Más de 1,5 millones de ecuatorianos han superado la pobreza

Durante estos 9 a&ntilde;os de gesti&oacute;n de Rafael Correa la inversi&oacute;n social asciende a $ 56 mil millones. Ese desembolso ha permitido que la ayuda a personas necesitadas se multiplique por cuatro. Los recursos tambi&eacute;n han logrado reducir la pobreza. M&aacute;s de 1,5 millones de ecuatorianos han superado esta situaci&oacute;n y la pobreza extrema se ubica por segundo a&ntilde;o consecutivo en un solo d&iacute;gito. La clase media era en 2006 el 29%, en 2014 fue del 41%. Desde hace 9 a&ntilde;os se ha inaugurado una obra emblem&aacute;tica cada 15 d&iacute;as, en todo el territorio. Hoy presentamos 9 historias, tres por cada generaci&oacute;n, que retratan las transformaciones en el pa&iacute;s y los desaf&iacute;os a&uacute;n por lograr. Podr&aacute; conocer los planes y sue&ntilde;os de dos j&oacute;venes y un deportista de alto rendimiento, quienes tuvieron acceso a becas, gracias a su excelencia. Tambi&eacute;n est&aacute; el agricultor de la Costa y el ind&iacute;gena que evidencian los cambios en su lugar de trabajo. Conocer&aacute; a dos homosexuales, quienes ya no temen salir a la calle y ser discriminados. Adem&aacute;s, conocer&aacute; a una trabajadora del hogar que por fin tuvo un reconocimiento, a la docente jubilada que vive con tranquilidad de su pensi&oacute;n y a una madre con discapacidad que hoy puede sostener a su familia. (I) ********************************************************************************************************* Alan M&aacute;rquez / exabanderado del Vicente Rocafuerte de Guayaquil. "Antes, en el pa&iacute;s entraba a la universidad el que ten&iacute;a m&aacute;s dinero" Alan, de 19 a&ntilde;os, en marzo pr&oacute;ximo empezar&aacute; a estudiar la carrera de Ingenier&iacute;a Mecatr&oacute;nica en la Universidad de las Fuerzas Armadas de Latacunga. Foto: Miguel Castro / El Tel&eacute;grafo El d&iacute;a que realiz&oacute; el juramento de la bandera, Alan M&aacute;rquez tuvo que perderse el enlace ciudadano, que ve&iacute;a junto a su familia. De ese episodio han transcurrido 2 a&ntilde;os. El joven recuerda que los s&aacute;bados eran sagrados para &eacute;l. De esa manera se mantiene informado de la gesti&oacute;n que el presidente Rafael Correa realiza y ha ejecutado a lo largo de estos 9 a&ntilde;os de mandato, que precisamente se cumplen hoy. Alan ten&iacute;a 10 a&ntilde;os cuando Correa asumi&oacute; su mandato. Cursaba el cuarto a&ntilde;o de la primaria en una escuela fiscomisional y le faltaban dos a&ntilde;os para ingresar al colegio Vicente Rocafuerte, en el que fue elegido abanderado y uno de los mejores estudiantes. Para el joven guayaquile&ntilde;o, que cumpli&oacute; 19 a&ntilde;os recientemente, una de las obras m&aacute;s importantes en estos casi 10 a&ntilde;os ha sido la revoluci&oacute;n educativa. &ldquo;Se le dio un giro de 360 grados a la educaci&oacute;n al aprobar leyes en beneficio de las personas necesitadas declarando la educaci&oacute;n p&uacute;blica totalmente gratuita y darle muchas oportunidades a j&oacute;venes y ni&ntilde;os que en muchas ocasiones, por carencias econ&oacute;micas, no pod&iacute;an acceder a una educaci&oacute;n digna. Eso para m&iacute; es el pilar fundamental&rdquo;. Agrega que antes muchos maestros se dedicaban a la politiquer&iacute;a y no ense&ntilde;aban. Ahora, en su lugar hay docentes capacitados y con una mejor preparaci&oacute;n. Adem&aacute;s, Alan resalta la remodelaci&oacute;n que se hizo con su colegio: &ldquo;Me habr&iacute;a gustado estar en las nuevas aulas, pero me siento orgulloso de que ahora los compa&ntilde;eros disfruten de instalaciones renovadas&rdquo;. Otro de los logros que ha visto a nivel educativo se dio en las universidades. Hace 9 a&ntilde;os era imposible pensar que el ingreso a una instituci&oacute;n se lograra de forma meritocr&aacute;tica, como ocurre en la actualidad con el ENES (Examen Nacional de Educaci&oacute;n Superior). &ldquo;Antes entraba el que ten&iacute;a m&aacute;s dinero y el que no ten&iacute;a se quedaba afuera. Ahora se puede acceder a