Si cada uno de los documentos exhibidos por el reportaje del diario argentino Página 12 constituyen prueba y sustento de una investigación judicial tendremos en Ecuador uno de los mayores fraudes fiscales y lavado de ganancias por quien ahora aspira a ser Presidente de la República. Es grave y delicado. No debe ni puede quedar de lado una denuncia de esta dimensión. Ya hemos visto lo ocurrido con Mauricio Macri y la secuela política que tiene aquello. ¿Y en Brasil con Michel Temer? Si Macri les contaba a sus compatriotas que tenía empresas en el exterior o que sus parientes eran deudores millonarios del Estado quizá ni siquiera se habría presentado a las elecciones. La primera constatación es que una de las empresas de Lasso multiplicó por 30 su capital inmediatamente después de ocurrido el feriado bancario. En menos de tres años pasó de un millón a treinta millones de dólares. ¿Cómo fue posible eso? En la edición de este diario se explica. Pero lo más grave es que para no pagar impuestos y camuflarlo como inversión extranjera, las empresas del candidato presidencial de CREO hicieron una transferencia desde Ecuador al extranjero, luego esta transferencia pasó a otra empresa y esta lo trajo al país en calidad de inversión y eso está penado por nuestra legislación. No hablamos de un caso cualquiera o de un hecho aislado. Al contrario: ese ha sido el modo con el que los paraísos fiscales han garantizado a muchos millonarios del mundo enriquecimientos indebidos. Por lo pronto, Lasso le debe una explicación al país. Que no ocurra como con Mauricio Rodas y sus colaboradores ad honorem. Aquí hay una “papa caliente” y es preferible la más absoluta transparencia para que si gana las elecciones no nos veamos en el penoso espectáculo de contar con un Presidente que usa el poder para favorecer a sus negocios particulares. Ya vivimos la triste experiencia con Jamil Mahuad, de quien Lasso fue su Súper Ministro de Economía. En ese gobierno los banqueros forjaron el mayor atraco a los ecuatorianos con el feriado, con las medidas y leyes que les significaron un enriquecimiento inusitado. No hay un solo banquero que haya quedado pobre tras eso. Y si para eso quieren ahora el poder político, estamos de retorno al peor momento de la historia ecuatoriana. Y, por supuesto, es de esperar que la prensa comercial (muy dada a valorar moralmente toda denuncia y acolitar al candidato banquero) haga su mejor y mayor trabajo profesional. Si se quedan callados frente a esta denuncia ya sabremos de qué pata no solo cojean sino de qué lado de la historia se encuentra. (O)