En Brasil se presenta una violación sexual a una mujer cada 11 minutos. Estos datos del Anuario de Seguridad Nacional fueron más visibles cuando un video de 40 segundos mostró cómo una joven de 16 años fue abusada por 30 hombres. Tal cual explica Moni Pizani, representante de ONU Mujeres en Ecuador, muchas veces la sociedad es permisiva con la violencia. Desde enero hasta mayo se reportaron 29 femicidios en Ecuador. ¿Es esta cifra alta? ¿O más bien ahora ya se conoce el delito y se lo denuncia? Es alta, porque para mí, así sea una sola mujer la asesinada es inaceptable. En esto soy absolutamente radical con el tema de la violencia de las mujeres y las niñas, porque los abusos contra ellas son desproporcionados con respecto a los que se cometen contra los hombres. Es mucho más agresiva porque conocemos casos de que las queman con ácido y sobre todo es una demostración de relaciones desiguales de poder, que tienen muchísimos años. De los 29, 19 se han resuelto, ¿eso nos habla de un cambio? Antes no sabíamos si había más o menos casos, pero ahora tenemos 17 países en América Latina donde se tipifica el femicidio, antes no se visibilizaba la problemática. Igual pasaba con la violencia, porque se ejercía históricamente. Ahora hay leyes y sanciones, todavía falta trabajo, porque entre la legislación y cómo las mujeres viven la violencia hay una brecha muy grande. Pero sí, definitivamente hay cambios. ¿Las políticas de castigos, hablando ya de Ecuador, están funcionando? Antes en Ecuador no estaba tipificado el femicidio y eso ayudó. Nuestra meta es que la impunidad contra el abuso de los mujeres debe ser cero. Tenemos que asegurarnos de que ningún caso quede sin castigo. Vemos que se ha ido mejorando, hay respuesta y sanción y eso va ayudar mucho en la prevención. Si la gente sabe que matar a una mujer no tiene castigo, lo seguirá haciendo. Por ello hay que publicitar las sanciones. A pesar de todas las campañas de prevención, ¿considera que hay mujeres que aún no se han empoderado de sus derechos? Creo que el tema de la prevención necesita más inversión, y cuando hablamos de esto me refiero a dinero, alianzas y estrategias. La mayor inversión casi siempre se hace para sancionar culpables, para garantizar las casas de acogida o los servicios de atención. Eso está bien, pero pasa algo similar a la lucha contra el VIH, gran parte de los recursos se destinan a los tratamientos y no a la prevención. ¿El caso de Brasil es una muestra de que aún ronda la impunidad? Nos muestra una serie de factores que son importantes de cambiar, empezando por cómo los hombres se asumen como hombres. El tema cultural es fundamental, pero también la permisividad de los sistemas de justicia, la misma permisividad de la sociedad con respecto a la violencia. En Brasil se requieren mecanismos integrales de prevención, sanción y transformación cultural. Esto se logra con participación con el sistema de justicia, el gobierno, los medios y la ciudadanía; no vamos a poder cambiar estas situaciones si todos y todas no nos damos cuenta de que somos responsables. ¿Qué papel tiene la familia en esta construcción de los patrones y de la posterior violencia? Los patrones culturales se crean desde el momento en que los niños y niñas están en el vientre de la madre, y cuando nacen les decimos a ellas que tienen que ser dulces, sumisas y obedientes. A ellos les decimos que deben ser fuertes y que no pueden llorar. Se confunde valentía con maldad. Tenemos que empezar por cambiar la forma en cómo estamos educando a niños y niñas, porque con la igualdad de derechos también ganan los hombres. (I)