La Tate Modern de Londres explora la potencia del arte en la era del 'black power'
¿Qué implicaba ser un artista negro en Estados Unidos durante el Movimiento por los Derechos Civiles y el nacimiento del llamado ‘black power? ¿Cuál era el objetivo del arte producido en aquel entonces y para qué audiencias estaba destinado?
Estas son algunas de las preguntas que la galería Tate Modern de Londres se hizo al organizar la exposición Alma de una Nación: Arte en la era del ‘black power’, un recorrido sin precedentes y de mucha relevancia actual, sobre el trabajo de artistas afroestadounidenses que cubre el período de 1963 a 1983.
Esta muestra, con más de 150 obras de más de 60 artistas, explora de qué forma la identidad cultural estadounidense se vio afectada y modificada durante una época de grandes luchas sociales, políticas y de representación racial.
El llamado ‘black art’ (arte negro) surgió en momentos que temas como la raza y la identidad nacional se volvieron centrales en la música, el deporte y la literatura, gracias a figuras como la cantante Aretha Franklin, el boxeador Muhammad Ali y la escritora Toni Morrison.
Artistas afroestadounidenses utilizaron medios como la pintura, la fotografía, el grabado o la escultura, para expresar una nueva realidad a partir de experiencias de racismo, marginalidad, lucha social y representación política, entre otros temas.
La exposición en la Tate Modern, que podrá verse hasta el 22 de octubre, se inicia en el período de 1963, con la formación del Grupo Espiral, un colectivo de artistas con sede en Nueva York.
Ese grupo cuestionó de qué forma los artistas negros debían relacionarse con la sociedad norteamericana y el mundo de arte contemporáneo, incluyó figuras clave como Romare Bearden y Norman Lewis, quienes respondieron a los hechos diarios con fotomontajes y pinturas abstractas.
Los artistas del colectivo también cuestionaron dónde debía exponerse el arte y a quién estaba dirigido. Fue así como exploraron el movimiento muralista en sitios públicos, o la producción de afiches y pasquines distribuidos gratuitamente.
Muchos de estos artistas rechazaron mostrar sus obras en galerías de arte convencionales, en protesta al ‘status quo’, y eligieron en cambio espacios organizados por activistas negros o sitios destinados a sus propias comunidades afroestadounidenses.
El recorrido de la Tate Modern utiliza archivos fotográficos para documentar e ilustrar el movimiento muralista del arte negro, incluida la llamada ‘Pared del Respeto’ en Chicago, o las pinturas de ‘Smokehouse’ en murales de Harlem.
También se exhiben obras que hablan del activismo callejero de ese grupo, como el trabajo del exministro de Cultura de las Panteras Negras, Emory Douglas, en el periódico ‘The Black Panther’, donde declaró que el ghetto “debe convertirse en galería de arte”.
La fuerza y energía del ‘black power’ inspiró a muchos líderes políticos de la época, desde Malcolm X y Angela Davis, hasta Martin Luther King, este último que desarrolló una labor crucial en Estados Unidos al frente del Movimiento por los Derechos Civiles para los afroestadounidenses y que, además, participó como activista en numerosas protestas contra la Guerra de Vietnam y la pobreza en general.
Alma de una Nación... da cuenta del importante movimiento de lucha por los derechos civiles, que en el arte exploró desde la figuración hasta la abstracción, como la obra ‘American People Series #20: Die’ (1967), de Faith Ringgold, o el cuadro de Wadsworth Jarrell “Black Prince”, de 1971.
Una de las obras destacadas de la exposición es ‘Homenaje a Malcolm’ (1970), de Jack Whitten, artista galardonado en 2015 con la Medalla Nacional de las Artes, por el entonces presidente estadounidense Barack Obama.
Además de los artistas de Nueva York, la Tate dedica espacio a los artistas negros que trabajaron en Chicago a finales de la década del 60, como Jeff Donaldson, Wadsworth Jarrell, Jae Jarrell, Barbara Jones-Hogu, Nelson Stevens y Gerald Williams, quienes conformaron el colectivo AfriCobra, el único grupo que ideó un manifiesto para el ‘black art’ durante ese período.
Las obras de ese colectivo artístico combinaban de forma dinámica colores brillantes con textos e imágenes.
La Tate incluyó en su muestra a varios artistas de Los Ángeles que respondieron a la rebelión Watts de 1965, explorando en sus trabajos la problemática de la segregación racial en esa ciudad.
Instalaciones de Noah Purifoy que utilizaban basura hallada en las calles de Watts u obras de Charles White y David Hammons que exploraban la figuración para llevar un mensaje político, son ejemplos claros de cómo el arte buscaba responder a una realidad de abusos, racismo e injusticia social.
La exposición londinense también explora la emergencia del llamado ‘feminismo negro’, en especial a partir de las obras de Betye Saar y Kay Brown, quienes fueron pioneras a la hora de darle mayor visibilidad a las mujeres negras en la sociedad estadounidense.
Priyesh Mistry, comisario de la muestra en la Tate Modern, señaló que el objetivo de la exhibición es entender “cómo los artistas dieron forma y salida a los cambios sociales y políticos de ese momento frente a los problemas raciales”.
Mistry consideró importante “llevar a todo el mundo” estas creaciones poco conocidas y “siendo conscientes de que estos artistas estuvieron al mismo tiempo y en el mismo lugar que, por ejemplo, Andy Warhol” sin que trascendiera su presencia.
No obstante, añadió que en la actualidad la situación para los artistas afroamericanos ha cambiado, ya que su trabajo “se aprecia más que antes”, y pueden exponer en galerías y museos, cuando “antes no tenían la oportunidad de hacerlo como lo hacían sus compañeros”.
Después de su paso por la Tate Modern, que está acompañada por un programa de charlas y conferencias, ‘Alma de una Nación’ viajará al Museo de Arte Americano Crystal Bridges, en Bentonville, Arkansas y al Museo de Brooklyn, en Nueva York. (I)