Los pronósticos son dramáticos. Hay quienes advierten dos décadas más de bajos precios del petróleo. Y añaden otro factor: el aumento del uso de energía alternativa. Todo ello sin descontar -como sí lo hacen quienes solo ven una parte del problema- los factores geopolíticos y hegemónicos que impulsarán a algunas potencias a fijar o determinar el nivel de producción de combustibles fósiles. En ese sentido, el escenario se presta para una reflexión sensata, más allá del fanatismo partidista que ve causas donde solo hay desinformación, especulación política e intereses bien identificados. Y esa reflexión obliga a revisar lo que hemos hecho y dejado de hacer desde que se habló de sembrar el petróleo porque es muy cierto que quienes ahora desacreditan el gasto fiscal se olvidan de que cuando gobernaban y tenían ingresos petroleros no construyeron la más mínima infraestructura productiva, social e institucional para generar otros ingresos y no depender del sector primario de la economía.   Durante 40 años tuvimos ingresos petroleros y en ese mismo lapso, por ejemplo, en Quito, no se construyó una sola escuela o colegio fiscal, además se redujo el presupuesto para la atención de salud y no se creó una red de atención médica pública en ninguna parte del Ecuador. ¿Alguien puede explicar por qué pasó eso? ¿A dónde fueron a parar todos los ingresos? ¿Se quedó todo ese dinero en el Estado? ¿O, como dicen algunos estudios, sirvió para enriquecer a grupos financieros y empresariales criollos? Entonces, frente a la realidad presente, con bajos precios del petróleo, mayor demanda social y multiplicidad de retos colectivos, debe hacerse un acuerdo nacional para entender primero el nuevo momento y luego adoptar medidas que no impliquen un golpe para la mayoría de ecuatorianos. Y al mismo tiempo corresponde asumir otras modalidades de consumo, mucho más si tenemos como moneda el dólar, nuestras exportaciones se encarecen y, sobre todo, el mundo entero afronta este momento con una estrategia para proteger las economías domésticas. Los empresarios, los emprendedores y en general el sector productivo saben que se encuentran ante la oportunidad histórica de demostrar su patriotismo y sus fortalezas para generar procesos que  permitan obtener recursos propios y desarrollar iniciativas creativas. El Estado ha hecho mucho estos años y ha jugado un rol preponderante para sentar las bases de una nueva matriz productiva. Si eso no se aprovecha, entonces seguiremos quejándonos y perderemos la oportunidad de aportar soluciones a una cultura donde primen la economía del conocimiento y nuevas líneas productivas.      El cambio de época era eso y mucho más. Sin depender del petróleo estamos obligados a potenciar lo que tenemos, que por ahora nos garantiza no afectar a los más pobres y estimular a quienes se comprometen con nuevos paradigmas. La inversión de estos años deberá rendir sus frutos en el corto y mediano plazo. Eso será clave. Seguramente, cuando los precios del petróleo suban tendremos mejores condiciones para hacer uso de esos recursos en nuevos retos. (O)