La zona cero, un campo de investigación universitaria
Son inmemorables las veces que Salomón Jaya estuvo en Tarqui. En sus cerca de 40 años como docente en la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Central, este profesional en el área de la construcción llegaba a Manabí con grupos de alumnos para estudiar las diversas estructuras de la zona.
Tarqui siempre fue su punto de llegada. La recuerda bullanguera, pintoresca, siempre con gente que tenía mil y una historias por contar. En diciembre pasado tuvo uno de esos tantos trabajos de campo con alumnos del último semestre de la carrera. Llegaron al hotel Panorama Inn. Entre los futuros ingenieros estaban Carolina Trujillo y Diana López.
Cinco meses después, en los primeros días de mayo, los tres volvieron, pero con un entorno totalmente diferente. Tarqui está decaída, silenciosa y sin vida. El gris de los escombros predomina. Perdió su colorido. El terremoto del pasado 16 de abril se lo arrebató en 42 segundos.
Ellos fueron parte del primer grupo de Ingenieros Civiles y alumnos que recorrieron la zona cero de Manta como parte de un convenio entre el Municipio y la Universidad Central de Quito para realizar estudios en las estructuras del lugar.
Serán 200 alumnos los que visitarán hasta mediados de junio la localidad para analizar las posibles causas de la caída de las edificaciones. Mientras avanzaba, Jaya paraba en prácticamente cada casa o edificio que veía. “Este se cayó por falla de oxidación de los aceros”, dijo el profesional, mientras observaba las vigas de una vivienda. “Este edificio colapsó por suelo... este por estructura, aunque el suelo también tuvo mucho que ver”, eran las observaciones del docente.
La zona está irreconocible. Pero Jaya se paró en una esquina y dijo: “aquí estaba el hotel Panorama Inn, donde siempre me quedaba”. En este lugar pernoctaron en diciembre con las alumnas Trujillo y López, quienes ya egresaron de la carrera.
Entre las primeras cosas que hicieron fue tomar una foto fuera de lo que hasta hace poco más de un mes era uno de los hoteles más tradicionales del lugar. Ambas chicas recordaron a Tarqui como una zona llamativa, muy comercial.
Para ellas, el llegar a una zona afectada por un terremoto es una gran oportunidad para poner en práctica mucho de lo aprendido en las aulas. “El escenario es devastador, porque hasta que no se ve todo de cerca, no se siente el real impacto. No se compara en lo mínimo con lo que se ve en las noticias hasta que se palpa”, resaltó López. Con respecto a las construcciones dijo que “es impresionante ver cómo se afectaron hoteles que parecían bien diseñados. Lo que evidencia que la mayor falla ocurrió en las columnas”.
Para Trujillo, “esta oportunidad nos permite implementar técnicas que nos ayuden a evaluar una estructura, para así poder dar una evaluación certera de lo que ha sucedido”. Jaya y sus estudiantes tomaron otra foto en el Café Manabita, restaurante que no tuvo mayores afectaciones en el terremoto. “Aquí desayunábamos. Con cada grupo que venía, aquí era fijo comer algo rico”, aseveró el docente, quien con flexómetro en mano tomaba medidas de más de una de las estructuras.
En una de las esquinas encontró dos particularidades en las construcciones de antaño: había arena en la parte baja del pilar y dentro del encofrado de cemento, la viga era de madera. Así, varios profesores caminaban por la zona cero. El de Técnicas de Corrección y Topografía, Mario León, recorrió Tarqui tal como lo hacía desde 2003 hasta 2007, lapso en el que vivió en Manta por trabajo. “Es una pena ver este sector así, este era el motor comercial del puerto y ha quedado en ruinas”, manifestó.
Fernando Sempértegui, rector de la Universidad Central, destacó el nexo creado con el Municipio mantense, en especial por el campo de estudios que se ha creado tras el terremoto. El catedrático resaltó que en primera instancia llegaron hasta el puerto manabita alumnos de otras carreras. “Un área sísmica tiene increíbles novedades. Primero la afectación humana. Por eso lo primero que enviamos fueron médicos, cirujanos, luego vinieron los rescatistas, psicólogos y varias toneladas de víveres”.
Explicó que los alumnos realizarán el análisis de lo sucedido y subirán los datos a la plataforma creada para este tema. “Sobre la base de esta información, que esperamos tenerla en poco más de un mes, desarrollaremos nuevas estrategias para emplear en la zona”.
Sempértegui destacó que el escenario de un sismo es único y “puede ser un campo de formación extraordinario de nuevos expertos que puedan asistir en eventos similares, pero claro, ojalá no sea en el país”.
Cecilia Flores es la decana de la Facultad de Ingeniería, Ciencias Físicas y Matemáticas. Tras lamentar el panorama que vio en Tarqui, acotó que “enfocados en el campo de la ingeniería, podemos decir que tenemos un gran laboratorio para producir mucho conocimiento. A través de esta penosa situación se pueden producir muchos temas de investigación. No solo en elementos estructurales, sino también en los no estructurales”.
La profesional puso como ejemplo a Bahía de Caráquez, localidad que sufrió un terremoto en 1998 y no se tomaron las medidas preventivas para otro acontecimiento similar. “Podríamos pensar que la infraestructura de Bahía fue muy flexible (favorable para un terremoto), pero las paredes no”.
Para Jorge Zambrano, alcalde de Manta, “tras el terremoto saldrán especialistas sísmicos, estructurales para zonas de riesgos. Tenemos que producir profesionales que se preparen para estos eventos”.
Contó que en México, país en el que vivió varios sismos en la década de los 80, en su etapa de estudiante de Ingeniería Industrial, “las universidades pasan investigando para construir estructuras antisísmicas. Hay sistemas de rieles, paredes enmalladas y con esto debemos aprender algo”. (I)