Dilma Rousseff (foto) luce más relajada que cuando estaba en la presidencia de Brasil. Bromea, repasa la apretada lista de conferencias que la esperan en Europa y Estados Unidos, y por primera vez habla de su futuro político. Destituida en 2016 por el Congreso, bajo la acusación de adulterar las cuentas públicas, la exmandataria de izquierda pasa sus días en Porto Alegre (en el sur), donde sigue disciplinadamente su rutina de ejercicios y bicicleta, y solo parece perder la paciencia cuando es consultada por el escándalo de corrupción en Petrobras que golpeó a su gobierno. “No seré candidata a presidenta de la república, si es la pregunta. Ahora, actividad política nunca voy a dejar de hacer (...). No descarto la posibilidad de una candidatura para cargos como senadora o diputada”, dijo en una entrevista exclusiva con la AFP en la tarde del viernes en Brasilia. A sus 69 años, esta exguerrillera marxista solo disputó dos cargos electorales en su vida, la presidencia, que ganó en 2011 convirtiéndose en la primera mujer en ejercer este cargo en el país; y la reelección de 2014, ambos por el Partido de los Trabajadores (PT). Consultada sobre cómo fue posible que desconociera la monumental red de sobornos que drenó más de $ 2.000 millones de la petrolera estatal para financiar campañas políticas, Rousseff abandona el semblante afable que adoptó tras su destitución. “Esos procesos son complicados (...). Nadie en Brasil sabe sobre todos los casos de corrupción que hay aún”. (I)