El Municipio de Guayaquil está encargado del manejo
El bosque seco de El Paraíso se recupera lentamente
“Es un mito que los incendios en el área del Cerro El Paraíso se produzcan por el recalentamiento de fragmentos de vidrios desperdigados en la zona”, afirma Mariuxi Ávila, de la organización Cerros Vivos.
Con ella coincide, el capitán Roberto Jurado, de la División Técnica Forestal del Cuerpo de Bomberos.
Cualquiera puede juntar hojas, vidrios rotos y sentarse a esperar que se enciendan, “pero lo hará por mucho tiempo”, dice este rescatista forestal, quien asegura que los siniestros ocurridos en la zona son producidos por la influencia humana, aunque de forma involuntaria.
El bosque protector Cerro El Paraíso, ubicado en la parte alta del cerro San Eduardo, es un área natural situada dentro de la zona urbana de Guayaquil, que engloba a las ciudadelas Bellavista, El Paraíso, Bim Bam Bum y el colegio Javier.
El tema de los incendios es solamente uno de los problemas de este bosque protegido, asegura Ávila. Ella es integrande de una agrupación que durante 7 años ha desarrollado actividades culturales y artísticas, en esta área.
Sin embargo, los programas que lograron visibilizar a esta zona, haciendo que más personas la visiten, enfatiza Ávila, evidenciaron también que el sitio carece de un plan de control y vigilancia, que incluya guardaparques, guías, centros de interpretación, señalética, puntos de primeros auxilios, para dar un mejor servicio a la gente que disfruta de este espacio.
María Monserrate Vélez, jefa del departamento de Recursos Naturales y Desarrollo Sostenible del Municipio de Guayaquil, organismo encargado del manejo del bosque protector Cerro El Paraíso (Acuerdo 124 del Ministerio del Ambiente, 2009), explica que la entidad sí tiene un plan de manejo “desarrollado en 2007 y aprobado en 2012 por la cartera de Estado”.
Agrega la funcionaria que, en lo que va del año, la entidad realizó 62 recorridos de control varios de ellos con la participación de la Policía Ambiental. Además impulsan la siembra de 1.300 árboles, de cuyo mantenimiento se encargan varias empresas privadas. El tema de control y vigilancia es clave, pero siempre bajo un perfil de conservación, acota Ávila.
Agrega que, por ejemplo, el Municipio, durante 2 meses, puso un guardia el cual iba 2 veces por semana, pero eso es insuficiente, porque se habla “de casi 300 hectáreas de bosque”.
Otro problema son las construcciones sin permiso. Ávila y su agrupación están preocupados, porque si no hay un control pronto verán “cómo el cerro se destruye”. Ella cuenta que hace poco presentaron una denuncia ante el Municipio, con el fin de detener una edificación ilegal en una zona que colinda con el área protegida.
Señala que están conscientes de que sobre el tema del cerro existen muchos más problemas, pero el hecho de que se realicen construcciones sin permiso evidencia que, si existe un plan de manejo, este no logra ejecutarse.
María Monserrate Vélez agrega que el Departamento de Ambiente municipal hizo las inspecciones respectivas, constatando que las nuevas viviendas, ubicadas a 30 metros, aproximadamente, del límite del lindero del Bosque Protector Cerro El Paraíso, son edificaciones que no cuentan con permiso otorgado por el Cabildo. El informe fue remitido a la Dirección de Justicia y Vigilancia y a la Secretaría Técnica de Prevención de Asentamientos Humanos Irregulares Municipales.
Lo que hace única a esta zona protegida es que es el último remanente de bosque seco dentro del área urbana de Guayaquil. Este sitio es el hogar, permanente o temporal, de varias clases de aves, entre las que se cuentan garzas, periquitos, caciques y pinzones.
Según el libro Aves del bosque Protector Cerro Paraíso (versión digital) del biólogo Fernando Félix, el número de aves registradas llega a 109 especies.
La reforestación es uno de los temas importantes para grupos ecologistas, así como para las entidades oficiales. Es fácil sembrar árboles, pero, dice Ávila, después hay que tener mucho cuidado para que no se mueran. Explica que Cerros Vivos plantó, hace 3 años, en los alrededores de las canchas, unos 100 árboles: guachapelí, laurel, seca y amarillo, entre otros. Hoy podemos decir que todos los troncos sembrados están vivos”. (I)