Guillermo Lasso como banquero no es un buen político y como político resultó un pésimo banquero. A la luz de los hechos de estos días ni siquiera reveló al demócrata que aparentaba ser desde que perdió en primera vuelta el 2013. Quizá se pueda echar la culpa a su equipo asesor (reconocido por su arrogancia, audacia y poca permisividad a las críticas de sus allegados) o a un sentido precario de la democracia. Pero él propone y dispone, financia y organiza. Así luce su comportamiento o eso refleja cuando está fuera de una cámara. ¿O hay alguien detrás manejando esta operación desestabilizadora, violenta, arrogante y prepotente que de llegar a ser gobierno habría sido letal para su gestión como para quienes le apoyaron en la segunda vuelta? En la disputa política se nota que actúa como un banquero al que no le gusta perder, como dicen en Guayaquil quienes conocen de sus “habilidades” para incrementar su fortuna desde el banco que le hizo famoso y le llevó al poder político en los gobiernos de Mahuad y Gutiérrez. Ha perdido la “calidez” con la que se reunía con algunas personalidades durante el año 2015 y ofrecía ser un político abierto a todas las opciones y pensamientos. Desde esos días el trajín electoral supuso que adquiriría mejor talento para dar lecciones de liberalismo, apertura y tolerancia. Empezó por desconocer y hasta subestimar (otros dicen humillar) a sus aliados naturales y allegados ideológicos. Utilizó a dirigentes de la supuesta izquierda fundamentalista y cooptó a personajes para la operación subterránea y oscura. ¿Qué queda del Guillermo Lasso del libro que habría escrito y promovido para crear la imagen de un salvador político? ¿Dónde botó el libreto para la construcción de una red de apoyos políticos desde las organizaciones sociales, religiosas, empresariales y comunitarias? ¿O todo eso fue una pantalla para justificar todo lo que ahora vemos en sus actuaciones antidemocráticas y “falangistas” como dice Ramiro Aguilar? No solo que con todo eso ha hecho el ridículo internacional (que sus aliados en los medios comerciales saben y lo ocultan) sino que ahora se apoya en personas y grupos fascistoides que pueden comprometer hasta su futuro político y hasta legal si los costos y daños pasan de ser una contravención a un delito penal. Un demócrata, con la lucidez y natural, ahonda la complejidad del debate desde las certezas para sus propias organizaciones y seguidores, pero no los lanza a una aventura. Si opta por hacer política y fortalecer el sistema democrático olvídese de la lógica del banquero, de la ganancia a costa de mañas y audacias que le han hecho millonario. En política, a diferencia de la banca, se gana sumando conciencias y seduciendo con las ideas. Si eso no aprendió en todos estos años, el banquero Lasso abortó su corta carrera política. (O)