una educaci&oacute;n gratuita y de buena calidad y estudiar carreras que antes solo se pod&iacute;an ver en universidades privadas&rdquo;. En su caso, Alan consigui&oacute; un cupo para estudiar mecatr&oacute;nica en la Universidad de Fuerzas Armadas de Latacunga, a la que ingresar&aacute; en marzo pr&oacute;ximo. &ldquo;A m&iacute; me interesa contribuir a esa innovaci&oacute;n y conocimiento que necesita el pa&iacute;s&rdquo;. Reconoce que es todo un desaf&iacute;o estudiar una carrera ambiciosa, lejos de su familia. El exvicentino asegura que este proceso no es perfecto, pero que se deber&iacute;a apoyar en vez de criticar sin fundamentos. &ldquo;En vez de oponerse a todo hay que contribuir con ideas para mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos&rdquo;. (I) ********************************************************************************************************* Anggie Avegno / deportista del Plan de Alto Rendimiento "La vida de los atletas cambi&oacute; con el Ministerio del Deporte" Anggie, de 19 a&ntilde;os, resalta el desarrollo deportivo en el pa&iacute;s con los logros internacionales alcanzados, mientras se prepara para ser nutricionista. Foto: Cortes&iacute;a Para Anggie Avegno, campeona mundial de canotaje, todo empez&oacute; hace 7 a&ntilde;os en el sur de Guayaquil, mientras visitaba un parque. All&iacute; su atenci&oacute;n se pos&oacute; en un grupo de peque&ntilde;os que, sin dificultades, recorr&iacute;a en canoas las aguas del Estero Salado. La pirag&uuml;ista se inici&oacute; cuando apenas ten&iacute;a 12 a&ntilde;os y -a su criterio- desarrollarse en el canotaje fue complicado debido a la falta de implementos adecuados e infraestructura deficiente, as&iacute; como el poco apoyo para las competiciones. &ldquo;En muchas ocasiones me molestaban los hombros porque ten&iacute;a una pala muy grande para mi estatura (1,52 m), pero pese a ello la pasi&oacute;n por este deporte me dio las fuerzas necesarias para seguir adelante&rdquo;, recuerda con un brillo de satisfacci&oacute;n en sus ojos claros. A pesar de todo, Anggie continu&oacute; y poco despu&eacute;s super&oacute; a las compa&ntilde;eras que la dejaban rezagada durante las primeras pruebas en las que actuaba. &ldquo;Mi vida es el canotaje, me siento libre... es lo que me llena. No es un trabajo ni pasatiempo, es una lecci&oacute;n de vida que aprendo con cada impulso. Y es que cuando s&eacute; que estoy cerca a la meta surge de mi interior una fortaleza para lograr lo que otros no pueden&rdquo;. La guayaquile&ntilde;a sabe que ahora la pr&aacute;ctica del canotaje es muy distinta a la de hace algunos a&ntilde;os, gracias al nacimiento del Plan de Alto Rendimiento, que ha servido para mejorar el nivel de esta disciplina y el de muchos otros deportistas. &ldquo;Ahora pienso no solo en estudiar y salir adelante en el canotaje, sino tambi&eacute;n dejar una semilla en aquellos que me ven, as&iacute; como en los que se inician en esta disciplina. Con el pasar del tiempo anhelo convertirme en una nutricionista y tener un gimnasio que les sirva a todos. Esto es posible gracias al apoyo que se recibe. Es una forma de devolverle algo a la sociedad y a la vida&rdquo;, reflexiona la atleta. &ldquo;La vida de los deportistas cambi&oacute; con el Ministerio del Deporte, esta entidad nos brind&oacute; la ayuda que tanto necesitamos; ahora somos atendidos en todos los aspectos, algo que en poco tiempo dar&aacute; grandes resultados al pa&iacute;s&rdquo;. &ldquo;El caso de Anggie es muy especial, ella es una persona que tiene mucho talento, perseverancia y apoyo, por eso est&aacute; entre las mejores del mundo, algo que ni siquiera se pensaba que pudiera darse en este pa&iacute;s&rdquo;, refiere el entrenador de la atleta, el argentino Sebasti&aacute;n De Cesare. &ldquo;El crecimiento de Anggie va de la mano de lo que le brind&oacute; el Ministerio del Deporte y el Plan de Alto Rendimiento. Si hubi&eacute;semos seguido como antes, con gobiernos anteriores, no se habr&iacute;a conseguido nada de lo que tenemos ahora&rdquo;, manifiesta De