En Ecuador alrededor de 80.000 personas con discapacidad trabajan en empresas públicas y privadas, según el Consejo Nacional de Discapacidades (Conadis). Tomás Domínguez, Cristian Pinos y Juan Alfredo Gabino son parte de la lista. El primero de ellos es docente de una institución del Ministerio de Educación en Durán, el otro es analista de proyectos de una compañía petrolera y el tercero es recepcionista. Tomás a los 33 años perdió la visión por una infección en sus ojos, que fue provocada por una bacteria. Desde entonces conseguir trabajo se convirtió en un reto diario. La falta de empleo lo llevó a ser masajista a domicilio y otras labores. Las cosas cambiaron, según Tomás, con la Ley Orgánica de Discapacidades, en cuyo artículo 47 exige que el empleador público o privado que cuente con un mínimo de 25 trabajadores debe contratar un mínimo de 4% de profesionales con discapacidad. “Hasta 2005 las personas con discapacidad visual estábamos relegadas, pero esto ha cambiado con el Gobierno. Ahora podemos ver a un grupo con más posibilidades de trabajar y además de que se capacite mayoritariamente. Muchos son contratados en call center”, dice. El director provincial de la Setedis, David Vásquez, asegura que toda institución, empresa pública o privada por responsabilidad social, debe asumir plenamente un compromiso con las personas con discapacidad, al definir políticas internas que garanticen la diversidad e inclusión como un valor empresarial, corporativo o institucional. Agrega que para que haya una auténtica inclusión laboral se deben cuidar muchos aspectos, como proporcionar las herramientas técnicas y tecnológicas, el buen trato y las relaciones de cordialidad y estima entre el personal con y sin discapacidad para que se genere un clima favorable. “Todos necesitan cambiar de chip con respecto a la discapacidad y así modificar la actitud y el comportamiento hacia sus compañeros con discapacidad”. Cristian Pinos, quien lleva un mes y medio en una empresa estatal, reconoce que lo tratan bien, “me dicen ingeniero, pero más me gusta cuando me dicen Stephen Hawking. Debido a mi discapacidad no puedo coger con mis manos los vasos y mis compañeros me ayudan”. El joven, quien este año se incorporó de ingeniero químico en la Universidad de Guayaquil, nació con parálisis cerebral infantil (PCI), pero su constancia durante el tratamiento lo llevó a salir adelante y ser un profesional. Esto de hecho, le valió que su sueldo fuera acorde a su preparación. Otro dato, revelado a este diario en una entrevista pasada por el vicepresidente de la Conadis, Xavier Torres, fue que el 70% de las empresas cumple con la norma de contratación. Vásquez también asegura que el empleador debe proporcionar las herramientas técnicas y tecnológicas, debe adecuar o readecuar los entornos de trabajo donde las personas con discapacidad van a laborar para que cumplan adecuadamente sus responsabilidades; aunque esto implique una inversión adicional en tema arquitectónico. La directora ejecutiva de la Fundación General Ecuatoriana, Carolina Garaicoa, cuenta que con las personas con discapacidad intelectual por lo general muchas veces las empresas no saben qué tareas darles. “Las instituciones deben conocer que existen otras posibilidades para contratarlos y no necesariamente tenerlos dentro de una fábrica. A diferencia de las personas con discapacidad física, muchas veces ellos no se adaptan”. Para ello hace 10 años existe el programa de Centros Especiales de Empleo, en Quito. En este espacio, las personas con discapacidad laboran para otras empresas dentro de un ambiente favorable para ellos. Allí realizan actividades como empacados, sellados o reciclaje, bajo la protección del Centro. “Ellos están en la nómina de 16 empresas, cumplen sus 8 horas. En la actualidad hay 60 chicos divididos en los 4 centros de empleo”. Juan Alfredo Gabino, quien tuvo un infarto cerebral que le dejó una discapacidad física (perdió la movilidad de una parte del cuerpo), en 2010 entró a trabajar a EL TELÉGRAFO en el área de recepción. Él señala que antes de ingresar a la empresa se sentía deprimido, triste. Por años se había desempeñado como camarógrafo. “Mi vida cambió radicalmente. Para muchos es difícil conseguir un empleo, quizás muchos ignoran que para nosotros, las personas con discapacidad, sentirnos nuevamente útiles nos ayuda a seguir adelante”. (I)