A pesar de que el panorama inmediato no es alentador, el presidente electo de Perú, Pedro Pablo Kuczynski (conocido como PPK), no pierde el sentido del humor. La semana anterior, con la prensa asfixiándolo por todos lados, buscando conocer el nombre del Jefe del Gabinete de Ministros, encargado del manejo político del gobierno, declaró tener en mente, para ese cargo, a un elemento “joven, independiente y gordito”. Lo que siguió, por el lado de la prensa, fue la búsqueda de un nombre al que le calzara esa descripción; por el lado de Kuczynski, en cambio, solo risas. “Lo dije para despistar”, mencionó después, cuando los medios de comunicación ya habían enlistado, al menos a 5 perfiles de “gorditos” para ocupar la jefatura política del nuevo gobierno. Sin embargo, los perfiles de quienes figuran en esa lista son la suma de las actitudes con la que el nuevo gobierno avanza hacia el Palacio de Gobierno: pluralidad, independencia, negociación. Unos nombres que provienen de distintas tiendas políticas, otros que no han sonado nunca en el marco político del país, y otros que ya son conocidos en el ejercicio de cargos públicos. Y es que una línea de acción clara trazada por el gobierno entrante ha sido la de  la heterogeneidad. Con ella se busca conformar un gabinete amplio, representativo de distintos sectores políticos de Perú. La palabra que sostiene ese ensamble de gabinete ministerial no es precisamente “alianza”. Parece mejor pensar en “tolerancia”, en tanto ceder un espacio implica ganar otro.  Eso lo demuestran las reuniones que, en estos días, Kuczynski ha mantenido con distintos líderes políticos del país, hasta hace poco sus rivales en las urnas. A su turno, Alan García, Alejandro Toledo, Lourdes Flores Nano, César Acuña, Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza han visitado al presidente electo en su casa para, en un ambiente de camaradería, propio de quienes apuestan por la democracia, poner en sus manos propuestas que formaron parte de sus respectivos planes de gobierno en la pasada campaña electoral. Esas visitas sin embargo no han fraguado una opción de cogobierno. Partidos políticos como el izquierdista Frente Amplio saben claramente que un gobierno con un auspicio tan marcado puede tener un desgaste excesivamente rápido. No sería positivo, de cara a las elecciones locales, de 2018, y a las presidenciales, de 2021, que proyectos como los liderados por Verónika Mendoza sean relacionados con un gobierno de coaliciones que, lejos del terreno ideológico, buscan practicidad en la administración estatal, al precio que sea. Por eso, Mendoza ha señalado que, a pesar de que se ha puesto a disposición de PPK algunos criterios de su partido, el Frente Amplio, en el campo de la seguridad ciudadana, ella considera que su papel será el de la oposición responsable. “No olvido a Kuczynski celebrando la Ley Pulpín”, mencionó en clara alusión al apoyo brindado por el mandatario electo a una Ley que ordenaba el recorte de derechos laborales para los más jóvenes del país. Analistas coinciden en que esta actitud de apertura de PPK podría, en principio, ser una estrategia que busca unificar las fuerzas políticas en pos de balancear el peso en el Congreso. Con 73 fujimoristas como mayoría, Kuczynski, quien no tiene un partido político –compitió en las elecciones como movimiento independiente–, asume que el parlamento, fragmentado, podría convertirse en su peor pesadilla. Razones no le faltan. Keiko Fujimori es, hasta ahora, la única líder política que no ha asistido a una reunión oficial con Kuczynski. Fujimoristas como Martha Chávez, reconocida por ser una firme defensora de Alberto Fujimori, han dicho, más de una vez, que no reconocerán la victoria de PPK pues, según ellos, es “ilegítima” y “amañada”. Eso, a pesar de mostrarse como evidencias de un fracaso político que se agudiza dentro del fujimorismo, sirve también para dilucidar el panorama que enfrentará el gobierno en su relación con el Congreso. Desde todos los vértices, sin embargo, a Kuczynski se lo asume como un hombre preparado para este reto. Su carácter de buen negociador lo anticipa. Él no se esfuerza en evitar mostrarlo. Sobre la mesa sigue latente el tema de los beneficios políticos que podrían llevar a Alberto Fujimori –condenado a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad– a cumplir el resto de su condena en arresto domiciliario. Ese parece un territorio abierto para el intercambio con el fujimorismo, al que PPK no le ha cerrado la puerta y, por el contrario, cada vez que se le  consulta por el tema se ha mostrado complacido con la posibilidad de que se vuelva efectivo. Esa negociación, también, implica empezar a mirar fuera de Lima, la capital del país que concentra a 10 millones de personas. Esta semana, por ejemplo, Kuczynski viajó a Cusco a la Cumbre de descentralización, una reunión ampliada que reúne a todos los Presidentes Regionales y Alcaldes del país. La razón es clara: frente al peso político del fujimorismo en el Congreso, el nuevo gobierno requiere desequilibrios que sumen contrapeso para poder maniobrar política y económicamente desde el próximo 28 de julio, día en que asume su mandato. (I)