Cesare. (I) ********************************************************************************************************* Grace Neira / becada en la Universidad de Azuay. &ldquo;Las becas dan una oportunidad a personas que no tienen recursos&rdquo; A sus 18 a&ntilde;os, Grace ya piensa en su futuro, quiere continuar con sus estudios en el extranjero, luego de graduarse con la beca que tiene en la Universidad de Azuay. Foto: Fernando Machado / El Tel&eacute;grafo No se considera &lsquo;matona&rsquo; (estudiosa), pero s&iacute; muy dedicada. La beca que recibi&oacute; del Gobierno a trav&eacute;s de la Senescyt le ha permitido a Grace Estefan&iacute;a Neira estudiar dise&ntilde;o de interiores en la Universidad de Azuay, sin embargo, su aspiraci&oacute;n es tambi&eacute;n dedicarse en el futuro a la arquitectura, pero fuera del pa&iacute;s. Su profesor, &Aacute;lvaro Larriva, reci&eacute;n el martes se enter&oacute; de que ten&iacute;a una beca del 75% que le permite a la estudiante seguir esta carrera. &ldquo;Para m&iacute;, todos los estudiantes tienen la misma oportunidad de aprendizaje&rdquo;. Adem&aacute;s, expresa su satisfacci&oacute;n porque haya estudiantes que se esfuerzan para conseguir una ayuda, en este caso del Gobierno. Grace estudi&oacute; en el colegio Asunci&oacute;n y siempre estuvo entre las primeras estudiantes del curso. Cuando rindi&oacute; el examen de nivelaci&oacute;n no se sinti&oacute; satisfecha porque quer&iacute;a estudiar arquitectura, pero solo alcanz&oacute; 830 puntos y no los 850 que necesitaba para ingresar a la Universidad de Cuenca, pero no se dio por vencida. Postul&oacute; por las becas y alcanz&oacute; el puntaje requerido para estudiar dise&ntilde;o de interiores en la Universidad de Azuay. Si no fuera por esta beca, cada ciclo (cada cuatro meses y medio) sus padres deber&iacute;an desembolsar $ 1.800, un egreso que su familia no est&aacute; en capacidad de hacer. &ldquo;Es lo mejor que me pudo pasar para no perder la oportunidad de estudiar&rdquo;, dice mientras camina por los patios de la universidad, que est&aacute; ubicada en la parte sur de la ciudad y es catalogada como un centro de estudios con altos costos. &ldquo;Lo que ha hecho el Gobierno al premiar con becas es dar la oportunidad a personas que no tienen los recursos, ya que muchos se quedaban al margen de los estudios&rdquo;. Considera que este incentivo deber&iacute;a continuar para dar mayores oportunidades a los alumnos del pa&iacute;s. Para Grace, el tener una beca le obliga tambi&eacute;n a ser responsable en sus estudios, se&ntilde;ala que esta responsabilidad no la ata a su casa o a la universidad. &ldquo;Tambi&eacute;n tengo mis ratos para disfrutar al menos una vez a la semana, en especial los viernes&rdquo;. Cuando ingres&oacute; a sus clases, sus compa&ntilde;eros se sorprendieron al ver que un equipo period&iacute;stico la acompa&ntilde;aba. &ldquo;Si solo pasa en el celular&rdquo;, coment&oacute; uno de ellos, lo que caus&oacute; risa, mientras el profesor Larriva, por su parte, indicaba que el esfuerzo tambi&eacute;n tiene su recompensa, y es mucho mejor cuando se trata de estudios. &ldquo;Termino esta carrera y me voy a Argentina. Quiero ser una profesional de la arquitectura y luego servir a mi pa&iacute;s&rdquo;, manifiesta Grace, quien cuenta con el apoyo de sus tres hermanos para obtener su t&iacute;tulo lo m&aacute;s pronto posible; asimismo, tiene el respaldo de su madre, quien trabaja con un grupo de arquitectos. (I) ***************************************************************************************************** Carlos Isa&iacute;as / integrante de la comunidad GLBTI "Caminar de la mano de mi pareja, sin miedo, es un gran logro" En su casa, ubicada en Carcel&eacute;n, Carlos Isa&iacute;as (derecha) y Jos&eacute; Luis Cabrera (izquierda), junto a su mascota Cholita, que la adoptaron hace un a&ntilde;o y seis meses. Foto: &Aacute;lvaro P&eacute;rez / El Tel&eacute;grafo Desde peque&ntilde;o supo que no le gustaban las ni&ntilde;as, que su inclinaci&oacute;n sexual era otra. Cuando cumpli&oacute; 17 a&ntilde;os, en 1999, su hermano gemelo descubri&oacute; que era gay y se lo cont&oacute; a