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El Telégrafo

El Opus Dei y el monumento

16 de febrero de 2012

Poca gente de nuestro medio sabe algo del Opus Dei; conoce a lo mucho que es una organización católica a la cual dentro de la propia Iglesia se denomina la “Mafia Sagrada”; que la fundó hace décadas un cura fanático de origen vasco llamado Josemaría Escrivá de Balaguer, elevado a los altares de la santificación por el anterior Pontífice; que nació y ha permanecido en lo principal como una orden secreta; que apoyó a dictaduras tenebrosas de América Latina, como las de Pinochet y los generales argentinos… y pare de contar.

Se conoce menos que en el Ecuador el Opus Dei está íntimamente vinculado a lo más rancio del curuchupismo serrano y a lo más desaforado de la oligarquía de Guayaquil, que son dos caras de una misma moneda, por no decir del mismo dólar. Al Opus Dei se debió en gran medida el triunfo presidencial del ingeniero León Febres-Cordero, pues los altos prelados vinculados a la “ Mafia Sagrada”, en su momento, permitieron el uso de imágenes tan reverenciadas como la Virgen de Fátima para que saliera en romería por las calles de Guayaquil, en abierta campaña electoral a favor del nombrado cabecilla socialcristiano. También el Opus Dei cobijaba bajo su toldo a los dinosáuricos militantes de Tradición Familia y Propiedad, que escondían bajo su túnica medieval el garrote de la intolerancia fascista, y que deambulaban por todo el Ecuador exhibiendo grandes cruces y enormes retratos del ganadero de El Cortijo.

Pues bien, personajes del Opus Dei se han dejado ver hace poco en plena campaña antialfarista, anatematizando al “Viejo Luchador” como sectario propulsor del laicismo, y reivindicando la memoria del sacerdote alemán Pedro Schumacher, célebre obispo de Portoviejo que excomulgaba liberales como Felicísimo López y que, para guerrear contra la Revolución Liberal, armó huestes conservadoras en Manabí, huyendo derrotado a Colombia, desde donde invadió al Ecuador con milicias que fueron aplastadas por los revolucionarios carchenses, cuya figura emblemática, el periodista y militar Luciano Coral, fue inmolada con Alfaro en la “Hoguera Bárbara”. El vengador de Schumacher fue un dignísimo miembro del Opus Dei, Ruiz Navas, también obispo de Portoviejo, quien  ejerció su venganza periodísticamente, a través de la columna que mantiene, claro está, en el diario El Universo.

Ahora, en el debate desatado en Guayaquil con motivo de la decisión nebótica de erigir un monumento colosal a Febres-Cordero, ha salido a romper lanzas a favor del  mismo el más connotado personaje del Opus Dei en el Ecuador, el arzobispo Antonio Arregui, presidente del Comité Pro Monumento, gracias al cual sabemos que el armatoste propuesto costará cerca de medio millón de dólares, pagables no a escultores ecuatorianos sino a uno español; suma con la que bien podría el alto prelado, que representa a un Estado extranjero -El Vaticano- y a la vez preside la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, construir un centenar de viviendas para tantos pobres que duermen en los portales de Guayaquil.

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