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El Telégrafo

Conflicto no es sinónimo de violencia

30 de septiembre de 2012

Sustituir el capitalismo no será tarea fácil y es de esperar que ocurra sin una época de terror, como la que caracterizó otros cambios civilizatorios. Cuando Carlos Marx acuñó la frase: “la violencia es la partera de la historia”, resumía su convicción sobre lo que observaba en la realidad, al ver enfrentadas a dos clases sociales con intereses antagónicos. Para él fue claro de dónde provenía la violencia contra el proletariado, obligado a malvender su fuerza de trabajo. Pero él nunca presentó sus postulados como dogma.

La alternativa es el diálogo, el debate inteligente, desechando los juicios fanáticos que todo lo ven en blanco o en negro, nada en gris, magnificadas las diferencias por los poderes mediáticos que, en vez de informar objetivamente, tergiversan, callan información, mienten descaradamente y hasta azuzan el conflicto.

A su vez, radicales que pretenden deshacerse del capitalismo de la noche a la mañana, descalifican como simple modernización neoliberal lo que no lleve el sello de la radicalidad. Visiones diferentes con posiciones extremas en campos específicos, como los que tienen que ver con la política minera, agraria, la defensa del agua, de la naturaleza, pueden ser reconciliables, si se escuchan los razonamientos mutuos con objetividad y la patria en mente.

Hay que tener claro que el conflicto no es sinónimo de violencia. Lo que sí puede ocurrir, como señalan expertos en solución de conflictos, es que las estrategias de agresividad o violencia utilizadas para la consecución de un objetivo lleguen a convertirse en fines, es decir, en objetivos prioritarios. En casos de extrema violencia, el objetivo inicial puede incluso olvidarse, quedando en segundo término el objetivo a alcanzar.

El conflicto es algo inherente a la sociedad, como lo explica la teoría del conflicto, que trasciende al funcionalismo,  y que busca entender sus causas y su manejo racional para una solución de fondo. Nader cree que el estudio del conflicto queda mejor delimitado “si éste no se considera equivalente a comportamiento agresivo, puesto que no se trata de un tipo de conducta”. Y plantea la necesidad de distinguir entre el nivel racional y el objetivo del conflicto, por un lado, y el emocional, por otro.

Collins, por su parte, pone de presente que las personas no son totalmente racionales y reconoce que son vulnerables a impulsos emocionales en sus esfuerzos por lograr la satisfacción. Las ciencias sociales pueden jugar un papel clave como facilitadoras en la solución de conflictos.

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