sus padres. Ese fue el &uacute;ltimo d&iacute;a que Carlos Isa&iacute;as durmi&oacute; en la casa de sus progenitores; despu&eacute;s de la noticia, ellos le pidieron que se fuera y no volviera m&aacute;s. Desde entonces Carlos empez&oacute; a trabajar: limpi&oacute; pescados en un mercado del centro de Guayaquil y vendi&oacute; bebidas en los buses, hasta que conoci&oacute; a David, su primera pareja. Juntos viajaron a Quito para buscar mejores opciones laborales. Sin embargo, despu&eacute;s de 10 meses Carlos decidi&oacute; volver al puerto principal para iniciar sus estudios de Econom&iacute;a en la Universidad Estatal de Guayaquil. Lo hizo en el 2000, tres a&ntilde;os despu&eacute;s que Ecuador dej&oacute; de imponer c&aacute;rcel -de entre cuatro y ocho a&ntilde;os- a quienes se declaraban gais, lesbianas, transexuales o transg&eacute;neros. El C&oacute;digo Penal lo sancionaba hasta 1997. A pesar de la reforma, la discriminaci&oacute;n pas&oacute; por encima de la ley. Carlos recuerda que nunca ocult&oacute; su preferencia sexual y eso hizo que sea v&iacute;ctima de malos tratos. En mayo de 2005 su pareja, David, se suicid&oacute; frente a &eacute;l, se cubri&oacute; de un l&iacute;quido vol&aacute;til y se quem&oacute;. Pas&oacute; 15 d&iacute;as en el hospital hasta que a causa de un paro card&iacute;aco muri&oacute;. Despu&eacute;s de un a&ntilde;o conoci&oacute; a Jos&eacute; Luis Cabrera, su pareja actual, en agosto pr&oacute;ximo cumplir&aacute;n una d&eacute;cada juntos. Durante el tiempo en el que permaneci&oacute; en su ciudad natal, Carlos incentiv&oacute; y particip&oacute; de las marchas del Orgullo Gay, las cuales se realizan desde 1998 en Quito, y a partir del 2006 en el puerto principal. La pareja recuerda que antes las expresiones afectivas que se demostraban en p&uacute;blico eran objeto de burlas y agresiones. Una vez intentaron ingresar al Malec&oacute;n Sim&oacute;n Bol&iacute;var de Guayaquil tomados de la mano y se les impidi&oacute; el paso, incluso los detuvieron. Con el paso del tiempo y la gesti&oacute;n realizada a favor de los derechos de la comunidad GLBTI, Carlos y Jos&eacute; Luis pasean sin restricciones por las calles de la capital, ciudad en la que radican hace 3 a&ntilde;os. En su casa ubicada en Carcel&eacute;n, en el norte de la urbe, Carlos y su pareja viven con Emili, una chica transexual que hasta hace cuatro a&ntilde;os portaba una c&eacute;dula de identidad en la que se mostraba el nombre de Emilio Barre. Eso cambi&oacute; gracias a las leyes nacionales que reconocen la identidad de g&eacute;nero. Uno de los pendientes que tienen Carlos y Jos&eacute; Luis es lograr la inscripci&oacute;n de su uni&oacute;n de hecho, que no se ha concretado por tr&aacute;mites personales. Consideran que una vez que lo hagan los dos estar&aacute;n amparados por la ley y gozar&aacute;n de los mismos derechos que un matrimonio civil. (I) ***************************************************************************************************** Jos&eacute; Daniel Cuyo / agricultor de Ciudad del Milenio Los ojos de Jos&eacute; atestiguaron el progreso de Zumbahua El campesino Jos&eacute;, de 37 a&ntilde;os, dice que nunca antes, hasta 2007, hab&iacute;a llegado un presidente a visitarlos en la peque&ntilde;a parroquia Zumbahua. Foto: Roberto Ch&aacute;vez / El Tel&eacute;grafo Hasta hace una d&eacute;cada la agr&iacute;cola localidad de Zumbahua, parroquia rural de Pujil&iacute;, en Cotopaxi, era una de las m&aacute;s pobres del pa&iacute;s. Parad&oacute;jicamente esta t&iacute;pica poblaci&oacute;n de la serran&iacute;a ecuatoriana, en la que germinan la cebada, arveja, avena y otros granos y cereales andinos, varios a&ntilde;os atr&aacute;s estaba sumida en el desempleo, analfabetismo y abandono. Pese a tener uno de los encantos naturales m&aacute;s fascinantes, visitados y geol&oacute;gicamente importantes del pa&iacute;s, la laguna de Quilotoa, all&iacute; los niveles de pobreza eran preocupantes y la poblaci&oacute;n joven optaba por migrar a la capital. Jos&eacute; Daniel Cuyo, agricultor local de 37 a&ntilde;os, fue testigo de una