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El Telégrafo

El “atrevimiento” de Putin evita un polvorín

17 de septiembre de 2013

El editorial de Vladimir Putin titulado “Un llamado al cuidado desde Rusia” y publicado por el New York Times la semana pasada es la guinda en el pastel de una de las mejores maniobras de la diplomacia rusa en décadas. Rusia no solamente ha evitado un conflicto casi en marcha al hacerse garante de que Assad se deshaga de su arsenal de armas químicas, sino que se ha permitido el lujo de hacerlo dando una clase magistral sobre paz y derecho internacional. Se trata naturalmente de un diabólico pero genial “bluff”. Es suficiente recordar que el Kremlin jamás hubiera permitido que un editorial de ese tipo circulase en un periódico ruso de la misma envergadura.

Desde Jerusalén, Kerry -quien ya había aparecido poco en sintonía con Obama- nos recuerda que la vía militar sigue siendo una opción. Pero la iniciativa política ya está perdida y las presiones de los halcones se han vuelto ya en críticas a Obama, el cual ha adoptado tonos justificativos en una reciente entrevista. Un paso atrás de EE.UU. tras la tradicional altivez con la cual había llamado a sus aliados a las armas hace historia, y peor si es acompañado por una elegante moraleja rusa que suena a escarnio.

Algunos congresistas estadounidenses adujeron náuseas y vómito, tras leer el editorial de Putin. Exageraciones de un imperio en declive, pero aún poco acostumbrado a chirlazos públicos de esta fuerza. ¿Que viva Putin, entonces? Los que miramos a las relaciones internacionales desde una perspectiva emancipadora no podemos emocionarnos con las actuaciones de un líder cuya biografía personal y política evoca siniestros paralelos, y mucho menos con el volver a despertar de pretensiones de grandeur internacional del nacionalismo ruso. Así como deberíamos evitar cuidadosamente apoyar líderes con historiales de exterminio de masa, como Gadafi ayer y Assad hoy en día. La lógica del enemigo de mi enemigo es mi amigo es un callejón sin salida.

Desde otra mirada, sin embargo, el choque -y consecuente reacomodo- entre grandes potencias puede en ciertos casos disuadir comportamientos irresponsables, evitando situaciones de dominio absoluto y proveyendo un equilibrio que, aunque precario, es preferible a situaciones explosivas. En este caso, el regreso del protagonismo ruso en los asuntos internacionales ha logrado preservar una efímera estabilidad en Oriente Medio. En un momento tan propicio en el cual Irán está viviendo la prometedora consolidación de fuerzas moderadas en el poder, el atrevimiento de Putin preserva esa tendencia y evita que la región se vuelva un polvorín aún más incandescente.

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