Amplios sectores del norte, centro y suburbio quedan bajo el agua con las precipitaciones
Guayaquil perdería en 2050 $ 2.813 millones por inundaciones
El riesgo de graves pérdidas económicas por causa de las inundaciones debería ser motivo de alarma en Guayaquil. Una investigación que se publicó en la revista Nature Climate Chance en agosto de 2013 titulada ‘Futuras pérdidas por inundación en las grandes ciudades costeras’ (Future flood losses in major coastal cities) obliga a replantearnos lo que hemos hecho en la ciudad para mitigar el impacto de las inundaciones.
Esta investigación publicada en la revista Nature fue auspiciada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) y liderada por el economista del Banco Mundial, Stéphane Hallegatte. La investigación consideró a todas las ciudades costeras que en el mundo tienen más de un millón de habitantes: fueron 136 ciudades y Guayaquil entre ellas. Su objetivo fue cuantificar “las pérdidas por inundación presentes y futuras en las 136 ciudades costeras más grandes”. Lo preocupante de esta investigación es constatar el que, para Guayaquil, esas pérdidas podrían resultar inaceptablemente altas.
La investigación liderada por Hallegatte estudió dos posibles escenarios para el año 2050: un escenario de solo “cambios socio-económicos” y un escenario (optimista, porque podría ser mucho peor) de variación del nivel del mar en 20 centímetros, como consecuencia del cambio climático. En el primer escenario, el promedio estimado de pérdidas anuales que se proyecta para Guayaquil en el año 2050 es de $ 2.813 millones, que es la cuarta estimación de pérdidas económicas más alta entre las 136 ciudades costeras sometidas a análisis.
En el segundo escenario, el promedio estimado de pérdidas anuales que se proyecta para Guayaquil en el año 2050 es de $ 3.189 millones que es, nuevamente, la cuarta estimación de pérdidas económicas más alta entre las 136 ciudades analizadas. Pero lo más grave es que se las hace asumiendo que la Alcaldía de Guayaquil se ha preocupado de tomar las medidas de mitigación idóneas para enfrentar el impacto de las inundaciones. Porque, como se explica en la investigación, estas proyecciones “no deben considerárselas como predicciones, pero sí como demostración de la necesidad de adaptación, porque la inacción resultaría en pérdidas inaceptablemente altas”. Y esto sí es realmente grave, porque hasta ahora la Alcaldía de Guayaquil ha actuado de manera irresponsable frente a los riesgos de inundaciones y la consecuencia de esa irresponsabilidad sería, precisamente, esas “pérdidas inaceptablemente altas” a las que alude la investigación.
Como sociedad, debería preocuparnos que el modelo de desarrollo de la Alcaldía de Guayaquil camina en dirección a las “pérdidas inaceptablemente altas”. La evidencia la ofreció la propia Alcaldía de Guayaquil, pues en el año 2013 ella solicitó una cooperación técnica no reembolsable a la Corporación Andina de Fomento (CAF) para que un equipo de expertos analice las inundaciones en Guayaquil y presenten un informe técnico especializado. En este informe técnico, elaborado por expertos internacionales, se advirtió claramente que el ‘Plan Maestro de Drenaje Urbano’ que aplica la Alcaldía de Guayaquil tiene un enfoque para la gestión de inundaciones urbanas que es “muy costoso y poco sustentable a lo largo del tiempo”.
Conviene analizar en mayor detalle este informe técnico especializado que solicitó la Alcaldía de Guayaquil. Sus autores diseñaron una estrategia ecológica e inclusiva a partir de la cual propusieron la ejecución de políticas públicas para convertir a Guayaquil en “una ciudad líder en la gestión verde, inclusiva y sustentable en América Latina”. El informe encontró, sin embargo, que un gran obstáculo para el cumplimiento de este propósito es la propia Alcaldía de Guayaquil, por dos razones: su estrategia de ocupación urbana y su planificación del drenaje urbano. Lo primero, porque la estrategia de ocupación urbana en Guayaquil es desastrosa: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”; lo segundo, porque la planificación para el drenaje urbano consiste de “infraestructuras de conducción que aumentan la capacidad de los cauces mediante obras de canalización” (lo que se conoce como “end of pipe”).
