La integración del sentido común podría ser la noción que guíe la relación entre los estados latinoamericanos y caribeños. El sentido común nos dice que nuestros estados y pueblos tienen intereses geopolíticos comunes, entonces por qué no actuar en nombre de ese interés general, por qué no proteger ese interés general. El sentido común nos señala que el éxito inconmensurable de haber reunido a nuestros treinta y tres Estados en un espacio para el debate argumentado y horizontal es un logro que debe defenderse y desarrollarse. La integración no busca eliminar las diferencias, esto no es posible ni deseable; debemos apreciar el marco común construido que otorga igualdad de derechos a todos sus miembros, y esto, en un mundo en donde determinados organismos internacionales no se manejan con el principio de la democracia, es un aspecto a considerar. El sentido común nos dice que el interés general nos obliga a construir un destino colectivo, conducido por este modelo de integración pluralista que hemos conseguido; debemos profundizar nuestra unidad en la pluralidad. Celac es una zona de paz, el sentido común obligó a declarar a nuestra región como zona de paz. Nuestra vocación geopolítica es la paz y debemos como Celac contribuir a la paz mundial. El sentido común nos dictó que debemos alejarnos de aquella potencia que pretende imponer su voluntad geopolítica a otros pueblos y que han convertido a regiones como el Oriente Medio en zonas con países destruidos. Usando el método de la “guerra contra el terrorismo” se ha sometido a pueblos y se camufla la expropiación de sus recursos naturales. ‘Guerra’ que ha otorgado patente de corso a la potencia que declaró esa guerra infinita para violar a su antojo el derecho internacional, promover guerras de falsa bandera, cárceles clandestinas alrededor del mundo y violar todos los derechos humanos que dice promover. En este convulsionado planeta, los miembros de la Celac tenemos la oportunidad de construir la civilización del Buen Vivir. Nuestros pueblos nos exigen sensatez, no les fallemos. Sepultemos de una vez por todas esas supuestas arquitecturas hemisféricas de seguridad y diálogo internacional que han demostrado estar al servicio de intereses egoístas y hegemónicos, y gritemos todos ¡larga vida a la Celac! (O)