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El Telégrafo

Delito y castigo

28 de enero de 2014

Parodiando la célebre novela de Dostoievski (Crimen y castigo), comentamos la psicosis de algunos comentaristas, de esos que no cesan de criticar todo lo que sucede en un país que estaba acostumbrado al irrespeto de toda norma jurídica y violar leyes y reglamentos.

No es que faltaban regulaciones sino que la sociedad se había acostumbrado a ejercer el derecho a hacer lo que a bien quisiera y a contemplar como natural que otros hagan lo mismo.

La disciplina social se había desbaratado y en todas las actividades de la convivencia humana, cada quien burlaba los derechos ajenos, irrespetando a su libre albedrío la compostura a que están obligados.

Los peatones cruzan las vías por donde se les antoja; los conductores manejan embriagados a la velocidad que quieren; hay servidores públicos que maltratan a los usuarios; los que hacen protesta social destruyen vitrinas y parabrisas; los campesinos interrumpen las vías con el mismo pretexto; los buseros recogen y dejan pasajeros en cualquier lugar de la calle; hay empresarios que evaden el pago de impuestos y hay patronos que evaden la afiliación al IESS de sus trabajadores; así por el estilo, los abusivos se sienten con derecho de atropellar a los demás.

Aquella frase simpática de que los derechos de uno terminan donde comienzan los derechos de los demás, se convierte en una literatura barata y lejana de la realidad.

Cuando la autoridad actual empieza a aplicar con alguna tibieza las normas que constan en las leyes y reglamentos, aparecen los disolventes de oficio, que vinculan todo a la politiquería, y asignan al régimen un carácter autoritario y prepotente.

Esos críticos perversos quisieran que la burla y el incumplimiento de leyes y reglamentos se conviertan en la norma de convivencia, lo cual es inadmisible.

Si alguien comete un delito comprobado debe ser castigado, luego de haber sido sometido a un debido proceso. Así es como debería funcionar un Estado de derecho, como una norma natural, que a nadie debería atemorizar.

Las leyes que regulan a los medios de comunicación y sus ejecutores;  y aquellas que preservan la buena práctica profesional, no pueden ni deben asustar a ningún gremio o persona, puesto que las normas jurídicas han sido mejoradas y clarificadas para una comprensión que garantiza que haya una aplicación civilizada de la justicia.

Los que se creen que pueden actuar por encima o con desprecio a la ley son los promotores de las críticas que buscan mantener el statu quo y se oponen a que las colectividades asuman el compromiso de respetar la convivencia al amparo de normas jurídicas para todos por igual.

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