Las consecuencias de la estrategia de ocupación urbana y de la planificación del drenaje urbano de la Alcaldía de Guayaquil son nefastas para la mitigación de los impactos de las inundaciones. La consecuencia de la estrategia de ocupación urbana, por ejemplo, “aumenta notablemente la temperatura de la ciudad, incrementa significativamente los picos y la velocidad del escurrimiento durante las corridas de la escorrentía superficial, produce erosión y aumenta la contaminación de las aguas pluviales”. Peor aún resultan las consecuencias de la planificación para el drenaje urbano: “La experiencia en otros países de América Latina evidencian que soluciones basadas en el aumento de la capacidad de conductos en el macrodrenaje (end of pipe) pueden alcanzar un costo de $ 7 millones por kilómetro cuadrado, cuando soluciones basadas en amortiguar el escurrimiento están en el orden de $ 1 millón por kilómetro cuadrado”. No solo es una solución muy costosa, sino que es, en palabras de los expertos, “poco sustentable”.
En resumen: las acciones que ha emprendido la Alcaldía de Guayaquil que se relacionan con las inundaciones encaminan a la ciudad a sufrir pérdidas inaceptablemente altas, son contrarias a las buenas prácticas ambientales e implican un despilfarro de los recursos públicos para aplicar una solución no sustentable. Gastar siete veces más por kilómetro cuadrado en una solución ineficaz es un vivo ejemplo de mala administración pública.
El informe técnico especializado planteó una serie de medidas que la Alcaldía podría adoptar para una efectiva mitigación de los impactos de las inundaciones, entre ellas, medidas estructurales que consisten de obras de ingeniería, como diques, canalización del escurrimiento y embalses, así como medidas no estructurales, que consisten de medidas de prevención y de reducción de la vulnerabilidad económica y social de la población. Según el informe técnico especializado, “Guayaquil ofrece condiciones inmejorables para desarrollar soluciones integradas en el diseño urbano que combine programas de vivienda, transporte, agua potable, alcantarillado, drenaje, residuos sólidos y medio ambiente [para] diseñar soluciones sustentables en el largo plazo”. Esta es una buena noticia.
Es improbable que la Alcaldía de Guayaquil cambie su estrategia, porque ese despilfarro de los recursos públicos es querido, pues allí está el negocio de su administración pública. En todo caso, lo más preocupante es que como sociedad no exijamos todavía el cambio de estrategia de la Alcaldía. La sociedad civil guayaquileña es aún temerosa de criticar a las autoridades de su gobierno local: por ello, el alcalde todavía puede argumentar que si coinciden una fuerte lluvia y la marea alta, hay que simplemente resignarse y soportar los rigores de la naturaleza. Esa idea podía resultar de recibo en el año 1900, pero ya entrado el siglo XXI, en una época en la que existen tantas alternativas para enfrentar los efectos de las inundaciones (ejemplificadas en el informe técnico especializado, solicitado por el alcalde y a él entregado) resulta una respuesta totalmente inaceptable.
Visto lo visto, la situación es alarmante. Guayaquil es una de las ciudades en el mundo (la cuarta de 136) para la que en el año 2050 se proyectan altísimas pérdidas económicas por causa de las inundaciones (de alrededor de $ 3.000 millones, con la posibilidad real de que sea incluso peor) y cuyo gobierno local toma medidas costosas e ineficaces para mitigar el impacto de las inundaciones, que solo contribuyen a empeorar la situación de la ciudad en el futuro inmediato. Es un buen momento para pensar, de manera crítica y propositiva, el futuro de nuestra ciudad. (O)
Deshielos afectan a comuna vecina del Chimborazo
Pobladores de la comunidad Santa Lucía de Chuquipogyo, de la parroquia San Andrés, cantón Guano, aún soportan los estragos de las altas temperaturas que se presentan en la zona. Según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), estas alcanzaron el domingo hasta 25 grados centígrados. La gran cantidad de lodo y piedras que descienden del nevado Chimborazo causaron el colapso de un puente que une a cinco comunidades.
Sus habitantes deben tomar otras rutas para ingresar a sus viviendas o terrenos agrícolas. “Es media hora más de camino. En estos momentos los agricultores son los más afectados, aunque existe maquinaria limpiando es un problema que la gente saque sus productos a los mercados”, indicó Milton Bravo, presidente de la junta parroquial de San Andrés. El material ingresó hasta vías de segundo orden que unen a poblaciones como San Rafael, Atopamba y Santa Rosa.
Además, la quebrada Pucco Machay, que atraviesa las comunidades de Silveria, Santa Lucía y Calshi, se llena con el agua que baja de manera sorpresiva. “Todavía nos asusta el sonido con el que las piedras son llevadas por el agua, pero la fuerza con la que desciende ya tomó otros rumbos. Esperamos que ya no baje por aquí pues se llenaría y se desbordaría por los lados causando más problemas”, indicó Pedro Paca, habitante de Silveria.
Bolívar Cáceres, glaciólogo del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), indicó que esta situación se seguirá presentando hasta que el cauce de la quebrada se estabilice. (I)