La alta dirigencia del Partido Comunista de la República Popular China (PCCh) se encuentra en plena faena histórica, construyendo aquello que denomina ‘una sociedad modestamente acomodada’. En la aparente simpleza del lenguaje político chino, este concepto estratégico de enorme proyección deviene inofensivo, casi retórico, sobre todo si se mira desde el prisma poco claro de Occidente. En noviembre de 2012, el presidente chino Xi Jinping lo dijo con la claridad requerida: “La prolongada práctica del Partido y del Estado ha demostrado que solo el socialismo puede salvar a China y que solo el socialismo con peculiaridades chinas puede desarrollarlo”. Así cerró la pinza ideológica el líder máximo del país más poblado del planeta, en un momento crucial para China, vale decir, cuando estaba ya catalogada como una de las mayores economías del orbe y su voz se oía con atención y cuidado en todas las latitudes. Desde hace décadas el eje vital de China ha sido muy claro: Partido-Estado-Socialismo-Desarrollo. “Únicamente enarbolando la gran bandera de este socialismo -agregó Xi Jinping- podremos unir a todo el Partido y al pueblo de todas las etnias del país y conducirlos al coronamiento de la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada, en el centenario de la fundación del Partido Comunista de China”. (Ver nota adjunta) Dicho en sencillo, lo que se vive y se ve hoy en China Popular no deriva del azar y menos es fruto de las casualidades. Aquel país que sufrió hambrunas generalizadas no existe más. La otrora inmensa nación asiática pobre y atrasada va quedando como la reminiscencia en los textos de historia. Aquella vieja sociedad azotada por las taras feudales que la agobiaron por siglos se desvanece ante los ojos de las nuevas generaciones, que miran el mundo y la vida con nuevas perspectivas. Hoy, gracias a las políticas sostenidas de reforma y apertura, China Popular se muestra como una sociedad potente que cambia de piel y se abre camino en el escenario mundial. Su economía muestra una extraordinaria vitalidad. A su vez, la capacidad de asimilación de su población en épocas de crisis desafía a todos los manuales ortodoxos y heterodoxos de economía, sean de derecha o de izquierda. China crece y el mundo contempla. Un imperio está en marcha y no es claro aún el derrotero que deberán tomar las actuales potencias que ven seriamente amenazados sus reinados, sus dominios, sus mercados, sus territorios. En este contexto, la dirigencia de China Popular no agita -no le interesa agitar- las aguas desde el discurso; no es su estilo ni su impronta, tiene que ver con choques o confrontaciones. Pero sabe cómo sacudir el avispero: desde la economía. Y ahí es irremediablemente efectiva y eficaz, por la fenomenal fuerza laboral que la respalda y por el inmenso capital financiero y tecnológico acumulado. Esto bien lo saben Washington, Berlín, Londres y en general todas las grandes capitales del mundo capitalista desarrollado. Pero no todo es color de rosa en la pujante China de Xi Jinping. Hay corrupción de la dura, tanto así que el propio presidente la ha denunciado y ha pedido atacar ese mal desde el propio Partido Comunista Chino. Existe enriquecimiento desmedido en algunos segmentos de la sociedad china, que se han beneficiado de las reformas y de la apertura económica que vienen desde finales de la década del 80 del siglo pasado. El consumismo, sobre todo entre los jóvenes, empieza a tomar cierta forma estructural. Este nuevo fenómeno sociológico es particularmente visible en los grandes enclaves urbanos del país, incluyendo la capital Beijing y otras megaciudades como la deslumbrante Shanghai. Un grave problema del desarrollo chino merece particular mención: el deterioro del medioambiente. Expertos económicos sostienen que el aire viciado es el alto costo que paga China por haber seguido los mismos patrones de producción capitalista y la tecnología subyacente. El problema del aire en las ciudades no es asunto pulmonar solamente; es problema de Estado. Tiene que ver con las generaciones venideras. Si Beijing, con sus 23 millones de habitantes y Shanghai con 24 millones (por citar 2 ciudades) pagan el alto costo del desarrollo, el gobierno saca lecciones y trabaja para enmendar. Mientras eso ocurre, el socialismo con peculiaridades chinas sigue su dinámica. (I) ----------------------- Un detalle a tener en cuenta Esto es 'sociedad modestamente acomodada'... Uno de los principales -sino el principal- objetivos trazados en el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China (noviembre, 2012) se relacionó con terminar una tarea en curso: la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada, en beneficio de la inmensa población china. Pero ¿en qué consiste este objetivo estratégico que fijó el 2020 como el año tope para lograr esa meta? Estos son algunos de sus componentes: I) Consolidar el desarrollo sostenido y saludable de toda la economía china; II) duplicar el PIB anual de China Popular; III) duplicar el ingreso per cápita de sus habitantes urbanos y rurales, comparado con el nivel alcanzado en el año 2010; IV) ampliar siempre la democracia popular y participativa en la población; V) fortalecer constantemente el poder cultural del pueblo chino; VI) elevar de manera integral el nivel de vida de toda la población del país; VII) lograr y consolidar importantes avances para construir una sociedad ahorradora de recursos naturales y que sea amigable con el medio ambiente. Estas metas hacen parte de la tradición política china de planificación. En el XII Congreso del mismo partido (1987), las grandes metas fijadas para la sociedad se alcanzaron con creces a finales del siglo XX. Hoy, la dirigencia política trabaja para que la nación logre, en la mitad del XXI, un PIB per cápita equivalente al de los países medianamente desarrollados. Así espera materializar la modernización del país. (I)