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Brasil: retrospectiva de un golpe que no detiene su marcha

Brasil: retrospectiva de un golpe que no detiene su marcha
27 de julio de 2016 - 00:00 - Maximiliano Pedranzini. Ensayista argentino

El golpe de Estado en Brasil finalmente se hizo carne. Un golpe que fue sancionado  desde la institucionalidad de la república, desde dos de sus tres poderes: los recintos por antonomasia más conservadores de la historia de nuestro continente donde anidan los verdugos de la democracia, la justicia social y el estado de derecho. En rigor y conclusión, los verdugos de las causas nobles de nuestros pueblos. Desde esta infame articulación se gestó el golpe encabezado por el vicepresidente Michel Temer que el Senado terminaría por rubricar y que ahora tiene a la legítima presidenta Dilma Rousseff -elegida por 54 millones de voluntades- suspendida de sus funciones por 180 días (60 de ellos ya cumplidos) y esperando ser enjuiciada, en esta parafernalia que algunos con cinismo se atreven a llamar “proceso institucional”.

La cuestión parece continuar el curso que tenía previsto. Sin embargo, fue la connivencia entre los poderes Legislativo y Judicial la que constituyó el dispositivo institucional para derrocar a Dilma y esto es imperativo que lo tengamos presente. Tal como lo afirmó la misma mandataria en una entrevista hace algunos meses: “Si hoy hubiera un golpe en este Brasil democrático sería un tipo de golpe institucional”.

La lógica de golpe blando perpetrado por los sectores de poder se hace visible y se cristaliza en acciones que tienen por objeto erosionar la integridad y credibilidad del Gobierno hasta llegar al punto máximo de utilizar de manera impune las instituciones del Estado para destituir a Rousseff.

El antecedente más cercano nos lleva a Paraguay, cuando el expresidente Fernando Lugo fue llevado a juicio político por la oposición de su país y destituido de su cargo en junio de 2012. El golpe parlamentario en Paraguay no fue un episodio aislado y lejano en el tiempo, sino que ha sido un hecho reciente en lo que va de esta década, siendo este el mecanismo que encuentran las clases dominantes y sus personeros políticos para deponer a los gobiernos populares. Y la historia en el Cono Sur -como diría Karl Marx- se repite dos veces: “(…) una vez como tragedia y la otra como farsa” (Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires, Polémica, 1975, p. 15).

Esta estrategia golpista inventada en los laboratorios de la CIA y el Departamento de Estado norteamericano se propone echar abajo al gigante regional, lo que está generando, como vemos, un efecto de inestabilidad tanto económica como política de larga duración que afectará a toda la región, empezando por el Mercosur. Este es un peligro que trasciende a la realidad brasileña y pone un manto de incertidumbre sobre todos los pueblos que habitan el suelo de nuestra América.

Ahora, ¿qué mismo está en juego? Nada más y nada menos que la democracia, no solo en Brasil, sino en toda América Latina. Ergo, es la democracia la única institución real que está en jaque y este infausto juicio político así lo demuestra. Este sistemático proceso de desgaste que comenzó desde que Dilma asumió su segundo mandato en 2015, derivó en el “impeachment” en su contra y en la antesala de un golpe que está signando el destino de Brasil y de la Patria Grande en tanto itinerario de nuestros proyectos políticos que decantan necesariamente en la unidad y esto es precisamente lo que está en juego y lo que debemos defender por sobre todas las cosas. (O)

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