profunda transformaci&oacute;n de este sector productivo as&iacute; como de la ganader&iacute;a, artesan&iacute;a y el turismo, en los &uacute;ltimos 9 a&ntilde;os. Seg&uacute;n cuenta -para &eacute;l-, el olvido de los gobiernos resultaba m&aacute;s perjudicial que las heladas, incendios y otros fen&oacute;menos naturales. &ldquo;Si bien el nombre de la parroquia constaba en los mapas, hasta 2007 nunca un representante del Gobierno central nos visit&oacute; para constatar nuestras necesidades, prioridades y calidad de vida. La despreocupaci&oacute;n de entidades estatales y ausencia de recursos p&uacute;blicos dificultaban la apertura y asfaltado de las v&iacute;as de acceso, as&iacute; como caminos internos, aspecto b&aacute;sico para el desarrollo de un pueblo&rdquo;, asegura mientras va de camino a su parcela, a 5 minutos del centro parroquial, donde siembra haba, avena, papa y chocho. El asfaltado y se&ntilde;alizaci&oacute;n de la v&iacute;a Zumbahua-Quilotoa, Latacunga-La Man&aacute;, que pasa por Zumbahua, y el Paso Lateral de Latacunga, carretera que facilita el acceso a Pujil&iacute; desde el norte y sur del pa&iacute;s, inaugurados entre 2011 y 2015, son resultado de la inversi&oacute;n estatal enfocada en fortalecer el cultivo y comercializaci&oacute;n de productos agr&iacute;colas. El Ministerio de Transporte y Obras P&uacute;blicas (MTOP) invirti&oacute; en estos anillos viales un aproximado de $ 313,5 millones. Esto tambi&eacute;n ha favorecido al sistema tur&iacute;stico de la poblaci&oacute;n ubicada a 4.000 metros sobre el nivel del mar, pues las principales operadoras tur&iacute;sticas del pa&iacute;s ahora incluyen al Quilotoa en su lista de recomendaciones. Gracias a la construcci&oacute;n del Centro de Salud tipo B y la presencia de la Unidad Educativa del Milenio Cacique Tumbal&aacute;, ubicada en la entrada de Zumbahua, la calidad de vida de los 12.700 habitantes de la parroquia se ha elevado. Por esta raz&oacute;n, los dos hijos menores de Cuyo estudian en este plantel y su esposa es maestra en otra escuela del lugar. Esto ha impedido que la poblaci&oacute;n m&aacute;s joven migre hacia ciudades vecinas. Otro de los beneficios para la agricultura local es el Seguro Campesino, instituci&oacute;n que protege a la poblaci&oacute;n del sector rural del Ecuador con programas de salud integral. (I) ******************************************************************************************************* Carlos Neira / agricultor de la Comuna Calicanto - Santa Elena "Nosotros ayudamos a la econom&iacute;a de nuestro pa&iacute;s" Carlos tiene 50 a&ntilde;os y es uno de los pilares de la organizaci&oacute;n comunitaria. Su producci&oacute;n se ha duplicado con semillas certificadas, asistencia t&eacute;cnica y riego. Foto: Karly Torres / El Tel&eacute;grafo En la mayor&iacute;a de parroquias del pa&iacute;s, el sector rural suele caracterizarse por ser un espacio lleno de vegetaci&oacute;n en el cual, generaci&oacute;n tras generaci&oacute;n, sus habitantes cultivan en peque&ntilde;os huertos y cr&iacute;an animales para el consumo familiar. Sin embargo, eso no sucede en todas partes. En Ecuador existen localidades donde el suelo ha perdido condiciones de producci&oacute;n, una circunstancia que suele obligar a las personas a abandonar sus tierras y a dirigirse hacia la ciudad para trabajar en cualquier actividad que les permita subsistir. Esto le sucedi&oacute; a Carlos Neira, quien naci&oacute; en Calicanto, una comuna de 7.400 hect&aacute;reas situada en el centro de Santa Elena que, si bien no es muy conocida fuera de la Pen&iacute;nsula, constituye el &aacute;mbito de vida cotidiana para m&aacute;s de 100 familias. Al evocar sus a&ntilde;os de ni&ntilde;ez, con cierta nostalgia, Carlos Neira recuerda que los campos eran verdes pero que, a partir de 1998 aproximadamente, empezaron a tornarse amarillos y luego permanecieron grises: &ldquo;La tierra se agriet&oacute; y solo brotaban palos secos&rdquo;. Por ello, &eacute;l crey&oacute; que era imposible que el campo reverdeciera y volviese a ser productivo. Hace un par de a&ntilde;os, sin