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El Telégrafo
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Tumbas Reales de Sipán, un descubrimiento del siglo XX

Antes del descubrimiento de las tumbas, se creía que los personajes con atuendos correspondían a seres de su mitología. Fotos: Óscar Jara Albán
Antes del descubrimiento de las tumbas, se creía que los personajes con atuendos correspondían a seres de su mitología. Fotos: Óscar Jara Albán
04 de octubre de 2015 - 00:00 - Óscar Jara Albán

Hace aproximadamente 1.700 años, por el camino principal que atraviesa los campos cultivados del valle de Lambayeque (norte de Perú), una multitud doliente acompañaba al Señor de Sipán, por la misma calzada que recorriera triunfal en su litera dorada.

Esta vez era conducido envuelto en un fardo de tela y metal, con el rostro pintado de rojo y cubierto de oro, reflejando el sol. Así describe el arqueólogo Walter Alva, descubridor de la tumba del Señor de Sipán, lo que posiblemente sucedió en el cortejo fúnebre y entierro de uno de los reyes que gobernaban los señoríos en el reino Moche, una de las culturas más desarrolladas que sirvieron de sustrato al esplendor de los incas.

Los mochicas se extendieron desde Piura, por la franja desértica de la costa norte del Perú, organizados en pequeños reinos o señoríos locales. Su apogeo es un milenio anterior a los incas. El descubrimiento científico de las tumbas intactas de Sipán, en 1987, ha convertido a la cultura Mochica en una importante civilización prehispánica. Su hallazgo es uno de los grandes descubrimientos del siglo XX, comparable al de la tumba de Tutankamón, la tumba de Pakal (México), el mausoleo de Qin Shi Huang (China) o Machu Picchu.

Sipán fue un santuario integrado por 2 gigantescas pirámides truncas construidas en adobe, a las que se accedía por rampas. Aledaña a esta ciudadela estaba una plataforma funeraria, en el sitio denominado Huaca Rajada, donde se han encontrado hasta el momento 16 tumbas, entre las que destacan las de 2 reyes, el Viejo Señor de Sipán (Siglo IV) y el Señor de Sipán (Siglo VII).

Para Alva, el esplendor de los mochicas no se debió al oro, sino a que vencieron al desierto mediante la irrigación artificial. Desviaron con canales el agua de los ríos que bajan de los Andes, logrando una agricultura de riego. La avanzada ingeniería hidráulica les permitió excedentes productivos que, complementados con los productos del mar, les proporcionaron una sólida economía y una eficiente organización.

Cráneo del Señor de Sipán con las piezas de oro que cubrían su rostro.

El legado más singular de los mochicas es su cerámica, depositada como ofrenda a los muertos. También su tecnología que se destaca en la metalurgia. Consiguieron dorar el cobre con una técnica de recubrimiento de oro. También hacían soldaduras, una proeza, considerando que en Europa se tuvo que esperar hasta la Edad Media para soldar en la fragua.

En la cámara mortuoria del Señor de Sipán se han encontrado todos los elementos del ajuar correspondiente a su rango. Junto a sus restos, se encontraron 8 esqueletos que rodeaban el ataúd. Tres eran de jóvenes mujeres, la esposa principal y 2 concubinas. También los restos de su jefe guerrero, su sirviente, un soldado guardián armado, al que le cortaron los pies, para que jamás abandone su puesto, y un vigía. Se completa el séquito funerario con un niño de 10 años, que representa la regeneración del Señor después de su muerte.

Antes del descubrimiento de las tumbas, se creía que los personajes con atuendos y ajuar, que ya estaban representados en la cerámica mochica, correspondían a seres de su mitología. Los restos humanos, ornamentos, emblemas y atuendos encontrados, permitieron comprobar la existencia de estos señores que regían la sociedad de su tiempo, organizada en señoríos autónomos pero que compartían tecnología, religión, arte y costumbres.

Los materiales encontrados en las tumbas reflejan un permanente intercambio de productos. Para Walter Alva, esto demuestra que no había una cultura madre, sino desarrollos simultáneos. Entre los objetos encontrados en Sipán, constan materiales como el lapislázuli originario de Chile, turquesa de Colombia, concha spondylus de Ecuador y oro del río Marañón.

El uso artístico de estos productos forma parte de un sistema de símbolos referidos a la religión mochica basada en el dualismo. El universo estaba compuesto de 2 mitades opuestas y complementarias, no pudiendo existir la una sin la otra, como el día sin la noche, lo masculino sin lo femenino, el bien sin el mal. En el equilibrio de esta contraposición de fuerzas residía la armonía del mundo.

En una sociedad básicamente agraria, los seres míticos demuestran una constante preocupación por la fertilidad y la vida. Los sacrificios humanos tenían el sentido de restaurar el equilibrio cuando este se había roto y producía catástrofes.

Para los mochicas, amantes de la vida, la muerte no era el final. Hay una concepción circular de la vida. Por eso eran sepultados con todos sus bienes porque necesitaban su patrimonio para la otra vida.

Imagen del Viejo Señor de Sipán, con su atuendo y símbolos de poder

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