Poco más de un año después de llegar al poder tras la suspensión de su excompañera de fórmula Dilma Rousseff, el mandato de Michel Temer, en Brasil, se tambalea por acusaciones de corrupción. El presidente logró una importante victoria el viernes cuando la corte electoral rehusó invalidar las elecciones de 2014 —donde venció la fórmula Rousseff-Temer—, después de examinar si la campaña se había beneficiado de abusos de poder y de financiación ilegal procedente del megafraude a Petrobras. Aunque esa apenas fue una batalla dentro de la feroz lucha de poderes que sacude al mayor país de América Latina.  “Brasil está en un ‘vale todo’ institucional”, afirma Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, recurriendo a la denominación de una modalidad brutal de lucha nacida en el país, precursora de las famosas MMA (artes marciales mixtas, por sus siglas en inglés). Los 7 jueces de la corte electoral concordaron en que los comicios de 2014 estuvieron plagados de sobornos y donaciones ilegales. Pero la mayoría se unió a su presidente, Gilmar Mendes, quien afirmó que mantener la estabilidad era más importante que sacar a Temer. El problema es que hay poca estabilidad que mantener 14 meses después de que Temer ayudara a destituir a la expresidenta Rousseff y tomara su lugar. El mandatario, de 76 años, prometió al llegar al cargo “pacificar” al país y recuperar la confianza de los mercados, para rescatarlo de la peor recesión de su historia. En vez de eso, la gigantesca operación anticorrupción conocida como Lava Jato, que indaga el fraude en Petrobras, se abalanzó sobre él y sus aliados. Temer está siendo investigado por presunta corrupción pasiva, obstrucción a la justicia y formación de organización criminal. La apertura de esa investigación por el fiscal general, Rodrigo Janot, estuvo cerca de tumbarlo hace dos semanas. Pero el presidente consiguió ganar tiempo y desafió al procurador, al negarse a responder a un interrogatorio policial, un derecho previsto en la Constitución. En su lugar, sus abogados calificaron el caso de “comedia bufa” y pidieron su archivo. Pero Janot, según la prensa, se apresta a pedir su inculpación formal. El enfrentamiento entre Temer y sus acusadores dio otro importante giro el sábado cuando Veja -un semanario conocido por sus primicias políticas- publicó que el presidente había ordenado a los servicios de inteligencia espiar al juez encargado de los casos de la operación Lava Jato en la corte suprema, Edson Fachin. La presidenta del Supremo Tribunal Federal (STF), Carmen Lucia,  dijo que estas presiones son una práctica “propia de dictaduras” y advirtió de que habrá “consecuencias legales y políticas” si el espionaje fuera probado.  Para Santoro, estos intercambios son “los primeros tiros en una guerra total entre Temer contra la corte suprema y el fiscal general”. Y el objetivo principal puede que no sea solo la supervivencia política de Temer, sino debilitar toda la operación Lava Jato. (I)