embargo, los moradores se propusieron recuperar la tierra y su comuna, que estaba abandonada como si fuese un pueblo fantasma de aquellos retratados en las pel&iacute;culas del Viejo Oeste. Poco a poco, sin embargo, esa realidad est&aacute; desapareciendo y volvi&eacute;ndose un mal recuerdo. Una comitiva de comuneros y &eacute;l consiguieron que el Ministerio de Agricultura los incluya en el &lsquo;Proyecto Integral para el Desarrollo Agr&iacute;cola, Ambiental y Social de Forma Sostenible del Ecuador&rsquo; (Pidaasse) y, de esa manera, lograron acceder a riego y beneficiarse de una inversi&oacute;n de miles de d&oacute;lares. A trav&eacute;s del tono de sus palabras, Carlos evidencia su entusiasmo por lo que el Gobierno Nacional ha hecho por su comunidad: &ldquo;Es la primera vez que un presidente cumple con lo que ha ofrecido&rdquo;. A similitud de muchos otros que han recuperado sus formas tradicionales de subsistencia, este agricultor no solo podr&aacute; mantener a su familia sino que aportar&aacute; tambi&eacute;n a reducir las importaciones de ma&iacute;z necesarias. &ldquo;Nosotros ayudamos a la econom&iacute;a de nuestro pa&iacute;s. Mientras m&aacute;s sembremos, menos importaremos, m&aacute;s empleo generaremos&rdquo;, dice. Hasta el momento en su comunidad ya han cosechado dos veces gracias al riego. A la distancia las 80 hect&aacute;reas de ma&iacute;z parecen un lunar verde que proporciona esperanza a todos quienes moran en Calicanto. En esta localidad, adem&aacute;s, Carlos preside el Banco Comunal, en el cual los socios depositan una cuota para pagar los gastos colectivos. Ahora &eacute;l es parte de una empresa agroproductiva. (I) ***************************************************************************************************** Lorena Taques / beneficiaria de la Setedis "Antes no se cumpl&iacute;an las leyes para las personas con discapacidad" Lorena Taques, de 51 a&ntilde;os, tiene discapacidad f&iacute;sica debido a la polio que sufri&oacute; de ni&ntilde;a. Mediante la ayuda de la Setedis emprendi&oacute; un negocio propio. Foto: Eduardo Escobar / El Tel&eacute;grafo Lorena Taques Palacios, quien tiene discapacidad f&iacute;sica, recibi&oacute; en dos ocasiones ayuda directa del presidente Rafael Correa cuando ella lo busc&oacute;. Recuerda que tras acudir 30 veces al Ministerio del Litoral en Guayaquil consigui&oacute; ser vista por el Mandatario, que al escucharla pidi&oacute; a uno de sus asesores que tomara sus datos y &ldquo;en menos de 10 d&iacute;as ya estaba trabajando en un Call Center&rdquo;. En este empleo, que le permiti&oacute; mejorar su calidad de vida, dur&oacute; 2 a&ntilde;os. La segunda ayuda ocurri&oacute; durante un enlace ciudadano al que acudi&oacute;. Mientras transmit&iacute;an el video de cuando la ni&ntilde;a con S&iacute;ndrome de Down le pon&iacute;a la banda en la posesi&oacute;n como nuevo Presidente, &ldquo;no pod&iacute;a dejar de llorar, ve&iacute;a reflejada mi historia en ella porque mi hija tiene discapacidad intelectual. No s&eacute; c&oacute;mo y hasta ahora me lo pregunto, pero sent&iacute;a que el Presidente me quedaba viendo, y no estaba equivocada porque luego un asesor se acerc&oacute; y me pregunt&oacute; qu&eacute; me pasaba, qu&eacute; deseaba y le dije que si bien ten&iacute;a trabajo, no me alcanzaba&rdquo;. A los 2 meses esta madre soltera recibi&oacute; una llamada del Ministerio de Relaciones Laborales para que trabaje en el Hospital de Infectolog&iacute;a. All&iacute; permaneci&oacute; durante 2 a&ntilde;os, pero debido a una deuda como garante nuevamente perdi&oacute; el trabajo. Lorena, quien qued&oacute; hu&eacute;rfana a los 14 a&ntilde;os, ha vivido tragedias seguidas: tuvo que superar la muerte de su hijo, que ten&iacute;a osteosarcoma, y quedar desempleada tras ser despedida del trabajo en uno de los hospitales de la Junta de Beneficencia por defender sus derechos laborales, cuando m&aacute;s necesitaba el dinero. Asegura que su perseverancia ha sido el motor para luchar por ella y su hija Karlita (20 a&ntilde;os), quien recibe un bono de $ 50 d&oacute;lares de la Setedis. En junio