Entre sus palabras al aterrizar en Tababela y el sermón de ayer en Samanes quizá hay algunas diferencias, pero en lo fundamental existe un hilo común potente y significativo: el papa Francisco ha hecho un llamado a la esperanza para todos los ecuatorianos. Y algo más: con sus palabras no solo aludió a los fieles católicos ecuatorianos, pues el mensaje fue a los mismos sacerdotes, a la Iglesia católica y puso por delante los retos de la institución que representa para lo que él ya ha dicho en otras ocasiones: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra nuevos caminos”. Cuando enfatizó -con una sabiduría propia de su autoridad- “que hay que arriesgarse a amar” revela toda una carga de esperanza para entender por dónde se deben conducir los seres humanos que aman la paz y quieren, en verdad y sin distinción, la prosperidad general. Pero queda latente por qué escogió ese pasaje de la historia del cristianismo, de ese primer signo de Jesús cuando convirtió el agua en vino, tras el reclamo a su madre también. Ese pasaje ocurre en una boda en Caná de Galilea de la que también participaron sus discípulos. Ya se conoce que en un momento dado faltó vino, por lo que María pidió a los sirvientes que hicieran lo que Jesús dijera. Entonces llenaron de agua 6 tinajas y para sorpresa de todos el contenido se transformó en vino. Algunos miran en ese acto, no solo el primer milagro, sino una serie de símbolos y mensajes, a los que aludió Francisco ayer en Samanes, para fundamentalmente enfatizar que “el mejor vino está por venir”. O sea: todo lo que vivimos ahora, con sus conflictos y dificultades, aparte de las contradicciones propias de “una familia donde hay desavenencias”, solo puede ser entendido como un paso para lo que viene, para lo mejor que habrá que construir en familia. Evidentemente hay también un llamado a la unidad porque “todos valen lo mismo”, “en el seno de la familia nadie es descartado”. Y citó también a ese rol que cumple la madre. Por eso pidió a las centenas de personas que repitieran con él: “María es madre”. ¿Un Papa solo usa estas referencias como metáfora y las expone para graficar lo que pasó o en realidad está exigiendo una interpretación concreta para asimilar desde cada uno lo que corresponde hacer en estos tiempos? Ahí está el valor de un sermón y el sentido político de una autoridad espiritual. ¿Quiso enfatizar que hay un solo tipo de familia ahora que se habla de las familias diversas y que en Estados Unidos se aprobó el matrimonio homosexual? ¿Coloca este tema para llamar a la unidad de los ecuatorianos alrededor de una institución fundamental con la esperanza de generar un ambiente de paz y con ello construir un futuro mejor para todos? Por lo visto el tema de la familia estuvo marcado por esa alusión muy clara de que es el “mejor asilo para los ancianos” y “la mayor riqueza social que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada”. Y todo ello solo es posible, como enfatizó Francisco, si hay la voluntad para “arriesgarse a amar”. Lo cual constituye uno de esos postulados que él ha insistido para que por encima de las dificultades y de los dogmas se resuelvan los problemas a favor de todos, con inclusión. ”Jesús vino a servir y no a ser servido” Referir la boda de Caná, que para la comunidad católica tiene un alto contenido simbólico (y por lo mismo una interpretación diversa), es un hecho que merece toda la reflexión, pues lo dijo también para resaltar el sentido del servicio que tuvo Jesús en su paso por la Tierra. Los propios católicos saben que toda escritura o todo sermón inspirado en Dios, como corresponde a estos hechos, también es para corregir, inducir o hacer justicia. Así ha sido siempre. Pero además hay una clara necesidad de cambios, de proyectar nuevas formas y sentidos al servicio de la misma Iglesia para con sus fieles. Por eso el ‘link’ entre lo que dijo en Tababela y en Samanes calza sobre todo en la visión que debe asumir la Iglesia, en este caso ecuatoriana, con su comunidad y de los fieles con sus mismas necesidades, retos y convicciones. Si en la boda de Caná Jesús le dice a María: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”, no solo que la trata como mujer a su misma madre sino que pide que le reconozca el rol que ya tiene como conductor de una comunidad. El amor por la madre, por la esencia de su ser, implica que cuando ya se asumen otras responsabilidades corresponde abonar a esa tarea con una identidad propia. Por eso, en estos momentos, algunos sacerdotes y teólogos se entusiasman con las palabras de Francisco en Samanes y en Tababela. Quizá hay también ese retorno a la doctrina, a lo esencial y no solo a la institucionalidad, como han criticado algunos al Vaticano. Si el vino requiere tiempo para su fermentación y para servirlo como parte de una fiesta o conmemoración, cuando Francisco señala que aún el mejor de los vinos no llega a la familia, también hay que entender que los procesos sociales, culturales, políticos y espirituales atraviesan por esa necesidad de condensarse con el tiempo. Claro: “Está por venir el tiempo donde gustamos del amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos y donde los mayores están presentes en el gozo de cada día”. (O)