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El Telégrafo

¡Adelante, universidad!

23 de enero de 2014

El grito ha vuelto a resonar en el campus de la Universidad Central, coreado por millares de voces: ¡Adelante, universidad! Esto con motivo de las recientes elecciones de sus autoridades, en que triunfó el antiguo profesor de medicina Fernando Sempértegui.

Claro que gritar ‘Adelante’ es un ritual que no significa nada. Se puede dar pasos hacia adelante marchando sin término en el mismo terreno; se los puede dar para subir a la cumbre o, al contrario, para dirigirse al abismo. ¿Hacia dónde se encamina el emblemático plantel de educación superior, tan querido por todos los ecuatorianos? ¿Hacia la excelencia académica, la mediocridad de etapas anteriores, la política de sectas y de tribus garroteras? Está por verse, pero desde ya es inquietante saber que el triunfador contó para ganar con el apoyo del sector partidista que tuvo en sus manos el timón de la nave durante varias décadas, llevándola al borde del naufragio. El temor surge porque se dan signos maléficos como el que sugiere la siguiente información periodística en la entrevista hecha al doctor Sempértegui: “Marcelo Rivera, expresidente de la FEUE por el MPD, que gobernó la Central por 20 años, antes del período de Édgar Samaniego, escribió en Twitter: ‘Triunfan las fuerzas democráticas en la UCE. Correa-Samaniego es derrotado’” (El Comercio, 18 de enero 2014).

Rivera fue a prisión por la garrotiza propinada al rector Édgar Samaniego, acción por la cual su grupo lo convirtió poco menos que en héroe nacional.Recordemos que Rivera fue a prisión por la garrotiza propinada al rector Édgar Samaniego, acción por la cual su grupo lo convirtió poco menos que en héroe nacional, por lo que sus palabras revelan una intencionalidad política apenas disimulada: hacer de la Universidad Central un campo de lucha contra el correísmo, conforme  su secta, al igual que otras, califican al proceso de cambios (limitado e incompleto, si se quiere) que vive el país. Esto es alarmante, aunque solo fuese porque la agrupación de Rivera participó activamente en el fallido golpe de Estado del 30-S, en que estuvo a punto de ser asesinado el presidente Rafael Correa. Desde entonces, toda clase de opositores busca un cuartel en el cual agrupar tropas y disparar sus cañonazos para derribar al régimen que les quita el sueño, esto en el mejor estilo de la CIA.

Claro que en este caso la declaratoria de guerra no es ni será obvia. Se levantarán banderas que atraigan a los estudiantes y confundan a la ciudadanía. Así, se pondrá al Yasuní de por medio, se reivindicará la recategorización de la UC para recuperar el nivel A, se echarán rayos y centellas contra la política petrolera y extractivista del Gobierno, se exaltará la libertad de expresión condenando la Ley de Comunicación, etc., etc., todo esto mientras se silencia la agresión de Chevron contra el país y se calla el papel antinacional y proimperialista de los grandes medios privados.

Naturalmente, en el carro del triunfo no está solo Rivera y su grupo. Se hallan también progresistas e izquierdistas que buscan honestamente consolidar una línea de pensamiento y acción que convierta a la Central en un campo de estudios de la más alta calidad, como lo sueñan sus 40.000 estudiantes y lo necesita Ecuador. Pero por ahora esta es solamente una suma de buenas intenciones, y es sabido que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

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