¿Hasta dónde las derechas latinoamericanas durante las décadas del 60, 70 y 80 quisieron seguir el patrón estadounidense y medio europeo de Estado? ¿Cree que se produjo un fenómeno, que no está bien advertido, pero que quizá algo indica que las derechas latinoamericanas son más autónomas en su concepción de la política del Estado? Sí y no. Sí, en que han sido décadas de estabilidad democrática en nuestros países, inéditos por su longitud y duración. De modo que el ejercicio político, electoral, el ejercicio democrático ha creado un saber hacer propio de los grupos políticos en cada uno de nuestros países, que requiere menos de ir a preguntar a otro cómo se hace una elección, cómo se construye una campaña. Al mismo tiempo, los gobiernos progresistas, populares, también fueron una rareza o una particularidad local, que no se parecen en nada a la socialdemocracia europea, ni a la izquierda europea clásica ni a la cubana. Uno puede advertir que en los últimos 10 o 15 años hay una intensificación de la tergiversación de las derechas. Hay espacios de circulación de cuadros, militantes, formatos políticos entre la derecha chilena, argentina, brasileña, colombiana, venezolana, mexicana. La regional de derecha funciona bastante bien, tiene reuniones, tiene una cierta periodicidad que hace que el diálogo sea fluido entre ellos. Creo que el PP español tendió a desplazar al partido republicano estadounidense en cuanto a un modelo a seguir. En el caso de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, el modelo exitoso de España (Aznar) fue un espejo en el cual mirarse durante muchos años. ¿Y es el que quiere reproducir Guillermo Lasso aquí? Hace reuniones aquí, lo visita a Aznar... Exactamente. Aznar es muy activo en la región. Recorre la región desde hace muchos años ¿Podríamos hablar de un modelo Aznar? No me atrevería a tanto, pero sí es una referencia. Fue el líder de la derecha española, que sin renunciar al discurso y los ideales de la derecha le haló al gobierno de Felipe González, que fue un lío. Aznar tiene una ética construida alrededor de sí, muy admirado por las derechas latinoamericanas. El PP tuvo la capacidad de aglutinar desde la más rancia derecha extrema, proptofascista o falangista española hasta la derecha neoliberal moderna. Todo eso forma parte del PP y eso le dio fuerza política, electoral, que tiene hasta hoy. ¿Cree que hay visos de una concepción más autónoma del pensamiento, la gestión, la mirada política de la derecha latinoamericana? ¿Si es de Aznar, tampoco es tan autónoma? No, tampoco. Lo que tienen de autónomas las derechas y, sobre todo las nuevas derechas latinoamericanas, es que se hacen cargo, que tienen que enraizarse en la tradición nacional, y tienen que lidiar con estos gobiernos aunque no les guste, para construirse como alternativa de ellos y esa es una dimensión de autonomía muy fuerte. La dimensión de heteronomía más clara es que, sobre todo en lo económico, las ideas son bastante parecidas entre ellos. Hicimos una encuesta a los cuadros del partido Propuesta Republicana (PRO) -fundado por Mauricio Macri- y salieron cosas interesantes. En primer lugar, la idea de que son partidos promercado. Esta idea de que la derecha se define por defender una ideología promercado con los formatos locales se mantiene y es muy fuerte, y es algo que la define. Ahora traducida en defensa del emprendedorismo, de las energías privadas contra el ahogo del Estado, en fin, con formas diferentes, pero es muy fuerte. Al mismo tiempo, por ejemplo, en el caso argentino o en el caso ecuatoriano, por allí algo pasa; con la derecha local de Quito hay una aceptación de un rol del Estado, no solamente un Estado gendarme, ordenador, como fue el Estado que soñó el neoliberalismo en los años 90. La idea de un Estado redistribuidor, en cierto sentido, con cierto límite, con un rol redistribuidor, aparece apoyada por buena parte de los cuadros que nosotros encuestamos. Hay esta aparente contradicción, que es la hibridez, que le da ser derechas que tienen que responder a un ciclo de ampliación de derechas y de fuerte presencia del Estado en nuestros países. Esa es una novedad de estas nuevas derechas, que con el caso de las reformas de seguridad social, ninguna se plantea ni abolirlas ni suprimirlas, por lo menos en sus discursos públicos y que aceptan que hay ciertas nuevas atribuciones de los Estados que hay que aceptar y que hay que, incluso, continuar más allá de los actuales gobiernos. Eso es una cierta novedad. Hay ideas neoliberales que aprendieron la lección de las crisis del neoliberalismo y que tienen que lidiar con la herencia de esta década o década y media. De asumir en los próximos años, las actuales fuerzas de derecha encontrarían países mucho más cómodos para gobernar, que lo que encontraron las actuales fuerzas de izquierda o progresistas hace 10 o 15 años en la región y en el mundo.