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El Telégrafo

El Modelo Simple del Crimen Racional

26 de julio de 2012

Conocer los orígenes de la corrupción y las razones por las que la gente trampea y engaña es un tema que ha sido analizado desde la existencia misma del ser humano. ¿No fue Caín el primer corrupto que por envidia asesinó a su hermano Abel?

Gary Becker, premio Nobel de Economía de la Universidad de Chicago, usando teoría económica racional, sugiere que la gente comete crímenes basados en un análisis racional de cada situación. Miremos al normal empleado guayaquileño que quiere llegar a tiempo a su importante reunión y no encuentra un lugar para estacionar. Decide parquearse ilegalmente en doble columna o en un sitio con un claro signo de no estacionar y se arriesga a una citación o a ser remolcado por la grúa de la CTE.

Lo hace porque intuitivamente ha ponderado el posible costo de ser agarrado en esta infracción, multado y remolcado, contra el beneficio de llegar a tiempo a su compromiso. En esta ponderación no está considerando  si es un acto correcto o equivocado; es simplemente la comparación de los resultados positivos o negativos de su acción.

De esta manera nació el Modelo Simple del Crimen Racional (SMORC por sus siglas en inglés: Simple Model of Rational Crime) creado por Becker. De acuerdo a este modelo, todos nosotros pensamos y nos comportamos como un vulgar atracador que busca su propia ventaja para ganarse la vida. Y si para eso robamos bancos, escribimos libros o hacemos política no es relevante para nuestro análisis de costo-beneficio que finalmente define nuestras decisiones acerca de ser honestos, así como de otras decisiones éticas.

SMORC es un muy sencillo modelo para describir la deshonestidad y si permitiera  explicar el comportamiento de la gente en el mundo real tendríamos dos caminos para lidiar con la inmoralidad y la corrupción. El primero es incrementar la probabilidad de agarrar al criminal mediante mayor control policial y vigilancia. El segundo es incrementar la magnitud del castigo para el criminal que sea capturado. Esto es el Modelo Simple del Crimen Racional con sus claras implicaciones para la aplicación de la ley, la penalización y el castigo, y para entender  la corrupción en general.

¿Pero qué tal si la sencillez del modelo SMORC es realmente una inexacta visión de la deshonestidad y que las dos alternativas para dominar  la corrupción y el crimen son ineficientes  e insuficientes? Entonces tendríamos que investigar cuáles son las fuerzas que hacen que la gente trampee y sea inmoral y luego aplicar este entendimiento mejorado  para refrenar la deshonestidad.

Pero de una manera u otra nuestra sociedad -y me refiero a la ecuatoriana- conjuga el verbo trampear en todos los tiempos y modos: yo trampeo, tú trampeas, él trampea, nosotros trampeamos y así la deshonestidad se ha hecho parte de nuestra cultura y comportamiento.

Deshonestidad que se manifiesta en el asaltante común, el temible sicario, el burócrata corrupto, el empresario que engaña al fisco, el empleado ladrón, etc. ¿Cuántas oportunidades tenemos al día de ser deshonestos y no ser capturados? ¿Cuántas de estas oportunidades tomamos?  Y si aplicamos continuamente  el análisis de costo-beneficio, vamos a tener mucha más deshonestidad y crimen.

Este es el dilema que mantiene a nuestros asambleístas  detenidos en su análisis y aprobación del  proyecto del Código Orgánico Integral Penal. Si vemos la deshonestidad, el crimen y la corrupción únicamente bajo tres elementos: 1) el beneficio que se obtiene de un crimen; 2) la probabilidad de ser agarrado; y 3) el castigo esperado en el caso de ser capturado.

Por lo tanto, comparando el primer componente (la ganancia) con los otros dos componentes (los costos)  el ser humano racional puede determinar si cometer un crimen en particular vale la pena o no. Pero esto no lo puede resolver ningún código penal.

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