Enrique (nombre protegido) llevó una vida despreocupada y sin límites por años. Los fines de semana, junto con amigos, visitaba prostíbulos de los alrededores de la ciudad y solía pasar la noche y madrugada con alguna de las trabajadoras sexuales que ofrecían sus servicios. Hace más de un año, el hombre de tres décadas de vida empezó a bajar de peso inexplicablemente, sentía debilidad y su piel y ojos se tornaron amarillentos, por lo que buscó ayuda médica. Una prueba de sangre determinó que padecía hepatitis B, una infección potencialmente mortal causada por el virus del mismo nombre (VHB). La hepatitis es una inflamación del hígado que puede remitir espontáneamente o evolucionar hacia una fibrosis (cicatrización), una cirrosis o un cáncer del órgano. Los virus de la hepatitis son la causa común de la afección y pueden provocar otras infecciones, sustancias tóxicas (alcohol o drogas) o dolencias autoinmunitarias. Los médicos consultados precisaron que existen cinco virus que originan la hepatitis. Los A y E son provocados por la ingesta de agua o alimentos contaminados. Los B, C y D se transmiten por el contacto con fluidos corporales infectados, transfusión de sangre o productos sanguíneos contagiados, procedimientos médicos invasores con equipo contaminado y por el consumo de drogas inyectables. En el caso específico de la B, la madre la transmite a la criatura en el parto o se adquiere por contacto sexual. La Organización Mundial de la Salud (OMS) expresó que el reto es impulsar todas las iniciativas para aplicar la primera estrategia mundial del sector contra las hepatitis víricas, 2016-2021, y ayudar a los estados miembros a conseguir el objetivo. Once países concentran casi el 50% de la carga mundial de hepatitis crónicas: Brasil, China, Egipto, India, Indonesia, Mongolia, Myanmar, Nigeria, Pakistán, Uganda, Vietnam. Otros 17 tienen una alta prevalencia de la enfermedad y, junto con los anteriores, soportan el 70% de la carga; entre ellos están, Colombia y Perú, que tienen frontera con Ecuador. En nuestro país, en 2016 se atendieron 853 casos de todas las clases de hepatitis; en 2015 fueron 1.010; y en 2014 la cifra llegó a 1.464, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Del tipo A, en 2016 hubo 536 egresos hospitalarios (301 hombres y 235 mujeres). En tanto, del tipo B fueron 78 (56 hombres y 22 mujeres) y la tasa de letalidad hospitalaria por 100 egresos fue de 3,85. Cuatro de cada 100 personas mueren por el VHB. El MSP mantiene coberturas de inoculación sobre el 95% de eficacia, con pentavalente introducida en 2003 al esquema nacional de vacunación y que protege a los menores de un año de la hepatitis B. Carlos León Borja, gastroenterólogo del hospital de Especialidades Guayaquil Abel Gilbert Pontón, explicó que las infecciosas son muchas, pero las más conocidas son las que generan los virus hepatotropos (con afinidad para el hígado) de tipo A, B, C, D y E, aunque estos dos últimos son muy raros. La hepatitis más común es la A, que es la infección ‘ano-mano-boca’ que se presenta por la ingesta de alimentos contaminados y la resuelven médicos generales en centros de salud. Sin embargo, aclaró que del 1% al 2% de casos puede comportarse de forma agresiva y transformarse en hepatitis fulminante o producir cuadros de insuficiencia hepática aguda. Los de virus B y C, agrega, son enfermedades que las tratan los gastroenterólogos o hepatólogos. A nivel nacional la tasa es baja, menos del 8%. “No somos endémicos como Perú o Brasil”. Sin embargo, añadió que podría haber un subdiagnóstico que es altamente infeccioso “80 a 120 veces más que el virus del VIH”.  El B cronifica en el 20% de los casos, es carcinógeno y “más difícil de tratar”; mientras que el C cronifica el 80% y es cirrogénico (cirrosis). El especialista explica que el tipo D (virus Delta) es un componente del B y una infección “extremadamente rara en el mundo”. El E también es extraño, aunque es similar al A en la forma de infección. Todas las hepatitis se manifiestan en el paciente de manera similar; la forma de conocer el tipo de virus que la causa es mediante una prueba serológica tras lo cual aplicará el tratamiento respectivo. Henry Farfán, médico ocupacional, señaló que la hepatitis A, en niños y adolescentes es inocua porque  tiene un sistema inmune más fortalecido. Añadió que la fulminante puede generar la muerte cuando no hay un diagnóstico certero o el paciente presenta enfermedades del sistema inmunitario,  VIH o cuando son adultos mayores con su estado inmunológico debilitado. También afirmó que la hepatitis B es una enfermedad que se puede propagar fácilmente y matar a más personas que el VIH porque pasa desapercibida. “No hay cómo detectarla a simple vista, pero la pérdida de peso, la fatiga y color de la piel son algunas alertas”. Inclusive, “ciertos médicos no tienen muy presente este tipo de situaciones y dan medicamento para otra afección”. El tratamiento lo proporciona el Instituto de Higiene y como parte de este es importante que el paciente mantenga una vida sana, alimentación adecuada y buen manejo del estrés. Asimismo debe cuidarse de no sobreinfectarse. El médico indicó que las personas con mayor riesgo son las promiscuas y que no se protegen. No obstante, aclaró que es importante no estigmatizarlas, ya que pueden sumirse en la depresión. Por eso considera la necesidad de un tratamiento psicológico que incluya a la pareja que también puede resultar contagiada con la hepatitis B. Ese fue el caso de Enrique cuando conoció el diagnóstico. Un año después ha aprendido a vivir con la afección y hoy lleva una vida aparentemente normal. Está más tranquilo y repuesto físicamente. Su esposa también porta la enfermedad y sigue el tratamiento. (I)