Punto de vista
El arte (o ciencia) de descalificar democracias (parte III)
... Pese a que se puede hacer múltiples críticas metodológicas -entre otras, que el neoliberalismo es considerado “democracia económica”-, es importante reconocer que este Índice de Desarrollo Democrático de América Latina (IDD-LAT) tiene el mérito de hacer esfuerzos en cuanto a la comprensión de la realidad del continente, como el incluir la dimensión social, ignorada por los otros dos indicadores.
El IDD-LAT no homologa democracia con supuesta libertad, como el índice The Economist Intelligence Unit of Democracy (EIUD) y el Freedom House (FH), sino que la asimila más bien al bienestar ciudadano, definición mucho más multidimensional y profunda que la visión simplista de la democracia liberal del EIUD y del FH.
En su informe de 2015, el IDD-LAT sostiene que “la democracia no es plena si persisten la desigualdad y la exclusión, aun con calidad institucional y respeto de los derechos y libertades vigentes; pero tampoco un país alcanzará su plenitud democrática si además de sus avances socioeconómicos no logra transitar con libertad e igualdad los caminos establecidos por su sistema político, respetando los derechos y garantías de todos los ciudadanos en el marco de instituciones con plena vigencia de sus fundamentos y la división de poderes establecidos en sus sistemas republicanos.
El IDD-LAT es consciente de que en el continente más desigual del mundo y donde la pobreza aún persiste masivamente, los esfuerzos realizados para cambiar esta realidad deben también ser valorados como parte sustancial de una democracia real.
El IDD-LAT, además, hace un análisis por subregiones, lo que es más exacto que analizar todo el continente como una simple masa homogénea. Estas subcategorías son: los países del Cono Sur (Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile), América Andina (Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú, Venezuela), América Central (Costa Rica, El Salvador, Panamá, Honduras, República Dominicana), y los megapaíses (Brasil y México).
Por su visión y metodología, los resultados del informe del IDD-LAT difieren de forma importante de los del EIUD y del FH. Según el IDD-LAT, cinco países se distinguen por su progreso democrático entre 2002-2014: Argentina (5,27 a 6,65); Brasil (3,932 a 4,197), Ecuador (1,60 a 4,64), Perú (4,352 a 6,15), y Venezuela (2,243 a 2,406).
Según el IDD-LAT, Ecuador es el país que realizó el mayor progreso democrático, habiendo en 2014 mejorado su puntaje por tercer año consecutivo y teniendo un cambio positivo con respecto a 2013 en cada una de las 4 dimensiones estudiadas.
En la dimensión de la “democracia de los ciudadanos”, Ecuador fue el país que más mejoró -24% en comparación con 2013, seguido por El Salvador con 18%-, lo que le permitió subir siete puestos en el ranking de esta categoría. En lo que concierne a la “democracia de las instituciones”, Ecuador se encuentra también dentro de los 6 países que conocieron una mejora de su nota en comparación con el año 2013, junto a Argentina, El Salvador, Paraguay, Uruguay y Venezuela. En la dimensión de “democracia social”, Ecuador logra por fin superar el promedio regional en 2014. El informe del IDD-LAT de 2014 sobre Ecuador es positivo y destaca los importantes progresos democráticos vividos por el país.
Sorprendentemente, el EIUD y el FH ignoran por completo los progresos democráticos del país. Según el informe del FH, Ecuador se encuentra bajo el estatuto partly free (parcialmente libre) durante todo el período 2001-2014 con un puntaje de 3, sin reconocer ninguna mejora. Ecuador incluso recibió un downward trend arrow en 2012 por una supuesta “intensificación de la campaña del Gobierno en contra de los líderes de oposición e intimidación de periodistas, recursos públicos excesivos para influenciar un referéndum y la inconstitucionalidad de la reestructuración judicial”.
El índice FH es tan sesgado que desde 1999 hasta 2001 Ecuador era considerado como free (libre), es decir, paradójicamente durante el período de la mayor crisis económica, social y política de su historia contemporánea.
En marzo de 1999, se congelaron los depósitos bancarios de la población, en la mayor incautación de bienes privados de la historia y en enero del año 2000 el presidente Jamil Mahuad fue destituido. Un 14,4% de ecuatorianos se encontró en una situación de desempleo y 59% en una situación de subempleo, ocasionando aquella crisis una masiva migración de la población; más de 148.367 ecuatorianos solo en el año 2000, cifra que aumentó en los años posteriores hasta alcanzar cerca de dos millones de personas. Las consecuencias de la crisis y la migración fueron terribles, pero para Freedom House, Ecuador era más libre y tenía una mejor democracia en esos años que hoy en día.
El EIUD se calcula desde 2006. La evolución de la nota de Ecuador desde este año hasta 2014 se mantiene relativamente estable, con una ligera mejora de 0,23 puntos, cuando para el IDD-LAT los progresos realizados son inmensos. La calificación de Ecuador (5,87) se encuentra por debajo del promedio general (6,36), por lo que nuestro país se mantiene en la categoría de régimen ‘híbrido’. En fin, los resultados son nuevamente completamente opuestos a los del IDD-LAT y similares a los del FH.
Aunque el IDD-LAT también tiene una visión parcial de la democracia y una metodología que puede ser muy cuestionada, permite demostrar hasta qué punto los criterios utilizados para medir la calidad democrática son relativos y, por desgracia, ideológicos.
Descalificar democracias antes que calificarlas
‘Informes’ como los del EIUD y FH desacreditan, ridiculizan y caricaturizan regímenes democráticos válidos, pero diferentes, logrando exactamente lo opuesto de lo que supuestamente buscan: el desarrollo democrático del planeta.
En realidad, el EIUD y el FH son politizados y jerarquizan a los países en función de su interés, utilizando una pseudocientificidad.
Es fácil manipular los criterios para descalificar democracias. Si elegimos “el apoyo popular del Gobierno” como criterio, entonces Bolivia es de lejos más democrática que Francia. Si elegimos “la prohibición de puestos sociales transmitidos por la sangre”, entonces todas las monarquías europeas son menos democráticas que las repúblicas latinoamericanas. Si elegimos “la identificación del pueblo con su gobierno”, todos los ‘populismos’ son más democráticos que los regímenes elitistas y tecnocráticos europeos. Si elegimos la “participación ciudadana en elecciones”, nuevamente Latinoamérica se impone sobre países europeos y EE.UU.
Fuera de ciertos mínimos indispensables -necesarios, pero no suficientes-, no existen criterios universales para medir la calidad de las democracias. Todo lo demás es simple ideología y no poco occidentalo-centrismo. (O)