la información de los mapas que tenemos y que poco se utilizan.

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