¿Cómo mira el panorama económico del mundo frente a la situación que atraviesan fundamentalmente los países de América Latina? ¿Cree que es un escenario que podría generar más problemas de los que hay o puede ser una oportunidad para reestructurar políticas públicas? En 2008 empezó esta crisis financiera internacional que es la más profunda que ha conocido el mundo moderno. Esa crisis estaba centrada en los países industrializados y sin duda tuvo un impacto sobre América Latina que básicamente duró un año, porque había una serie de vientos a favor sobre esas economías que nos ayudaban mucho. ¿Cuáles eran los vientos a favor? Los precios altos de los productos básicos y las bajas tasas de interés que, incluso, con la crisis financiera internacional se redujeron aún más. Eso contribuyó a fortalecer las monedas en América Latina y nos permitió seguir creciendo. Sin embargo, en los últimos 5 años ha caído gradualmente, año tras año, el crecimiento en América Latina, en general de los mercados emergentes, y se debe fundamentalmente al llamado del periplo de los productos básicos. A Ecuador le ha tocado en el último año y medio afrontar la caída de los precios del petróleo, que era el último de los productos básicos en afectarse, después de los alimentos y los minerales. Y del otro lado, el déficit en China, que durante años estuvo creciendo con tasas de dos dígitos, este año será del 7%. Y por último el comercio en el mundo, tanto en valores como en volúmenes, ha caído significativamente. Eso hace que los países tengan que contemplar cómo ajustarse el cinturón de cara a esta nueva realidad, y es ajustarse el cinturón como le pasa a cualquier familia que de la noche a la mañana ve que sus ingresos se reducen, pues igualmente hay que reducir los gastos, hacer más con menos, y eso significa reformas estructurales. Pero hoy América Latina es muy distinta, con una población que mejoró radicalmente en la última década; reducimos de manera importante la pobreza. Observamos lo que pasó en la última década en Ecuador, Bolivia o Perú, que lograron hacer dos cosas muy difíciles: reducir la desigualdad y la pobreza al tiempo. ¿El BID estima que habrá una mayor demanda de crédito? ¿Se podría solventar esa demanda, hay los recursos? Sin duda, y la gran pregunta que gravita -sobre todo en los mercados internacionales- son las decisiones que de última instancia tome la Reserva Nacional de los Estados Unidos en la medida en que sigan cayendo las tasas de desempleo en este país, pues obviamente conducirá a una situación de mayor normalidad en la economía estadounidense y hay la expectativa de que aumenten las tasa de interés en los mercados emergentes y una salida de capitales. Nos estamos preparando para atender a los países de mejor manera; obviamente no tenemos los recursos para atender todas las demandas, nunca ha sido así, pero estamos buscando alternativas con líneas de cofinanciamiento para atender esas mayores demandas. ¿Cree que hay países mejor preparados para afrontar las emergencias de la economía mundial? ¿Cree que la región puede plantearse retos de acción conjunta, proyectos estratégicos regionales para afrontar mejor una crisis? No cabe duda de que una oportunidad de crecimiento, a la que le hemos dado la espalda por muchos años, es justamente la integración económica. Por ejemplo, en Europa más del 60% del comercio es interno, en Asia cerca del 50% y en América Latina escasamente un 20%. ¿Pero qué nos ha faltado? Un hardware y un software; el hardware llámese conectividad, vialidad, puertos, aeropuertos, integración energética, todo ese tipo de integración física para facilitar ese comercio. Y del otro lado, todavía tenemos que lamentar que no contemos con los suficientes acuerdos que se traduzcan en libre comercio entre nuestros países como pasa en el mundo hoy en día. ¿Considera que hay países en mejores condiciones para imponer a los demás un proceso de integración más ambiciosos? En el comercio no se pueden imponer las cosas, son el fruto de las negociaciones. Lo importante es caminar y no esperar que estos problemas se resuelvan de la noche a la mañana. Pero sí puede haber un compromiso político permanente; es lo que se necesita. No pensemos solo en ganancias pequeñas sino en la suma de los beneficios para toda la región, y ahí es fundamental trabajar en la integración latinoamericana. El BID ha lanzado varias iniciativas de integración, pero también se ha involucrado en temas neurálgicos para América Latina como la seguridad y la violencia. ¿Cómo analiza ese tema, para articularlo como un nodo y afrontar los desafíos del desarrollo, la reducción de la pobreza, el desarrollo de bienes productivos para los ciudadanos? Lo primero es la gran paradoja; en la década de los 80, cuando tuvimos un bajo crecimiento, lo que se llamó la década perdida, los indicadores de violencia en América Latina eran mucho menores que en la última década, que ha sido quizá una de las mejores décadas en lo que a crecimiento económico se refiere, tanto así que hace unas semanas hicimos un evento muy importante sobre la Seguridad Ciudadana con una enorme participación de Ministros y Viceministros de toda la región y justamente en Quito mostramos un estudio del BID que demuestra que tenemos el 9% de la población del mundo y el 30% de homicidios en el mundo. Entonces es el tema de mayor preocupación de los latinoamericanos, no es el empleo, y eso significa trabajar desde lo local, pensar que tenemos una tasa de homicidios de prácticamente 20 por cada 1.000 habitantes, muy por encima de la media mundial. Y son programas como ‘David’, como el desarrollado en Ecuador, los que han tenido éxito. Es que en esa preocupación por reducir la desigualdad y preocuparse en lo social, como ha hecho Ecuador en los años recientes, ha permitido que los indicadores de violencia sean menores que en otros países de la región. ¿En el mediano o corto plazo, cree que haya una respuesta adecuada de los gobiernos, quizá ampliar el margen de acción para resolver estos problemas? Hay una enorme demanda de todas las sociedades latinoamericanas de poner atención a ese tema, en que los jóvenes no tienen empleo y que los programas sociales sirvan para la inclusión -en Ecuador han hecho cosas muy interesantes- y de forma holística porque precisamente no hay una fórmula única para combatir ese flagelo que cobra tantas vidas todos los años. ¿Cómo mira el BID que instituciones como Celac o Unasur se consoliden y afronten estos retos; y en la misma dimensión, la pérdida de prestigio, de incidencia de la OEA? Lo importante es que este tipo de instituciones apunten a la integración latinoamericana y al fortalecimiento de esa integración en el espacio político, que es importante, pero que sobre todo se traduzca en el espacio económico. (O)