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El Telégrafo

Derechos sociales

12 de abril de 2012

Estados Unidos es un referente a nivel mundial. Desde su fundación ha tenido tres grandes presidentes: George Washington, Abraham Lincoln y Franklin Delano Roosevelt. Una buena parte de la geopolítica del mundo, posteriormente a la derrota de Alemania y Japón en 1945, estuvo diseñada por el plan de Roosevelt.

La creación de un organismo global para la preservación de la paz (ONU), del conjunto de instituciones económicas de Brettons Woods (FMI, BM), que todavía hoy son la base de las relaciones económicas internacionales, también fueron parte de su ideario. En enero de 1944, propuso al Congreso la adopción de una segunda declaración, que completara en el plano económico y social la primera declaración de derechos sugerida por James Madison en 1789. Ahora bien, en un año en que los estadounidenses irán a las urnas para elegir a su próximo presidente para el período 2012–2016, es necesario recordar su contenido porque es la esencia de la democracia y la libertad. Roosevelt, un año antes de su fallecimiento, dijo: “Esta República inició y luego se desarrolló hasta alcanzar su potencia actual, gracias a la protección de ciertos derechos políticos inalienables, como son: la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de cultos, de ser juzgado por un jurado, la protección contra los procedimientos y arrestos sin justificación.

Entendemos claramente que la libertad individual no puede existir sin la seguridad y la independencia económica. Los hombres hambrientos y sin empleo no son libres, por el contrario, forman la base de las dictaduras”. En nuestros días, estas verdades económicas son aceptadas como axiomas. Propongo, entonces, una nueva declaración de derechos, en virtud de la cual se puedan establecer nuevos fundamentos para la seguridad y la prosperidad de todos. Entre esos derechos inherentes a las personas, destacan: El derecho a un empleo estable y bien remunerado, para poder alimentarse, vestirse y educarse adecuadamente; el derecho de todo agricultor a cultivar y vender sus productos con una utilidad; el derecho de todo empresario o comerciante de intercambiar sus mercaderías y servicios en un ambiente libre de la competencia desleal y del dominio de los monopolios nacionales e internacionales; el derecho de las familias a tener una vivienda decente; el derecho de los ciudadanos a tener una buena atención médica; el derecho a recibir una jubilación digna por vejez.

Todos estos derechos tienen que ser asuntos prioritarios para cualquier buen gobierno. Desgraciadamente, Roosevelt murió justo antes del fin de la guerra y sus lineamientos de la “Declaración de derechos económicos” fueron olvidados. Con el transcurrir del tiempo se ha impuesto, tanto en los Estados Unidos como a nivel mundial, una apología a la desigualdad, la reducción del Estado y la concentración de las riquezas. En conclusión, pienso que ha llegado el momento de reivindicar la propuesta hecha por ese gran estadista norteamericano.

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