de 2015, Lorena tuvo el acompa&ntilde;amiento de la unidad para emprender un negocio de frigor&iacute;ficos en Mucho Lote, con el que se gana la vida a diario. Asegura que en estos 9 a&ntilde;os de Revoluci&oacute;n hay ciertas cosas que la gente no quiere reconocer, a pesar de que son evidentes, como los cambios en la salud. &ldquo;Los hospitales hoy son buenos, ir al ba&ntilde;o de un centro p&uacute;blico antes daba verg&uuml;enza, ahora se ve que permanecen limpios, y la atenci&oacute;n es de buena calidad. Un d&iacute;a una chica sufri&oacute; un accidente en el recinto Palenque, y gracias a su seguro campesino fue llevada a un hospital de la Junta, en donde fue atendida en semipensionado, en una habitaci&oacute;n con aire acondicionado. Todo lo pag&oacute; el Seguro Social. Antes el pobre no se pod&iacute;a dar esos lujos&rdquo;. Otro de los logros que menciona es el reconocimiento que tienen la personas con discapacidad. &ldquo;Este Gobierno se ha preocupado por nosotros. Alguien puede decir que antes tambi&eacute;n exist&iacute;an leyes, pero no las hac&iacute;an cumplir porque no les importaba a los anteriores gobiernos. Lo que mi Presidente (Correa) ha logrado, no lo ha hecho nadie&rdquo;. (I) ***************************************************************************************************** Mery Unda / maestra jubilada "Los maestros cambiamos las piedras por el di&aacute;logo" La docente destac&oacute; los cambios para los educadores, que comprenden mejores condiciones laborales, sueldos dignos, capacitaci&oacute;n y reconocimiento. Foto: Mario Egas / El Tel&eacute;grafo Sentada en el sof&aacute; de su casa, Mery Unda, maestra jubilada de 66 a&ntilde;os y madre de tres hijos, record&oacute; las experiencias vividas durante su &eacute;poca en el magisterio. Sus an&eacute;cdotas se fueron construyendo a lo largo de 39 a&ntilde;os y 7 meses de trabajo. En ese tiempo hizo de todo, pero sin duda su mayor esfuerzo, seg&uacute;n dice, fue ejercer una profesi&oacute;n que era maltratada y poco valorada hasta hace algunos a&ntilde;os. Corr&iacute;a el a&ntilde;o de 1974 cuando se inici&oacute;. Sus primeros a&ntilde;os los realiz&oacute; en la comunidad de Mar de la Tranquilidad (Santo Domingo de los Ts&aacute;chilas), all&iacute; colabor&oacute; con la poblaci&oacute;n para organizar una precooperativa, con la cual pudieron obtener los recursos necesarios para construir una escuela, a la que nombraron &lsquo;La Escuela sin nombre del Mar de la Tranquilidad&rsquo;, recuerda. El tiempo transcurri&oacute; y Mery tuvo la oportunidad de trabajar en varias instituciones hasta convertirse en directora de la Escuela Luis A. Mart&iacute;nez, ubicada en el sector de las 5 Esquinas, en el sur de Quito, a pocas cuadras de su vivienda. Desde ah&iacute; rememora que los derechos de los maestros fueron vulnerados durante muchos a&ntilde;os. &ldquo;Antes la vida del maestro era un desastre&rdquo;. Con esa frase Mery resumi&oacute; la situaci&oacute;n que durante a&ntilde;os tuvieron que soportar los docentes. A su criterio, los gobiernos de turno poco o nada abonaron para mejorar la situaci&oacute;n del gremio. Por eso, dijo, se vieron obligados a recurrir a las calles a reclamar por los sueldos impagos y las bajas remuneraciones. &ldquo;Si no se hac&iacute;a el paro, si no se tiraban piedras, no nos cancelaban los sueldos&rdquo;, record&oacute;, al tiempo de se&ntilde;alar que, desde que la Revoluci&oacute;n Ciudadana asumi&oacute; el poder, las piedras fueron sustituidas por el di&aacute;logo, obteniendo resultados positivos para el magisterio. No solo mejor&oacute; el sueldo sino tambi&eacute;n el trato. Con la recategorizaci&oacute;n se reconoci&oacute; el esfuerzo de los docentes. A Mery, por ejemplo, esto le signific&oacute; un sustancial incremento salarial, pasando de $ 480 a $ 1.100. &ldquo;Nunca me hubiera imaginado que pod&iacute;a ganar eso siendo maestra&rdquo;, asegur&oacute; a&uacute;n admirada por el radical cambio, puesto que antes lo m&aacute;ximo a lo que pod&iacute;a aspirar era a entre $ 12 y $ 14 adicionales. Pero los beneficios no se detienen