Punto de vista
El arte (o ciencia) de descalificar democracias (parte II)
Freedom House (FH)
Otro de los “indicadores democráticos” más difundidos a escala mundial es el de Freedom House (FH). Se trata de una ONG que recibe fondos -bajo la forma de donaciones- de parte de la Usaid y del Departamento de Estado de USAvi. De esta forma, el 80% de su financiamiento viene de Washington.
En el libro Manufacturing Consent, The Political Economy of the Mass Media, de Edward S. Herman y de Noam Chomsky, los autores acusan a Freedom House de ser un instrumento de propaganda del Gobierno de los Estados Unidos y de la derecha internacional.
Los autores sostienen que desde la creación del FH, son innegables sus relaciones cercanas con la ultraconservadora AIM (Accuracy in Media), una organización sin fines de lucro que supuestamente tiene como objetivo asegurar la calidad mediática en el mundo; el World Anti-Communist League, cuestionada -entre otras cosas- por el abierto fascismo de sus principales líderes; Resistance International, otra organización anticomunista que existió entre 1983 y 1988; y con órganos gubernamentales como Radio Free Europe -financiada por la CIA y destinada a combatir a la Unión Soviética en plena guerra fría-, y la propia CIA.
Freedom House siempre apoyó incondicionalmente la política extranjera de los Estados Unidos, no solo justificándola, sino incluso haciéndola parecer como ‘noble’. Por ejemplo, en 1982 se encargó de desacreditar a los medios que denunciaban los asesinatos sistemáticos en El Salvador. ¿Cómo entonces confiar en su objetividad o en su cientificidad? Herman y Chomsky hablan más bien de un ‘travestismo de la academia’.
El índice FH basa su metodología en dos grandes categorías, los derechos políticos y las libertades civiles, compuestas a su vez por varios subindicadores. Los derechos políticos son definidos como los que permiten participar libremente en el proceso político. Más concretamente, si se puede hablar de concreto, se trata de la opción al voto libre para distintas alternativas en elecciones legítimas; el derecho de competir para la función pública; la libertad para integrar partidos políticos u organizaciones y de elegir representantes que tengan un impacto decisivo sobre las políticas públicas; y la rendición de cuentas al electorado.
Las libertades civiles son la libertad de expresión, de creencia, de asociación y organización, así como la autoridad de la ley y la autonomía individual sin interferencia del Estado.
El promedio de estos dos criterios permite clasificar a los regímenes en la categoría de ‘libre’ (free) con una nota entre 1 y 2,5; ‘parcialmente libre’ (partly free) con una nota entre 3 y 5; y ‘no libre’ (not free) con una nota entre 5,5 y 7. Si los sistemas cumplen un mínimo de estándares en materia de derechos políticos, Freedom House los define como ‘democracia electoral’ (electoral democracy), y cuando cumplen también los derechos civiles, alcanzan el título de “democracia liberal”.
Al igual que el The Economist Intelligence Unit of Democracy (EIUD), el FH ignora a la democracia social y descalifica principalmente a las democracias de los gobiernos progresistas latinoamericanos, particularmente a aquellos que crearon nuevas legislaciones para luchar en contra de la monopolización de los medios de comunicación por parte de unas cuantas familias.
Claramente, el EIUD y el FH son dos indicadores democráticos cuyo carácter científico y académico es muy dudoso. De hecho, la relatividad de los resultados del EUID y del FH se confirma cuando se los compara con un tercer indicador democrático: el IDD-LAT.
Índice de Desarrollo Democrático de América Latina (IDD-LAT)
El IDD-LAT es otro ‘indicador democrático’; esta vez de la Fundación Konrad Adenauer (KAS), creada por la Unión Democrática Cristiana de Alemania (CDU), y con una visión social-cristiana, conservadora y liberal de la democracia. Los datos son recogidos con ayuda de Polilat, consultora política con sede en Buenos Aires, especializada en la prestación de servicios e información política, social y económica de Latinoamérica.
El nuevo índice se centra únicamente en América Latina, por lo que los criterios escogidos son mucho más adaptados a la realidad continental y más apartados de estándares occidentales, lo cual permite poner en evidencia las incoherencias de los resultados de los indicadores EIUD y FH.
La metodología del IDD-LAT parte del principio de que todas las democracias del continente son democracias formales, es decir, que respetan tres condiciones mínimas: elecciones libres, sufragio universal y participación plena, por lo que el título de ‘democracia’ no es puesto en duda para ninguno de estos países. Luego, para evaluar la calidad democrática, el IDD-LAT se basa en cuatro dimensiones, cada una con sus correspondientes indicadores: la ‘democracia de los ciudadanos’, que evalúa el respeto de los derechos políticos y las libertades civiles; la ‘democracia de las instituciones’, que evalúa la calidad institucional y eficiencia política; la ‘democracia social y humana’, que analiza la capacidad del sistema democrático para asegurar el bienestar y el desarrollo humano; y la ‘democracia económica’, que evalúa las condiciones del sistema democrático para generar políticas que aseguran la eficiencia económica.
Cada dimensión obtiene una nota sobre 10, permitiendo luego hacer un promedio ponderado y clasificar a los diferentes países latinoamericanos en 4 categorías: los países de ‘desarrollo elevado’ (de 7 a 10), de ‘desarrollo medio’ (de 5 a 7), de ‘bajo desarrollo’ (de 2 a 5), y de ‘desarrollo mínimo’ (de 0 a 2)... (O)