La histórica Plaza de Mayo se vistió de feria popular y se convirtió ayer en una viva postal de la crisis social y económica que atraviesa Argentina, fotografiada por decenas de turistas extranjeros que visitan Buenos Aires. Cientos de personas -muchas de ellas jubiladas- llegaron desde distintos puntos de la ciudad y sus alrededores solo para llevar tres frutas gratis a sus mesas. La inusual imagen de cajones de fruta desperdigados en el césped y las extensas filas de ama de casa con bolsas de compras y carritos sorprendió a quienes cruzaban la plaza en la mañana del martes. ¿Una feria popular en plena Plaza de Mayo? –se preguntaban oficinistas, de traje y corbata, sorprendidos por la nueva escenografía. La respuesta da una pauta de la difícil situación que atraviesan productores de frutas de la Patagonia, en el sur del país: se trató de una protesta de trabajadores del sector de las provincias de Río Negro y Neuquén. Decenas de estos productores llevaron a Plaza de Mayo 10.000 kilos de peras y manzanas. Y las regalaron. Las reglas eran claras: no más de tres piezas por persona. Las manzanas (una de las frutas más caras, hasta 35 pesos el kilo, entre $ 2 y $ 3) se terminaron enseguida. Poco después, también se acabaron las peras (20 pesos el kilo, $ 1,3). Todo en solo dos horas. “¿Sabés hace cuánto que no como manzanas?” -graficó una mujer entrevistada por el canal de televisión C5N-. La protesta buscó visibilizar un conflicto que afecta a la región austral del país. En el último año, según advirtieron representantes del sector, la crisis terminó con el 40% de los productores. Hoy solo permanecen entre 1.800 y 2.000. Se estima que unas 60.000 personas dependen de esta actividad en la cadena de producción y distribución. La situación no es nueva. Viene del último período del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. El nuevo ejecutivo de Mauricio Macri intentó algunas medidas de estímulo, como la eliminación de la tasa del 5% en las retenciones a las exportaciones de esta economía regional. Tampoco fue una solución la devaluación del 40% de la moneda en diciembre pasado que, advirtieron, no logró revertir la falta de competitividad frente a productores de otros países. “Llegamos a acumular retrasos cambiarios de 15% a 20% por año. Vemos que la percepción del gobierno es que con la devaluación y la eliminación de las retenciones esto se solucionó, pero no es así. Seguimos mal y el efecto de esas medidas se neutralizó por la inflación”, de 40% anual, dijo Federico Sacheri, miembro de la directiva de la Federación de Productores de Fruta de Río Negro y Neuquén. {unitegallery 23_08_16_plazademayo} La competitividad retrocede Los productores dijeron que la exportación de frutas enfrenta problemas de rentabilidad. Por ejemplo, una caja de 18 a 20 kilos de fruta argentina llega a los mercados internacionales entre $ 3 y $ 4  más cara que la caja de competidores directos, como Chile, Nueva Zelanda y Sudáfrica. El país coloca en  el exterior unas 480.000 toneladas de peras y 500.000 de manzanas. Pero el año pasado el volumen de exportaciones retrocedió un 12% y se prevé que este año caerá de 22% a 25%, con 150.000 toneladas menos. La crisis se agrava con la difícil situación que atraviesa Brasil, cuyas compras de fruta argentina cayeron a la mitad. Al exportarse menos, dijeron los productores, la fruta se vuelca más al mercado interno, pero las distorsiones entre lo que recibe el trabajador y el precio de venta al público son enormes. Así, un  productor de manzana cobra 2,50 pesos el kilo (16 centavos), pero al consumidor el mismo producto le cuesta entre 30 y 40 pesos ($ 2 a $  2,6) el kilo. Según Sacheri, un productor debe invertir 4 pesos (26 centavos) por cada kilo de fruta. “Hoy estamos perdiendo 1,50 pesos (10 centavos) por kilo”, indicó.   “La Argentina está abandonando plantaciones de producción porque el productor no puede seguir porque pierde dinero. Recorriendo las rutas del Alto Valle (Río Negro, el principal polo de producción de frutas del país) se ven plantaciones devastadas o cortadas con motosierras” para dedicar las tierras a otros cultivos, indicó Sacheri. Muy cerca de los productores, cientos de amas de casa y jubilados ponían la cara más dura de la crisis. Ellos llegaron desde todas partes de la ciudad para llevarse un poco de fruta a sus casas. Un anciano llegó  desde la localidad de José C. Paz, a dos horas en tren y metro de la Plaza de Mayo. Pero llegó tarde. Las frutas se habían terminado. “Lo último (de la vida) lo quiero vivir como corresponde”, resumió con lágrimas en los ojos. A su lado, algunas mujeres preguntaban a los productores con insistencia: “¿mañana vuelven?”. (I)