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Entre 1998-2000, Ecuador vivió una profunda crisis económica cuando el sistema bancario colapsó

Política y economía ecuatoriana en los 90

Política y economía ecuatoriana en los 90
30 de abril de 2016 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

En los años 90 del siglo pasado, se impuso en Ecuador el neoliberalismo como paradigma económico ‘modernizador’, como resultado de la aplicación de políticas de ajuste macroeconómico que venían desde la década anterior. Según los postulados neoliberales, el Estado es un mal administrador, de manera que es necesario impedir su excesivo intervencionismo y abrir las economías al libre mercado internacional.

Se trata de diseñar políticas económicas de extroversión, dado que para un país del Tercer Mundo, la apertura a la economía mundial “es el único medio para aumentar el ritmo y la calidad de su crecimiento”. Estos postulados fueron recogidos por los economistas ecuatorianos graduados en Harvard y otras universidades norteamericanas que accedieron a puestos de privilegio en la política  nacional, desde la década del 90.

Con el triunfo del conservador Sixto Durán-Ballén en las elecciones presidenciales de 1992, Ecuador entró de lleno a un esquema neoliberal. Se intentó controlar la inflación de manera inadecuada y se elaboraron leyes sobre modernización del sector público que implicaba restarle poder al Estado en el control de áreas estratégicas y abrirse a un programa de privatizaciones, según las directrices del FMI y los organismos internacionales. Estas medidas intentaban reducir el tamaño del Estado, desregular los mercados y abrir la economía al comercio y finanzas internacionales.

Uno de los nuevos renglones que impulsaron los gobiernos neoliberales desde los ochenta fue el camarón, que alcanzó cifras considerables dentro de las exportaciones no petroleras. No obstante, en los años noventa, el sector se deprimió por el impacto de la ‘mancha blanca’, reportándose grandes pérdidas. A esto unieron los efectos de la crisis sistémica de los mercados emergentes que generaron en los noventa los transitorios capitales ‘golondrina’.  

Entre 1998-2000, Ecuador vivió una profunda crisis económica cuando el sistema bancario colapsó, por razones tanto externas como internas. Entre las primeras, influyó el incremento de las tasas de interés de corto plazo de los acreedores estadounidenses. Otros factores externos fueron el fenómeno El Niño de 1998 que ocasionó pérdidas de 2,8 mil millones de dólares y un impacto del 13% en el PIB de ese año; los rezagos de la guerra del Cenepa, en 1995, así como la crisis asiática de 1997 que determinó la caída de los ‘siete dragones’, cuyo coletazo afectó a Ecuador en 1999.

Las causas internas, por su parte, fueron:

No se puso límites a un exceso de bancos que no tenían mayor liquidez. Se expidió una Ley de Régimen Monetario que, en vez de incrementar los controles, soltó las riendas de un sistema monetario y bancario que acusaba notorios desajustes.

Fracasó la política monetaria y crediticia que implementó el régimen de turno. El premio Nobel de Economía Jeffrey Sachs llegó a Ecuador y aconsejó someterse al ‘piso techo’ para generar una devaluación de la divisa controlada y así bloquear la tendencia de los agentes económicos en torno al precio de la divisa.

La imprudente decisión del Banco Central de emitir moneda en papel, sin sustento real, con la intención de ‘salvar’ la quiebra inevitable del sistema bancario. La especulación bancaria y descapitalización del sistema financiero.

Los efectos negativos de la crisis acarrearon un mayor índice de pobreza, salida del país de cientos de miles de personas, fuga de capitales, desconfianza en el sistema financiero nacional, a lo que se sumó el impacto inicial de la dolarización, medida implementada en el 2000 (aunque puede decirse que la economía ecuatoriana ya estaba dolarizada, ‘de facto’, desde 1997).

Los índices sociales también decrecieron y aumentó la brecha entre la población más deprimida y la élite económica. La crisis de los años 1998-2000 disparó sorprendentemente el número de ecuatorianos que se vieron obligados a salir del país, en busca de nuevos horizontes, emigrando a España, Italia y Estados Unidos.

En 1996, luego del fin del gobierno conservador de Durán-Ballén, dos candidatos se presentaron en la segunda vuelta electoral: el socialcristiano Jaime Nebot y el populista Abdalá Bucaram. Dueño de un notable carisma, showman de tarima y enarbolando un discurso antisistema, Bucaram triunfó en las elecciones y llegó a la presidencia con un gran respaldo popular. No obstante, su gobierno duró tan solo seis meses, en medio de desatinos políticos y escándalos de corrupción.  

La caída de Bucaram, propiciada por un golpe de Estado, abrió un período de alta inestabilidad política que duró hasta 2004, con tres presidentes derrocados, en medio de un clima de descontento social y masivo éxodo de personas. El democratacristiano Jamil Mahuad y el populista Lucio Gutiérrez fueron echados del poder por sendos movimientos ciudadanos.  

En 2000, la caída de Mahuad, en medio de la más dura crisis económica que vivió el país en décadas, destacó la participación del movimiento indígena, que empezó a asumir protagonismo desde la primera ‘toma’ de Quito, en 1990. Ya para el año 2000, el movimiento indígena se había empoderado y mantenía una agenda de reivindicaciones de soberanía indígena, autonomía jurídica y plurinacionalidad. Una serie de huelgas y protestas contra los regímenes neoliberales de los años noventa definieron el tinte de la lucha indígena. El balance, al finalizar la década, consolidaba a un movimiento indígena de amplias bases populares y con una envidiable capacidad de organización a nivel regional (andino), capaz de movilizar a la opinión pública y propiciar, en 2000, la caída del nefasto presidente Mahuad. (O)

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