La artista propone un trabajo intercultural e interactivo
Transmestizx rompe las narraciones homogéneas
Podría parecer, a primera vista, un simple cuarto oscuro en el que se proyectan, en todas sus paredes, videos en blanco y negro relacionados con la historia social e indígena del Ecuador. El espectador entra a una sala del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito y esperaría que la muestra de Daniela Moreno Wray, Transmestizx, uno de los diez proyectos ganadores del Mariano Aguilera, funcionara por sí sola. Pero no. Sin la presencia física y los permanentes desplazamientos del visitante en el cuarto es imposible que la obra de Moreno opere y, más que nada, tenga sentido.
El sujeto pasa a ser parte de la instalación audiovisual y son sus pisadas, sobre una esterilla circular de totora ubicada en el centro de la sala, las que activan los sonidos que están relacionados con las imágenes de las paredes. También hay una cámara infrarroja en el techo que despierta voces. Si hay más de un visitante, el cuarto se convierte en una sinfonía coral en la que es difícil entender quién está hablando y de qué. La propuesta de Moreno, con este gesto en el que el espacio y el cuerpo son uno solo, es clara: no hay una voz inequívoca ni un único relato que narre la historia y memoria colectivas del país.
“Yo me pregunto cómo construir eso en la cotidianidad, cómo construirse a uno mismo con la convivencia de varias memorias, con sus desencuentros y encuentros. Por eso tomo lo trans como una posibilidad de romper con la idea del mestizaje homogenizador, e incorporo en mi trabajo registros de la resistencia de los pueblos indígenas, pero también de otras personas: blancas mestizas, negras, mulatas, mujeres, cuyas luchas se han plasmado en la Constitución de 2008, donde se plantea que somos un Estado Plurinacional e Intercultural”, comenta la artista.
El sitio de exposición (sus paredes) está delimitado, simbólicamente, por cuatro montañas de Pichincha: el Cayambe, el Pambamarca, el Fuya Fuya y el Cusin. En ese espacio, “bajo esa tierra”, se presenta una serie de archivos que dan cuenta de los cambios en el paisaje provocados por las relaciones verticales de poder en esa zona de la sierra ecuatoriana, cuna de la resistencia indígena.
La intención es mostrar cómo el territorio ha sido alterado por la hacienda tradicional, la producción de granos, la crianza del ganado Holstein, la industria láctea en la zona o la floricultura. A la exposición se añaden distintas voces y testimonios, personales y colectivos. “Cosas de mi familia quienes, de alguna manera, fueron representantes de la hacienda tradicional. Yo vengo de ese lugar, pero también de la herencia de la Dolores Cacuango, la Nela Martínez, o la María Luisa Gómez de la Torre, una de la primeras profesoras laicas en Ecuador que, junto a otras mujeres, impulsaron la creación de las primeras escuelas clandestinas bilingües para indígenas, en Olmedo”, apunta Moreno, quien actualmente está desarrollando su proyecto documental El Elefante Dormido, ganador del fondo fomento del Consejo Nacional de Cine para investigación.
Para este trabajo Daniela Moreno empleó dispositivos semejantes a pequeñas computadoras construidas con software libre y que valen cerca de 40 dólares. Son precarias, tienen limitaciones, pero esas características tecnológicas sintonizan con la idea central de su instalación, la del transmestizaje.
Moreno está consciente de que no vive en una realidad con accesos tecnológicos de avanzada para trabajar el arte, por lo que decidió hacer una instalación audiovisual vinculada con “la idea de la interculturalidad y la interactividad”, con esa necesidad de implicarse corporalmente para poder describir unas narrativas que no son homogéneas.
Pero la intención de la obra no solo es evidenciar las tensiones de poder entre el mundo indígena y esa idea uniforme del blanqueamiento mestizo (el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría hablaba del blanqueamiento de la mente), también se propone, según Moreno, mostrar los “sueños en común de la gente, los puntos de quiebre en esas relaciones establecidas en un sistema que te separa binariamente”, y que no tiene cabida para el matiz.
Transmestizx es el resultado de seis meses de residencia de Moreno en el MedialabUIO. En ese sitio se crearon espacios de copensamiento con distintos artistas, académicos y público en general. “Hablamos del arte como creador de imaginarios, lo trans y lo queer como posibilidades de repensarnos, y el performance como un acto político. Este trabajo terminó en una residencia de creación en Cayambe, en un espacio que se llama Upayacu Huasi. Allá fuimos varios artistas a crear, desde la ficción, nuestros propios personajes transmestizos interculturales”, puntualiza Moreno, quien añadió en su instalación un video en 360 grados donde están esos sujetos construidos desde la imaginación y la historia, bailando circularmente, y rompiendo las paredes que separan el pasado del presente y futuro. (I)