ah&iacute;. Quienes culminan su etapa laboral ahora reciben un bono y jubilaci&oacute;n dignos, que compensan su esfuerzo brindando a lo largo de la carrera. De no haberse dado estos importantes cambios, Mery calcula que hubiera recibido alrededor de $ 3.000 como jubilaci&oacute;n y una pensi&oacute;n m&iacute;nima. Las reformas permitieron que obtenga algo m&aacute;s de $ 50.000 y una pensi&oacute;n mensual de $ 800. El dinero lo invirti&oacute; en adecuaciones para su hogar. &ldquo;Ahora s&iacute; siento que mi trabajo es recompensado&rdquo;, finaliz&oacute;. (I) ***************************************************************************************************** Mary Cruz S&aacute;nchez / ama de casa remunerada "Ahora nuestros derechos como trabajadoras del hogar se respetan" La mujer, oriunda de Esmeraldas, lleg&oacute; a Guayaquil muy joven a estudiar. Ahora es miembro de la asociaci&oacute;n que vela por los derechos de las trabajadoras del hogar. Foto: Jos&eacute; Mor&aacute;n / El Tel&eacute;grafo A los 19 a&ntilde;os dej&oacute; su natal Esmeraldas para buscar en Guayaquil esa educaci&oacute;n que le permitiera una mejor condici&oacute;n de vida. Ahora, con 49 a&ntilde;os, Mary Cruz S&aacute;nchez no solo ha logrado su objetivo sino que es una entusiasta impulsora de los derechos de las trabajadoras remuneradas del hogar. Esta mujer afrodescendiente parti&oacute; muy joven de la parroquia Maldonado (cant&oacute;n Eloy Alfaro), donde viv&iacute;a con sus padres y hermanos, para continuar sus estudios secundarios en Guayaquil. La precaria situaci&oacute;n econ&oacute;mica la oblig&oacute; a abandonar las aulas para trabajar como empleada dom&eacute;stica puertas adentro con un sueldo que apenas le alcanzaba para subsistir. Pronto conoci&oacute; a su esposo y con ello vinieron los hijos. &ldquo;Era una &eacute;poca en que no hab&iacute;a guarder&iacute;as y ten&iacute;a que llevar a mis hijos al trabajo, esto demandaba mucho esfuerzo&rdquo;, asegura esta mujer. Con su esposo hizo una casita r&uacute;stica en medio del agua y del lodo en la cooperativa Fuerza de los Pobres, isla Trinitaria (sur de la ciudad). En ese tiempo se acced&iacute;a al lugar por puentecitos de madera, pues no hab&iacute;a calles. Todo cambi&oacute; en 2008 cuando conoci&oacute; la Asociaci&oacute;n de Trabajadoras Remuneradas del Hogar, se afili&oacute;, y desde entonces se convirti&oacute; en una luchadora por la defensa de los derechos de las mujeres que, como ella, ten&iacute;an que ganar su sustento con ingresos por debajo del salario m&iacute;nimo vital. A&uacute;n recuerda cuando el 24 de julio de 2009, con un grupo de agremiadas se reuni&oacute; con el presidente Rafael Correa. &Eacute;l escuch&oacute; sus problemas y en poco tiempo las conversaciones dieron frutos: &ldquo;con este gobierno se logr&oacute; el derecho de las trabajadoras del hogar a afiliarnos al Seguro Social y a ganar el salario b&aacute;sico unificado&rdquo;, sostiene orgullosa. No solo eso. La asociaci&oacute;n tiene mayor acceso a instancias gubernamentales como el Ministerio de Trabajo, que a trav&eacute;s de sus direcciones regionales, atiende y resuelve quejas de trabajadoras que no reciben el trato debido de sus empleadores, no perciben el salario que por derecho les corresponde o son despedidas sin una indemnizaci&oacute;n. En lo personal Mary S&aacute;nchez tiene otro motivo para destacar el avance social de este gobierno: su segundo hijo, Anderson Vernaza S&aacute;nchez, obtuvo una beca para estudiar Medicina en Cuba; su primera hija, Lucy, se gradu&oacute; de Administraci&oacute;n, y su tercer hijo, Byron estudia Ingenier&iacute;a en Sistemas, ambos en la Universidad de Guayaquil. &ldquo;Ahora que mis hijos son profesionales decid&iacute; terminar mis estudios; el a&ntilde;o pasado los culmin&eacute; en el colegio Don Bosco&rdquo;, expresa. Al recordar el pasado afirma: &ldquo;antes se ganaba entre 80 y 120 d&oacute;lares, era a discreci&oacute;n del empleador, ahora no&rdquo;. Pero advierte que falta camino por recorrer, pues hay mujeres que no conocen sus derechos y hay que concienciarlas. (I)