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Lo andrógino está de moda

Esta moda no pretende ni disfrazar el sexo de cada cual, ni renunciar a la feminidad. Simplemente, juega con la ambigüedad.
Esta moda no pretende ni disfrazar el sexo de cada cual, ni renunciar a la feminidad. Simplemente, juega con la ambigüedad.
12 de abril de 2015 - 00:00 - Verónica Andrade

La definición de andrógino es clara: “que tiene rasgos corporales ambiguos que no se corresponden con los propios de su verdadero sexo”. En el mundo de la moda, esta ambigüedad cobra tal fuerza que los diseñadores de la alta costura aseguran que en la actualidad hombres y mujeres ya comparten el armario.

Las diferencias en las prendas que ambos lucen en las pasarelas son difíciles de identificar, lo cual revela el giro que muchas modelos han dado a su apariencia física. En la década de los ochenta triunfaban mujeres como Claudia Schiffer, quien fue la primera modelo en aparecer en las portadas de las revistas Vanity Fair, Rolling Stones, y The New York Times. Parecida a Brigitte Bardot, Claudia se convirtió en poco tiempo en la supermodelo alemana. La figura al estilo Schiffer, al parecer, pasó de moda. Ahora proliferan las modelos sin curvas, casi planas y de apariencia ambigua. Sus rostros son más angulosos y marcados, como los de la austriaca Iris Strubegger. Cuando el público la veía en las pasarelas no sabía si era un chico o una chica.

Iris, al igual que muchas modelos femeninas, presume de sus facciones duras y de su pelo corto con la raya a un lado y su silueta recta. Esta belleza masculina con rasgos neutros resulta ideal para diseñadores de moda como Gucci, Frida Giannini, Stella McCartney, quienes parecen acostumbrados a jugar con lo ambiguo. De ahí que es complicado establecer una frontera entre la ropa tradicionalmente concebida para mujeres y para hombres.

De cierta manera, la moda andrógina es una mezcla unisex que significa que es apto tanto para hombres como para mujeres, donde lo que se busca es abstraer las prendas hasta el punto máximo, renunciando a los patrones tradicionales de cada sexo.

La revista Vogue muestra en una de sus ediciones fotografías de estas prendas: chaquetas oscuras de tallas más grandes, pantalones flojos que desdibujan la figura femenina, camisa blanca con botones, sacos de cuello alto, corbatas, zapatos planos de cordón, entre otras prendas. Este estilo fue presentado hace décadas por Yves Saint Laurent, uno de los pioneros en adaptar prendas masculinas, como el esmoquin, al vestuario de las mujeres.

Al igual que Yves Saint Laurent, Coco Chanel fue la impulsadora de esta moda. Muchos consideran que ella contribuyó a eliminar la frontera de ambos sexos, al crear pantalones sastre que hace algunos años eran exclusivos de hombres. Este look, durante la época de Coco Chanel, estuvo reservado para la élite, pero ahora cualquier persona puede adoptar esta apariencia. Algunos diseñadores están convencidos de que como síntoma de rebeldía, más mujeres están dispuestas a adoptar el atuendo masculino.

En una ocasión, Susana Saulquin, socióloga de la moda, decía que “cuando la mujer se siente empoderada se atreve a jugar con aquellas estéticas que, en algún momento, no fueron opcionales. Pero esta ‘vuelta’ ya no tiene que ver con algo ideológico, sino con una especie de parodia, de juego lúdico. Ahora verse femenina no es un deber, sino que es una opción que no se contradice en nada con el poder que ha adquirido”.

Para completar esta tendencia hay que recalcar que el maquillaje casi desaparece y en la mayoría de los casos solo se utiliza para cubrir pequeñas imperfecciones.

Aunque hay muchas mujeres que se sienten atraídas por esta estética marcada por lo masculino, también hay hombres que exploran el mundo de lo andrógino.

En Nueva York y en París, los diseñadores exploran la frontera unisex. Quizá por ello ponen a desfilar a hombres vestidos de señoritas y a mujeres con prendas masculinas. Uno de los íconos en esta tendencia es Andrej Pejic, un modelo yugoslavo de rasgos delicados y largo pelo rubio que modela para las colecciones masculinas y femeninas. Hasta hace algunos meses, las personas que veían a Pejic en las fotografías o en desfiles de modas, sin conocer su condición, podía asegurar de que era una hermosa mujer.

Luego de ser descubierto a los 17 años por una agencia de modelos, Pejic estaba entre los modelos masculinos en las mejores agencias del mundo. Hace 4 años, desfiló vestido de novia para el diseñador de moda francés Jean Paul Gaultier.

Sobre los orígenes de la androginia hay mucha bibliografía. Algunos historiadores advierten que fue en la época de entreguerras cuando empezó a aplicarse a la moda femenina para luego, en los setenta, llegar al mundo artístico. De hecho, cantantes como David Bowie podrían encajar en el concepto de lo andrógino.

En el mundo de la moda, Tamy Glauser, una suiza de 28 años, también es muy cotizada por sus marcados rasgos masculinos, característica que le ha permitido lucir prendas tanto femeninas como masculinas. Esta joven que se inició en el mundo de la moda con una apariencia femenina y cabello largo, decidió, hace 5 años, raparse la cabeza, y desde eso su éxito se disparó.

También está Erika Linder, considerada la doble de Leo DiCaprio. Es una sueca que lleva la mitad de su vida sobre las pasarelas; sin embargo, durante el último tiempo ha preferido potenciar su lado masculino y es muy demandada en las pasarelas por su parecido con el actor. Lo más curioso es que esta chica andrógina —que a primera vista pasa por modelo de Calvin Klein— es pareja de Andrej Pejic (el chico que prefiere trabajar posando como mujer).

Hace un tiempo, ambos protagonizaron una campaña para una firma de vestuario. A principios de este año, la socióloga argentina Dora Barrancos publicó un texto al que tituló La era de la ambigüedad, en el que pone de relieve que “cada vez hay más porciones de la población que, debido a la crisis de los modelos tradicionales, no quieren asumir identidades canónicas: no se definen ni por lo femenino ni lo masculino”.

Pero esta era de la ambigüedad también tuvo lugar en los años sesenta. En aquella época cuando las personas veían a 2 personas por detrás, no sabían si se trataba de un hombre o de una mujer. La frontera entre ambos se había difuminado, como ocurre ahora.

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